La historia de la letra ‘C’
Archivo de la memoria afectiva de toda una generación, “Cromy, la fantasía hecha papel” es el libro que da cuenta de la empresa de pegatinas que le cambiaron la forma y la idea a la figura del almanaque. Una entrevista con los creadores del libro que recrea la leyenda.
En 1998 Cromy SA se declaró en quiebra. Su cierre fue tan significativo como lo fue, pocos años después, el final de la revista Anteojito. Cromy fue una empresa que trascendió sus objetivos comerciales y se transformó, tal vez sin buscarlo, en una usina de influencias para toda una generación de chicos y chicas que hoy rondan la mediana edad.
Adrián Paglini, creador de Universo Retro y editor del libro Cromy, la fantasía hecha papel,
escrito por Diego Arandojo, sostiene que “a Cromy entre los 35 y los 45 años lo conoce todo el mundo. Porque al menos un álbum o un mazo de cartas tuviste”.
Editor y escritor se juntaron con PERFIL para contarnos de qué se trata este libro que reproduce la historia de una empresa que marcó a fuego la memoria de los chicos que transitaron los años 80 y mediados de los 90, cuando el entretenimiento aún pasaba por pegar rectángulos de papel sobre un cuadernillo multicolor.
El libro de Cromy está profusamente documentado y posee un riquísimo trabajo de diseño que los nostálgicos encontrarán delicioso. Con detallismo y rigor documental, Arandojo desmenuza la historia de esta empresa que fue un desprendimiento familiar de los Stanislavsky (herederos del imperio de golosinas Stani), que conformaron una firma focalizada en la papelería. Fueron las tarjetas estadounidenses Strawberry Shortcake las que los motivarían a comprar esta licencia y a crear ellos mismos, y desde cero, álbumes de figuritas que pudieran competir con la empresa rival, Ultra Figus, que por entonces dominaba el mercado.
El resultado de todo eso fue Cromy.
—¿Cómo era el proceso de armado de los álbumes?
PAGLINI: Todos los dibujos de los primeros álbumes se hacían acá. No había guías. Cromy lo único que hacía era comprar la licencia.
ARANDOJO: El trabajo que se hacía en Cromy no solo era preweb, era también precomputadoras. Todo era manual. El armado de los primeros álbumes, los más recordados, era a mano. Horacio Galdames, jefe de Arte de Cromy, terminó el álbum de Frutillitas trabajando junto a sus tres hijos, durante todo un verano, recluidos en una casa en la costa. Era un proceso muy lento, por eso cuando empezó a crecer, se vieron obligados a contratar más personal en el departamento de Arte. Todas las historias de los álbumes las creaba Hernán Galdames, que ahora es un escritor para chicos muy bueno. Ellos obtenían las licencias de Frutillitas o de los Ositos Cariñosos de una empresa de tarjetas que se llamaba American Greetings, y los de Cromy tenían que mandarles desde acá el trabajo que hacían, para que ellos lo aprobaran. Y no solo lo aprobaban, sino que recibieron muchísimas felicitaciones. Hubo mucha creatividad.
Pero la empresa Cromy, dirigida por un grupo de jóvenes de veintipocos años, creció a un ritmo tan vertiginoso que en poco tiempo tuvieron que ampliar el merchandising a muñecos, mazos de cartas, juegos de mesa, rompecabezas, caretas de monstruos, pósters, stickers, etc. Arandojo recuerda: “Cromy sacó discos de Frutillitas, incluso hicieron obras de teatro en el Maipo que fueron muy exitosas y con las que ganaron premios, el Estrella de Mar”.
—¿Cómo se vivía desde adentro ese éxito?
P: El tema con Cromy como empresa es que todo fue como mucho, los tipos eran muy jóvenes y no sabían qué hacer con todo el éxito que tenían, con la plata que ganaban. Alquilaban aviones privados para ir a Punta del Este. Eran pendejos. Se envalentonaron e hicieron muchas cosas buenas y malas. Se hizo muy grande y se les fue de las manos. Cuando llevaron la empresa a La Rioja, duraron unos cinco años más. Ahí hacían todo, tenían la fábrica para imprimir, cortar, troquelar. La fábrica la diseña Leonard Stanislavsky, el padre de Ariel y Eduardo, que era arquitecto.
—¿Cuáles fueron las innovaciones que incorporó Cromy al mercado?
P: Hay que destacar que antes de Cromy las figuritas siempre eran un papel para pegar con Plasticola; en cambio, ellos fueron más allá al hacerlas autoadhesivas, agregarles olor, felpas, brillos, hologramas, brillantinas...
A: Lo del olor en las figuritas les trajo muchos dolores de cabeza porque las imprentas no querían saber nada, porque el olor que les aplicaban a las figuritas después quedaba pegado a otras impresiones que hacían. Hernán Galdames viajaba mucho para buscar innovaciones que se pudieran aplicar en las figuritas y fue todo un proceso lento. Levantó la vara un montón para que las demás empresas hicieran lo mismo.
El libro de Cromy pone en relieve el potencial artístico e intelectual que cada tanto resurge de las cenizas en nuestro país. Cómo un grupo de gente muy joven fue capaz de marcar a fuego a una generación de chicos a través de un imaginario prácticamente propio, con productos de inmensa calidad gráfica.
Cromy, la fantasía hecha papel es un libro objeto, de esos que uno relee a todas horas y cuyas hojas repasa concentrándose en los detalles que ilustra. Su mayor plus es que contiene un catálogo completo de los álbumes y mazos de naipes publicados por Cromy. Para Diego Arandojo, “Cromy se transformó en una especie de ícono pop y en algún momento dominaron todo el mercado”.
Y, sin lugar a dudas, el libro de Universo Retro es la prueba de todo lo dicho.