Perfil (Domingo)

Al servicio de la historia

- GUSTAVO GRAZIOLI

Los viernes. Tomo cuatro

Autor: Juan Forn Género: columnas Otras obras del autor: Frivolidad; Corazones; Nada de noche; María Domecq; La tierra elegida; Puras mentiras; El hombre que fue viernes; Yo recordaré por ustedes Editorial: Emecé, $ 589

En el ámbito literario no es muy común hablar de fans, más bien de lo que se habla es de lectores. Ahora bien, cuando uno tiene que referirse al trabajo de Juan Forn, hablar fans no es tan desacertad­o. Al autor de novelas como Corazones o María Domecq, tras atravesar una crisis de salud (pancreatit­is) que lo dejó al costado del camino de los excesos, las noches interminab­les y de Radar –suplemento creado por él para Página/12–, no le quedó otra que parar la máquina. Para poder ponerle punto final a esa vida que lo tenía enchufado las veinticuat­ro horas del día, tuvo que buscar refugio fuera de la ciudad y entrados los cuarenta inventar una jubilación forzada. San Pedro, las Sierras de Córdoba y Villa Gesell fueron los destinos que barajó, terminó optando por la última.

Forn aprovechó su retirada de todo para seguir cultivando su esencia de lector voraz, leyendo todo lo que no había podido cuando hacía el suplemento, y un poco desencanta­do de la ficción, como materia prima para su escritura, empezó a jugar con historias reales y creó un género inclasific­able: las contratapa­s. A lo largo de cien líneas –quien ya lleva más de quince años en la ciudad geselina–, durante diez años ininterrum­pidos se dedicó a contar historias en la contratapa de los viernes en Página/12, pero con el mar como leitmotiv de su ritmo de vida y cómplice de sus historias. A través de sus relatos se conocieron escritores caídos en desgracia y toda la clase de rarezas del siglo XX que lo fue cautivando a lo largo

yde sus lecturas. Finalmente, esos relatos que nacieron para un diario terminaron convirtién­dose en libro. Hace poquito nomás vio la luz el cuarto tomo. Quizás el último de esta década dorada para Forn. En ese formato, el escritor y editor le encontró la vuelta a una voz literaria que tomó por asalto el artefacto del relato. De una forma didáctica, y siempre con la escritura como caballito de batalla, además de tejer historias novedosas se chocó con una manera de transmitir conocimien­to. En este tomo, por ejemplo, no solo muestra por qué Abelardo Castillo fue un escritor inigualabl­e, también le puede encontrar los hilos narrativos a la famosa foto que recorrió el mundo con la chica vietnamita bañada en napalm. La nena se llamaba Kim Phuc, tenía nueve años y era hermana del chico de trece que se ve a la izquierda de la foto. Mientras Ut disparaba su cámara, entendió que era a ese hermano a quien le gritaba la nena, y lo que decía era: ¡Nong qua, nong qua! (Quema mucho, quema mucho!), escribe en ese capítulo titulado “Napalm Girl”.

El escritor de rulos encanados, que fuma cigarrillo­s armados y toma té, desafía los límites de los géneros narrativos y en algunos de esos relatos muchas veces se cuela algo de su paradero. Entre las tantas historias de escritores rusos o japoneses, se deja un lugar para contar cómo su bisabuelo Domecq García en enero de 1919 forma una guardia civil, a la que se le entregan armas, para combatir a los obreros de lo que después se conoció como la Semana Trágica. Se aprende de las desgracias, es casi la única manera de aprender, pero a cien años de la Semana Trágica

Se aprende de las desgracias, pero a cien años de la Semana Trágica no se sabe todavía cuántos murieron ni importa quién los mató, reflexiona en uno de sus textos

no se sabe todavía cuántos murieron ni importa quién los mató, reflexiona en el texto que bautizó El pogrom como deporte de las clases pudientes.

Las historias que forman parte de este libro están ajenas al tiempo. Mantienen su llama encendida en medio de la tormenta. Acá el timing de los medios y el mercado editorial queda desarticul­ado. En estos momentos encontrar este pulso narrativo que no pretende estar al servicio de los likes de las redes sociales ni engrosar ningún ego es una fuente de esperanza. Forn es de otro tiempo, está claro, pero no se queda quieto. Se pone al servicio de la historia. En términos musicales: toca para la canción y no para él.

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CEDOC PERFIL FORN. Desde 2008 publica una columna semanal en la contratapa de Página/12: los viernes, precisamen­te.

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