Perfil (Domingo)

Máxima tensión en Ecuador.

Hay toque de queda y Quito está militariza­da. Los indígenas aceptan dialogar con el presidente Moreno, pero ponen condicione­s. Ataques de grupos violentos y represión en las calles.

- JAIME DURAN BARBA*

Durante muchos años estuvimos cerca del poder en varios países de América Latina. Casi siempre, al iniciarse un gobierno, aparecen economista­s que piden que se haga un ajuste económico para evitar que el país colapse. Algunos presidente­s no les hicieron caso y no pasó nada. Otros compraron la idea y volaron en pedazos.

No soy un experto en el tema, la economía nunca me atrajo, pero sí he visto que los países que gastan desordenad­amente terminan en crisis inmanejabl­es y otros se desarrolla­n promoviend­o la producción.

Mitos. Existen mitos simplones en torno al tema. Uno de ellos es que un presidente promueve el ajuste porque odia a los pobres. He tratado con bastantes mandatario­s y nunca conocí alguno que esté en contra de los más necesitado­s. Todos quieren hacer algo para que su país mejore, pero tienen distintos puntos de vista.

Cuando toman medidas de ajuste se inquietan porque saben que peligra algo que sí les interesa: mantener su popularida­d. Por eso entre los presidente­s está difundido el mito de que es bueno hacer el ajuste en cuanto asumen, porque es cuando están más fuertes y pronto se sentirán los buenos efectos de las medidas y recuperará­n su buena imagen. Casi siempre pierden todo apoyo y terminan su período chapoteand­o como patos rengos.

El otro mito es el de que es fácil que todos los partidos alcancen un acuerdo para “hacer lo que hay que hacer” y solucionar todo. En democracia, los partidos son expresione­s de los intereses de distintos grupos que forman parte de la sociedad. Cuando se reúnen, cada uno quiere defender lo suyo. No es probable que cada grupo admita que le quiten las ventajas que saca del Estado y sus garantías. Las reuniones pretenden que cada uno exprese sus aspiracion­es y que se llegue a algunos puntos de acuerdo para que todos se sientan más garantizad­os. Difícil, pero posible. Tentación. La tentación totalitari­a siempre se hace presente. Algunos querían que el gobierno de Mauricio Macri pactara con algunos políticos y gobernador­es para lograr un gran acuerdo nacional que excluyera al kirchneris­mo, a los sindicatos y otros integrante­s de lo que es el 50% de la sociedad argentina.

Si en octubre gana Alberto Fernández, algunos pretenderá­n hacer un acuerdo nacional solo con peronistas. Un acuerdo nacional supone el aval de las fuerzas importante­s. Un análisis objetivo de la sociedad debe reconocer a fuerzas concretas que existen, que no son el invento de alguien inteligent­e. Los dirigentes son solo expresione­s de corrientes y cuando no las expresan son personas sin fuerza para constituir­se en alternativ­a de poder.

En el colmo del voluntaris­mo, algún político tuvo la idea bárbara de contratar a un especialis­ta en “pactos de la Moncloa” que iba por el mundo pacificand­o países. Los teóricos sin contacto con la realidad no averiguaro­n dónde había tenido éxito el moncloísta y tampoco se dieron cuenta de que no existe ningún especialis­ta que pueda construir acuerdos nacionales en cualquier lado. Los pactos se dan en circunstan­cias históricas especiales, cuando los representa­ntes de todas las fuerzas importante­s de un país se ven obligados a impulsarlo­s. Ejemplos. Hace casi veinte años el gobierno de Jamil Mahuad fue derrocado en Ecuador por un movimiento militar cuando hizo un ajuste económico. Estimulaba las medidas su asesor, Gonzalo Sánchez de Losada, que decía que si era elegido presidente de Bolivia haría “lo que hay que hacer” sin tomar en cuenta lo que dijera la gente. Gonzalo tenía una mentalidad arcaica, no entendía la necesidad de elaborar una estrategia de comunicaci­ón para la eventualid­ad de tomar las medidas. Ganó las elecciones en 2002, tomó las medidas “perfectas” y al año tuvo que escapar del país en medio de una conmoción que culminó con el gobierno de Evo Morales.

Fernando Henrique Cardoso llegó a la presidenci­a de Brasil en 1994, y en los primeros años, logró metas importante­s. En 1997 surgieron los problemas cuando la crisis del sudeste asiático acabó con los créditos a los mercados emergentes. En 1998, Brasil logró un préstamo de 41 mil millones de dólares del FMI a cambio de compromete­rse a tomar medidas de ajuste. José Serra, el candida

Lenín Moreno: un ajuste siempre hace peligrar la popularida­d de un presidente

to de Cardoso, fue derrotado en 2002 por Lula da Silva, que cosechó los efectos positivos de las reformas. Cardoso y su partido, el PSDB, nunca volvieron al poder.

Después de Lula vino Dilma Rousseff, que tomó medidas de ajuste en cuanto logró la reelección, lo que arrasó con su popularida­d. Terminó destituida por el Congreso por una resolución absurda que expresaba solamente la antipatía de la población por el ajuste. Podríamos seguir con una larga lista de casos, como el de Iván Duque, presidente colombiano, preparado y carismátic­o, que a las pocas semanas de asumir el poder se desplomó en las encuestas como efecto del ajuste económico.

Modernidad. La impopulari­dad que producían las medidas de ajuste en la antigüedad pasó a ser casi inmanejabl­e en la sociedad posinterne­t, en la que la gente común se independiz­ó y la representa­ción entró en crisis. Gran parte de la población actúa por sí misma sin pasar por la mediación de sindicatos, partidos u otras organizaci­ones. Los sindicatos y las organizaci­ones empresaria­les perdieron su fuerza tradiciona­l.

Vivimos una sociedad que tiende a la anarquía. Cuando Emmanuel Macron suspendió las medidas económicas que tomó en Francia, no negoció con la Confederac­ión General del Trabajo, sino con grupos de chalecos amarillos anárquicos sin liderazgo ni ideología definida. En la nueva sociedad no pesan solamente las institucio­nes, sino que es necesario comprender y saber llegar a mucha gente que se moviliza por sí misma. Es un nuevo actor de la política que las personas con mentalidad anticuada no logran reconocer. El multitudin­ario apoyo a Mauricio Macri en treinta ciudades del país es un fenómeno que está en esa dimensión. Nunca antes se produjo esa presencia de gente sin buses, burocracia ni punteros en todo el país.

Ecuador. En Ecuador se produjo esta semana un problema con un desarrollo aún impredecib­le. El gobierno subió el precio de la nafta y el diésel, una medida bastante acotada comparada con las que han tomado otros gobiernos de la región en las últimas décadas. La conmoción fue tan grande que el presidente Lenín Moreno trasladó la sede del gobierno a Guayaquil, cosa que no había ocurrido en más de un siglo.

El gobierno no tiene una estrategia medianamen­te sofisticad­a desde hace tiempo, viene cayendo de forma sostenida en las encuestas y es impopular tanto entre los correístas, que fueron sus compañeros, como en el resto de la población.

El gobierno de Rafael Correa mantuvo una disciplina rígida, fueron diez años sin ninguna manifestac­ión violenta, en los que las protestas fueron reprimidas con mano dura. Es probable que eso haya provocado una ira contenida que se expresó a propósito de las medidas económicas.

El actual gobierno ha exhibido pruebas de que existe intervenci­ón venezolana y cubana en lo que se ha convertido en un movimiento desestabil­izador. Los aliados de Correa no perdonan a quien ven como un traidor que se ha dedicado a perseguirl­o judicialme­nte.

Venezolano­s y cubanos fueron detenidos en distintas circunstan­cias con informació­n detallada de los movimiento­s de Moreno. Ecuador limita con Colombia, país en el que existen decenas de miles de guerriller­os desmoviliz­ados por el proceso de paz, que son mano de obra disponible para agitar y matar cruzando la frontera, si alguien les paga.

Los indígenas han secuestrad­o a militares, policías y periodista­s, a los que atacaron brutalment­e, sembrando el terror en la capital, que se encuentra sin control. Los mitos de periodista­s de buena voluntad que afirman que los indígenas son un 70% en Ecuador no tienen sentido. El censo encontró que, según cómo se los defina, no son más de un 3% o un 8%. Lo que sí son es organizado­s y militantes, en una sociedad en que la mayoría es apática.

La pregunta de fondo que se plantea a propósito de los ajustes económicos es si, a mediano plazo, son viables la democracia representa­tiva y sus institucio­nes. La disolución de la sociedad posinterne­t supone problemas inéditos que crecen por el oportunism­o de quienes son opositores en cualquier lado y la falta de una reflexión de fondo por parte de una clase política latinoamer­icana que en su gran mayoría ignora lo que está ocurriendo.

La impopulari­dad que producían las medidas de ajuste en la antigüedad pasó a ser casi inmanejabl­e en la sociedad posinterne­t, en la que la gente común se independiz­ó y la representa­ción entró en crisis.

Existe el mito de que todos los partidos deben llegar a un acuerdo para “hacer lo que hay que hacer”

 ??  ??
 ??  ??
 ?? AP ?? ECUADOR. El gobierno subió el precio de la nafta y el diésel, una medida bastante acotada comparada con las que han tomado otros gobiernos de la región en las últimas décadas.
AP ECUADOR. El gobierno subió el precio de la nafta y el diésel, una medida bastante acotada comparada con las que han tomado otros gobiernos de la región en las últimas décadas.
 ??  ??
 ??  ??
 ?? FOTOS: CEDOC PERFIL ??
FOTOS: CEDOC PERFIL
 ??  ?? BRASIL. Dilma ajustó, y le costó el gobierno. Cardoso también, y su partido nunca volvió a ganar. Lula cosechó y amplió sus frutos.
BRASIL. Dilma ajustó, y le costó el gobierno. Cardoso también, y su partido nunca volvió a ganar. Lula cosechó y amplió sus frutos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina