Los usos públicos de San Martín
Y un día, la campaña electoral mencionó al Padre de la Patria. Para la autora, no debería sorprendernos, dado que está en el centro del mito de los orígenes de la argentinidad. Pero claro, la Patria va más allá de las celebraciones y los cultos estatales,
bierno nacional en 1880 y el arsenal conmemorativo arbitrado por el Estado peronista en el centenario de su muerte. En ese lapso, la gruesa capa de significados sedimentados en el republicanismo liberal que había justificado la famosa desobediencia de 1820, y dejado en suspenso su pasado monárquico, había cedido terreno a favor de representaciones que ensalzaron su figura como conductor político, estratega militar y en modelo de virtudes morales dignas de emular.
Etapas. Tal deslizamiento permite identificar diferentes momentos de los usos públicos de San Martín. El primero distingue las intervenciones de los románticos argentinos que jalonaron la formación de una cultura y una identidad nacional en el siglo XIX, y se proyecta en la multiplicación de “lugares de memoria” que acompañaron las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo en la completa geografía nacional y el exterior. El segundo identifica el giro introducido en la Argentina de entreguerras que priorizó el perfil castrense y católico en sintonía con el creciente papel de las fuerzas armadas en la vida política del país. El tercero erige al peronismo clásico como activo promotor del culto al Libertador mediante el repertorio infinito, reglamentado y cotidiano de evocaciones que gravitaría en la radicación fija de San Martín en el imaginario nacional, y en las lecturas e intervenciones públicas que involucrarían a actores políticos y sindicales, intelectuales, artistas e instituciones ubicados en la antinomia peronismo-antiperonismo. En 1966 la confrontación sobre la memoria del héroe de Chacabuco y Maipú se hizo patente cuando el gobierno militar liderado por el general Onganía encabezó la ceremonia fúnebre mediante la cual los restos de Tomás Guido fueron depositados junto a los del Gran Capitán y de Las Heras en el Altar de la Patria, en respuesta a la iniciativa de la Juventud Peronista que había debutado en el plano simbólico en 1963 mediante el secuestro del sable corvo exhibido en el Museo Histórico Nacional que atestiguaba el lazo entre San Martín y Rosas.
La “cuestión peronista”. Naturalmente, ningún ritual estatal podía contribuir a suturar el desencuentro en la convulsa Argentina preñada por la “cuestión peronista”, la conflictividad social, la protesta estudiantil, la radicalización política y la bata