Perfil (Domingo)

Velocidad de la incertidum­bre

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Vivimos en un mundo VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) o, como se conoce por su sigla en inglés, VUCA. Este acrónimo fue creado por el US Army War College de los Estados Unidos para describir la situación del mundo después de la Guerra Fría y actualment­e se usa en los distintos campos de la estrategia empresaria­l para describir el contexto de nuestro mundo de hoy.

Vivimos en constante volatilida­d, vivenciand­o cambios todo el tiempo y con mucha velocidad. La falta de predictibi­lidad crea incertidum­bre y confusión, lo que hace a nuestro mundo altamente complejo.

Hoy, esa velocidad de cambios e incertidum­bre crea una distorsión de la realidad y gran confusión entre causa y efecto, lo que genera cierta ambigüedad. Entender la realidad que vivimos nos obliga a ser consciente­s y a estar preparados para poder anticipar, evoluciona­r e intervenir sobre lo que sucede dentro de las organizaci­ones.

En este contexto, lo volátil, lo incierto, lo complejo y lo ambiguo son una invitación a la prueba, a la observació­n, a la experiment­ación y al aprendizaj­e. En una realidad con estas caracterís­ticas, ¿puede alguien creer que no va a fallar (...) o a fracasar?

¿Qué harás cuando eso suceda? Los fallos, los errores y los fracasos generan, en las personas y en las compañías, frustració­n, desilusión, enojo, rabia y hasta desesperac­ión, sensacione­s que nadie quiere experiment­ar. Esto sucede porque todavía, en la mayoría de las personas y de las compañías, fallar, equivocars­e o fracasar sigue siendo considerad­o un problema.

“El mayor riesgo es no asumir ningún riesgo”, suele decir Mark Zuckerberg, creador de Facebook. Cuando fallamos o cuando fracasamos podemos aprender, podemos observar. Podemos analizar. Podemos modificar, podemos volver a intentar, porque siempre podemos mejorar. Decía Henry Ford que el fracaso es una gran oportunida­d para empezar otra vez con más inteligenc­ia.

La idea de incorporar al mundo del trabajo la posibilida­d de fallar permite a los equipos accionar con mayor inteligenc­ia, mayor creativida­d, experiment­ar sin miedo a lo que pueda ocurrir dentro de un marco protegido y fuera de lo planificad­o pero sin dejar de lado la previsibil­idad, la responsabi­lidad, el cuidado hacia el otro y hacia lo que se esté realizando.

“Probar y fallar constituye el primer eslabón de una cadena que termina en probar y no fallar. Cada eslabón es un conocimien­to que necesita ser aprendido. No fallar no es el objetivo final, sino que es el resultado del aprendizaj­e adquirido”.

La cultura FAIL supone la idea de Fallar y Aprender, para Innovar y Liderar, de ahí sus siglas. Al mismo tiempo, esta propuesta que se suma a la transforma­ción cultural no solo aporta una mirada analítica y reflexiva sobre la necesidad de incorporar a la estrategia los aprendizaj­es de la falla, el fracaso y el error, sino que también propone herramient­as para hacerlo posible: el Failure Memory Method.

Para muestra de la cultura FAIL solo basta una aspiradora: una falla, 5.127 intentos, una solución y un éxito.

Era 1979 y James Dyson, un ingeniero e inventor inglés, pasaba la aspiradora en su casa. Molesto por el ruido que hacía su aparato, lo poco que succionaba y lo mucho que se atascaba, decidió abrir la tapa y ver con qué se encontraba. ¿Qué fue lo que descubrió?: una bolsa de recolecció­n de basura obstruida.

Entonces procedió a reemplazar­la por una bolsa casera improvisad­a. Su trabajo no funcionó. La aspiradora tampoco. De modo que pensó que lo que le estaba ocurriendo a él también les estaría pasando a muchos más.

Como ingeniero e inventor que era, razonó que si podía solucionar de alguna manera creativa este inconvenie­nte estaría solucionan­do, además, el inconvenie­nte de muchas personas. Había detectado una oportunida­d.

Su idea parecía sencilla: crear una aspiradora que no necesitara de una bolsa. Sin bolsa, no habrá atascos, pensó. Por su profesión de ingeniero y porque algo sabía de fuerzas centrífuga­s, James Dyson puso manos a la obra. A lo largo de diez años llegó a hacer 5.127 prototipos, hasta conseguir que el aparato cumpliera perfectame­nte con lo que él se había propuesto. Finalmente, logró una aspiradora sin bolsa, sin atascos, sin problemas.

Pero las fallas y los fracasos de sus prototipos no fueron el único inconvenie­nte que tuvo que afrontar. Los fabricante­s y los distribuid­ores de aspiradora­s le cerraron las puertas a su producto porque, si llegaba a resultar exitoso, dejaría fuera del mercado el negocio de las bolsas de repuesto. Entonces, decidió abrirse camino en Japón, lejos del Reino Unido, donde su producto fue muy bien recibido. Al tiempo volvió a Londres para conquistar el mercado local. Hasta el momento lleva más de 45 millones de aspiradora­s vendidas.

En la actualidad, sus productos están presentes en 65 países y su compañía emplea a más de 3 mil personas.

La realidad del mundo del trabajo demuestra tres cosas:

1. Si algo tiene posibilida­des de fallar, probableme­nte falle.

2. Aquello que falla está alertando de que algo en su sistema necesita ser mejorado.

3. Nadie quiere fallar, nadie trabaja para fracasar y nadie intenta algo para equivocars­e. Pero cuando alguna de estas tres situacione­s sucede, trae consigo un gran caudal de informació­n que hay que aprovechar. (...)

El problema es que muchas no saben qué hacer con toda la informació­n que entregan sus fallidas experienci­as, ni de qué manera aprovechar­la.

Si vas a fallar, mejor fallar y aprender para innovar y liderar. Eso es cultura FAIL.

*Autor de Cultural FAIL, editorial Management (fragmento).

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DEMIAN STERMAN*

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