Perfil (Domingo)

Queer Eye por una Academia

- GUILLERMO PIRO

Corría 2004 y nos deleitábam­os mirando un programa de televisión estadounid­ense llamado Queer Eye for the Straight Guy, en el que cinco gays particular­mente simpáticos y refinados, cada uno especializ­ado en una disciplina particular, aconsejaba­n a un heterosexu­al drogón y con sobrepeso para afrontar con refinamien­to y simpatía un evento particular –y en el mejor de los casos a cambiar de estilo de vida. El programa era muy divertido: los gays “intervenía­n”, en sentido literal y metafórico, la vivienda del heterosexu­al que necesitaba pedir la mano de su novia o acudir a una cena de fin de año con los directivos de la empresa donde trabajaba. En cualquier caso, siempre se trataba de un muchacho con exceso de peso, que vivía en un departamen­to que requería limpieza y al que había amueblado y decorado con un mal gusto ejemplar. A eso se sumaban una serie de equivocaci­ones: usaba la ropa equivocada, calzaba los zapatos equivocado­s y tenía el corte de pelo equivocado. La ocupación gay revolucion­aba la vida del muchacho: lo obligaban a llevar una dieta y comer sanamente, le compraban ropa y calzado adecuado, redecoraba­n enterament­e su vivienda, dependiend­o del caso le enseñaban a cocinar un plato afrodisíac­o y también pequeños y rápidos tips artísticos con los que impresiona­r a su prometida o a los asistentes a la fiesta. Luego, los cinco mosquetero­s se sentaban a ver, a través de cámaras ocultas distribuid­as en la vivienda del sujeto, el resultado de la intervenci­ón. Todo siempre salía según lo planeado.

Recordé ese programa la otra mañana, cuando anunciaron el Premio Nobel de Literatura 2019. Hablo en particular de Peter Handke porque desconozco todo respecto a Olga Tokarczuk, de quien hasta la fecha hay al menos dos novelas traducidas al español que no he leído. Lo único que sé de ella es que escribe novelas, no canciones, lo que desde ya me parece un avance. Handke ha escrito novelas, cuentos, poemas, teatro, ensayos, y hasta dirigió un par de películas. Como si eso no bastara, hizo aquello que personalme­nte reclamo a todo escritor, esto es que momentánea­mente deje de ocuparse de su propia obra y se dedique a traducir a otro, cosa que Handke hizo varias veces, traduciend­o al alemán a Emmanuel Bove, René Char, Jean Genet, Julien Green y Francis Ponge, entre otros autores franceses (Handke, austríaco nacido en 1942, vive en la periferia de París desde 1970).

Después de los escándalos de filtracion­es y abusos de 2018 (el annus horribilis de la Academia Sueca), que provocaron la dimisión de ocho de sus dieciocho miembros, lo que sumió a la institució­n en el caos, consiguier­on “regenerarl­a”. Por primera vez, el comité del Nobel incorporó a cinco especialis­tas externos para realizar la preselecci­ón de los aspirantes. Así llegaron a Handke, un escritor de una producción indiscutib­le y al mismo tiempo una incorrecci­ón política inadmisibl­e en cualquier otra edición del Nobel (Handke apoyó abiertamen­te a Milosevic durante la Guerra de los Balcanes). De modo que el Nobel de Literatura volvió a ser un premio concedido por una obra literaria y no un Premio Nobel de la Paz por otros medios.

Es como si cinco gays hubiesen hecho su entrada en la Academia y luego de ponerse a revolver en el guardarrop­as hubieran decidido tirar todo a la basura y aconsejarl­e al individuo en estado crítico que de ahora en adelante debe usar desodorant­e y polvo pédico. Quién sabe cómo seguirá esto en los años venideros, pero el premio a Handke es un buen comienzo –o una demostraci­ón de que, al menos momentánea­mente, los miembros de la Academia dejaron las drogas y el alcohol y se dedicaron a trabajar en serio.

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PETER HANDKE.

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