Del Collège de France a Milagro Sala
La máscara de Foucault. De París a la Argentina Autor: Tomás Abraham Género: ensayo Otras obras del autor: La dificultad; El deseo de revolución; Fricciones; Shakespeare, el antifilósofo; Mis héroes; Una y otra vez, Sarmiento; Los senderos de Foucault; Editorial: Paidós, $ 745
A partir de la publicación de Las palabras y las cosas (1966), libro que lo consolida como una figura disruptiva en el campo académico francés, Michel Foucault ha generado todo tipo de polémicas y recibido todo tipo de acusaciones, o “disparos”, como dice el título de un libro de Horacio Tarcus. Los althusserianos le reprochaban soslayar la revolución de Marx; los lacanianos, no haber tenido en cuenta la ruptura epistemológica de Freud, o peor aún, leer el psicoanálisis como una práctica heredera del dispositivo confesional del cristianismo. Los historiadores lo acusaban de aplicar una metodología poco rigurosa, de omitir datos o referencias, y para los sartreanos no era más que un tecnócrata funcional a la burguesía.
En la primera parte de este libro, Tomás Abraham, que sin duda es el filósofo argentino que más estudió a Foucault (a quien además tuvo como profesor en el Collège de France, durante el Mayo
Francés), repasa algunas de esas polémicas y, por supuesto, se pone del lado de su maestro, excepto en aquellos casos donde es prácticamente imposible asimilar su postura, como por ejemplo cuando en un encuentro con antipsiquiatras sostiene que a lo mejor en las denuncias por abuso sexual a menores habría que tener en cuenta que el niño a veces experimenta cierto goce, e incluso que puede llegar manifestar una conducta de seducción hacia el adulto. Una opinión que, para usar sus propios términos, hoy va más allá del límite de lo decible y de toda episteme pensable.
En el último tramo del libro, Abraham abandona un poco a Foucault, aunque no a uno de sus conceptos más atractivos para la academia: el de biopolítica. Desde ese marco analiza la historia argentina, centrándose en la figura del inmigrante, del gaucho, de Alberdi y su concepción de que “gobernar es poblar”, hasta llegar a Milagro Sala, en quien ve una mujer que introdujo un espacio de poder inédito en la Argentina, que permitió a los pueblos originarios demostrar que “podían organizarse por sí mismos, crecer como grupo y recuperar las historias, los mitos, las creencias y las identidades silenciadas durante siglos”.