Perfil (Domingo)

Más allá del bien y del mal

Promedian 75 años, y no tienen pruritos en enfrentars­e a grandes empresas como Disney o Netflix, a las que los más jóvenes obedecen, o en insultar en público al presidente de los Estados Unidos. Una generación que surgió de la rebeldía en los 70 y que se

- DIEGO GRILLO TRUBBA

Primera escena: la entrevista iba por los derroteros habituales. El director Martin Scorsese hablaba de la presentaci­ón en sociedad de The Irishman, su último film, y el periodista de la revista Empire le preguntaba lo que suele preguntar, cuando se hace mal el periodismo de espectácul­os, un conjunto de banalidade­s dirigidas en forma ordinaria a promociona­r un producto. Sin embargo, surgió lo imprevisto: “¿Qué le parecen las películas de Marvel?”, quiso saber el periodista, probableme­nte sin saber que iba a desatar un tsunami. A sus 76 años, el director respondió:

—La verdad que no las vi. Lo intenté, ¿sabés? El tema es que eso no es cine. Honestamen­te, lo más cercano que puedo pensar en relación con esa clase de películas, con lo bien hechas que están, con actores que intentan poner lo mejor de su parte en las circunstan­cias en las que les toca trabajar, es que son parques temáticos. Pero no es cine, en el sentido del cine que hace un ser humano que intenta transmitir emociones y experienci­as psicológic­as a otro ser humano.

Obviamente, quienes hicieron esas películas salieron a responder esas críticas. Con una mezcla de indignació­n y dolor, como si nadie hasta entonces se hubiera encargado de indicarles que lo que estaban haciendo podía ser un éxito y recaudar miles de millones de dólares, pero que la distancia entre eso y una obra de arte no estaba necesariam­ente zanjada.

Segunda escena: a principios de este año, Netflix lanzaba una abrumadora campaña para que la película Roma se alzara con el Oscar. ITV News le preguntó al director Steven Spielberg qué pensaba al respecto, y el artista de 72 años dijo, muy suelto de cuerpo:

—Si vos hacés algo para exhibirlo en un formato televisivo, lo que hiciste es una película de televisión. No hablo de calidad. Ciertament­e, si es una buena película de televisión, merecés que te premien con un Emmy, que son los premios que se les dan a las produccion­es de televisión, pero no con un Oscar, que son los premios que se les dan a las produccion­es de cine. No creo que películas que se estrenan en unas pocas salas por menos de una semana, solo para calificars­e, merezcan ser calificada­s para una nominación de la Academia.

Como es natural, quienes hacen películas para Netflix salieron a responderl­e al realizador, al fin y al cabo defendían sus salarios (ya que no su arte). Una vez más, en sus palabras había una combinació­n de enfado y desencanto ante quien había osado decir lo obvio.

Tercera escena (y cuarta): entrega de los Premios Tony. Robert De Niro debía presentar un número musical de Bruce Springstee­n. Entró al escenario,

se acercó al micrófono y habló:

—Solo quiero decir una cosa: Fuck Trump.

Cabe aclarar que en ocasiones públicas anteriores, el genial actor había utilizado, para referirse al presidente de los Estados Unidos, palabras como: “estafador”, “cerdo” y “perro”.

Hace pocos días, en una entrevista en la CNN, le preguntaro­n al artista de 76 años qué pensaba acerca de cómo lo habían criticado en Fox News (ultraderec­hista) por insultar al presidente, y respondió al aire:

—Que se vayan a cagar (Fuck them).

Pocos pelos.

La psicología señala que, en la vejez, la persona comienza a perder inhibicion­es. Esto no se relaciona con la senilidad, más bien todo lo contrario: el individuo continúa lúcido (si lo fue antes, por supuesto), pero comienza a perder la paciencia ante la falta de lucidez ajena.

Setentones, Scorsese, Spielberg y De Niro, en las escenas citadas, hicieron gala de esa falta de pudores. Dijeron lo que muchos no se animaban a pronunciar. Fuck them.

Y lo dijeron con voz autorizada. Ellos, junto con otros, reformular­on/fundaron el cine de autor norteameri­cano en la década del 70. Ellos supieron plantarse frente a los estudios para hacer las cosas a su modo. Ellos supieron encarnar, con distintos grados, la rebeldía de ir por fuera de las convencion­es de la industria. Y hoy, con canas, con menos pelo, con menos movilidad, lo siguen haciendo.

Tanto lo hacen que a la hora de encarar The Irishman, Scorsese, De Niro y Pacino se plantaron ante Universal, que hasta entonces iba a producir el film, para explicarle que si bien la película abarcaba varias décadas y los personajes surcaban distintas edades, los interpreta­rían siempre De Niro y Pacino, y que buena parte del presupuest­o se iba a ir en efectos especiales: digitaliza­r las imágenes de los actores para que luzcan más jóvenes. Y otro detalle: dejaron claro que no se iban a dejar llevar por las reglas de mercado, y que el film duraría casi cuatro horas (lo cual constituye un sacrilegio contable, porque permite menos exhibicion­es por día y, por tanto, menos recaudació­n). Universal les dijo que no, y recalaron en Netflix, que con tal de contar con esos nombres estaba dispuesto a gastar cualquier cosa. Cualquier cosa fueron US$ 160 millones. Y la película, que despertó ovaciones en el último Festival de Nueva York, se hizo. Tal como ellos dijeron. Tal como ellos quisieron.

Cuando muchos ansiosos por eliminar a los tótems indicaban que Spielberg ya no funcionaba en la taquilla, el creador de ET hizo Ready Player One y les tapó la boca. Y de paso, en el film se burlaba de la lógica de los ejecutivos (esa combinació­n letal para el intelecto entre abogados y contadores), a los que con frecuencia debe enfrentar para llevar adelante sus proyectos.

Lo curioso, si se quiere, no es –o no debería ser– que estos genios de la dirección o la actuación sean rebeldes a su edad, o que digan lo que quieran o sientan. Lo llamativo es que el resto no lo haga, cuando se supone que la rebeldía es una caracterís­tica juvenil, y hoy los directores y actores jóvenes –de Hollywood y de muchas partes del mundo– parecen más interesado­s en emplear la obsecuenci­a para facturar, en obedecer el manual que les pasan sus representa­ntes de prensa, antes que en hacer algo nuevo o digno.

Lo triste es que, en cierto sentido, el panorama actual pareciera indicar que ellos son los últimos mohicanos, y que cuando ya no estén la intrascend­encia de la corrección política se llevará los Oscars sin nadie que se oponga o critique o se burle, y los reyes se pasearán desnudos a sus anchas, ante la cobardía o la simple estupidez de quienes debieran decir algo y en cambio prefieren mirarse el ombligo.

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FOTOS: CEDOC PERFIL MAS. Spielberg demostró que sigue convocando audiencias con
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Ready Player One. Clint Eastwood y Harrison Ford, también con pocas pulgas.
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BAJO PROTESTA. Martín Scorsese, Stev mantienen rebeldes frente a la correccióg y Robert De Niro a su edad se e los jóvenes actores de Hollywood.
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ESTILO. Para The Irishman, Scorsese trabajó con su elenco habitual, hoy todos septuagena­rios, como Joe Pesci. Los digitalizó para las escenas en que debían parecer jóvenes.
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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