“Soy una actriz con opinión sobre los materiales”
Debutó como directora con Turba, una obra sobre el trabajo esclavo, como actriz será pareja de Julio Chávez en teatro, y vuelve en el 2020 con El Tigre Verón.
Se la nota contenta, muy entusiasmada a Alejandra Flechner. La razón es evidente: el estreno de Turba, la primera obra en la que ocupará el rol de directora, luego de transitar un largo y luminoso camino como actriz. Está en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034), y se le transformó en una aventura artística que la tiene atrapada. Iride Mockert es la autora de la idea y la protagonista del espectáculo, escrito por Laura Sbdar (quien a su vez es directora de Vigilante, un elogiado unipersonal protagonizado por Mariana de la Mata el Centro Cultural Recoleta). Y el foco es un tema espinoso: la trata de personas, un problema que también abordaba La fiera, dirigida por Mariano Tenconi Blanco y con la propia Mockert como única actriz en escena.
“Tengo una mezcla de vértigo y entusiasmo, algo parecido a lo que te pasa con un primer hijo –asegura Flechner–. Es la primera vez que dirijo formalmente, digamos. Hablo de estar a cargo de la dirección integral de un espectáculo. Porque sí pasé por experiencias grupales, como la de Gambas al Ajillo, en la que cada una de nosotras dirigía un poco. Además, soy una actriz con opinión sobre los materiales con los que trabajo. Pero largarme a dirigir esta obra fue algo muy intenso. Es un material increíble desde el punto de vista temático y también del poético. Iride compone dos personajes, madre e hija, capturadas en mundos muy oscuros. Y hace un laburo impresionante. Es una actriz de una singularidad notable”.
El tema central de la obra tiene cifras preocupantes en Argentina. Según un informe reciente del Ministerio de Seguridad nacional, se rescataron en todo el país entre 2016 y 2018 cerca de 2.800 personas que eran víctimas de trata en diferentes modalidades. La mayor parte de las víctimas rescatadas fueron mujeres de entre 18 y 35 años. Trabajaban en talleres textiles clandestinos, establecimientos rurales o eran explotadas sexualmente.
“Trata y prostitución no son la misma cosa –argumenta Flechner–. Yo no soy abolicionista, aunque sé que esa es una postura polémica, también dentro del feminismo. Trata es trabajo esclavo. Respeto a las mujeres que ejercen la prostitución, pero me pregunto cuántas de ellas están obligadas por las circunstancias, por la precarización, por el entorno... Es un tema de clase, para arrancar. Pero esta obra habla concretamente del trabajo esclavo, ese que también encontrás en la maquila y en los talleres clandestinos. Es un tema
“Los que consumen la prostitución de la trata, atraviesan todos los estratos de una sociedad”.
arduo, porque siempre hay varias capas de la sociedad involucradas. Vos no podés robarte una piba de acá y llevártela a un prostíbulo de la Patagonia así nomás. Tiene que estar resuelto el transporte, hay que arreglar con la Policía y con cierto poder político. Los que consumen la prostitución de la trata atraviesan todos los estratos de una sociedad. Es un mundo peligroso. Hay mucha gente metida hasta el tuétano”.
Una de las premisas con las que Flechner encaró el trabajo en Turba fue la de no permitirse bajar línea, como primer objetivo. Otra, la de no perder de vista el humor: “No se trata de hacerse el divertido para alivianar algo que es una patada en el estómago –analiza–. Este material pide procedimientos para separarse un poco, no para contar qué es lo que produce este tema en mi emocionalidad. Uno puede vivir en la guerra y en la miseria e igual reírse y coger. La obra tiene ira, tiene un humor de mierda, tiene cumbia... Yo creo que sirve hacer algo que amplíe nuestros campos imaginarios, que están tan pero tan formateados”.