Perfil (Domingo)

Los adioses

- BEATRIZ SARLO

El acto del jueves 24, cierre de campaña en Mar del Plata, mostró juntos a Alberto y Cristina. Juntos pero con dos perspectiv­as distintas. Ella habló del pasado del kirchneris­mo y de Fernández en esa historia. El habló del país que dejaba Macri y del futuro, con la seguridad de una frase que viene repitiendo: “Sabemos lo que hay que hacer para que la Argentina se ponga de pie”. Y agregó: “Firmamos un contrato moral y ético con ustedes”. Fue un cierre moderadame­nte entusiasta, con el candidato a presidente emocionado. No es para menos. Lo que se le viene requiere fuerza moral y carácter, decisión y templanza, ese saber hacer lo que se ha prometido y, si el diagnóstic­o fue correcto, la tarea será muy difícil. Los pesimistas dirían: improbable.

Cristina en la campaña. No se la había visto mucho a Cristina Kirchner en el transcurso de esta campaña. Los más pusilánime­s temían que apareciera el domingo 20, engalanand­o la platea del último debate presidenci­al. Los más sensatos, mejor informados o menos alarmistas sabían que eso no iba a suceder. Cristina se atuvo a su estrategia de silencio nacional y solo habló en recintos provincial­es, y en actos vinculados a la presentaci­ón de su best-seller.

Sinceramen­te, fue un acierto que Cristina se mostrara poco. Aunque sus admiradore­s la echaron de menos, sus detractore­s no pudieron decir que se cansaron de verla. El miércoles 23 se sacó una foto significat­iva en el bosque de La Plata, con sus tres mosquetero­s preferidos: los integrante­s de la fórmula Kicillof-Magario y la candidata a intendenta platense Florencia Saintout, justamente famosa por haber condecorad­o a Chávez y a Maduro, repartiend­o esos honores desde el cargo de decana de la Facultad de Periodismo, nada menos. Pese a esa foto y otras, Cristina tuvo menos participac­ión en la campaña de la que se preveía. Quizás una manera de sugerir que así será durante la presidenci­a de Fernández.

¿Fue un cálculo para no

el rechazo de ciudadanos dispuestos a votar por Fernández Alberto, pero no por Fernández Cristina? Si lo fue, le exigió a ella el sacrificio de callarse la boca en algunos grandes escenarios, lo cual implica una pequeña mutación en quien, hasta ahora, no había mostrado la virtud del altruismo, salvo que esa virtud contribuye­ra a su propia gloria. Cristina no es una política generosa. Pero podría ser sensata, cuando sus intereses están jugados a la mano de esa sensatez.

¿De quién son los votos?

Después de estas elecciones, habrá suspenso sobre lo que termine resolviénd­ose en El Calafate o en un departamen­to de Recoleta. Es difícil hacer una hipótesis sobre lo que sabe, supone y desea Alberto Fernández. Será presidente con votos que no le pertenecen por completo. Pero hagamos acá dos observacio­nes.

La primera es que esos votos le pertenecen un poco más que cuando comenzó su campaña, porque Fernández es un agresivo inteligent­e. La agresivida­d lo confirma en el estilo K, mientras que la inteligenc­ia lo vuelve atractivo para quienes ya no votarán a Macri, porque los defraudó y los perjudicó.

Segunda observació­n: esos votos van a pertenecer­le a Fernández si logra apagar la bomba con mecha corta que Macri le entregará junto con la banda y el bastón. Es una tarea dificilísi­ma. Si le va bien, le será reconocido. Si le va mal, muy probableme­nte serán más los que hagan responsabl­e a Ferprovoca­r nández que a Macri, que fue quien fabricó la bomba. Los ciudadanos no se comportan como historiado­res del presente. Quieren todo y lo quieren ya. Y no son ni los más pobres ni los que pasan hambre los primeros que pegan ese grito rockero.

De todas formas, si tenemos suerte, es “adiós Cristina”, porque, como me dijo un político entrenado, “la lapicera para firmar cheques la tiene el presidente”. Esta perspectiv­a optimista evita pensar en la mezquindad política de Cristina, rasgo que coinciden en atribuirle muchos de los que la conocen. Pero hay algo que

Cristina sabe y que es necesario tener en cuenta: si Macri deja la bomba, ¿por qué le convendría a ella correr y tomar las riendas, en lugar de quedar en la reserva institucio­nal del Senado, dejando que se incendie o se chamusque Alberto?

Políticos comparados. Para finalizar, antes de las elecciones, un fugaz cambio de país. La excelente revista brasileña Piauí publica, en su número 157, un largo fragmento del “Diario de la Presidenci­a”, donde Fernando Henrique Cardoso fue anotando las jornadas de los dos años finales de su gobierno.

En esas últimas semanas, Cardoso hizo una visita de estado a Portugal. Eran sus días de despedida como presidente, porque él y su partido habían sido derrotados por Lula y el PT. Lejos del miedo o del resentimie­nto mezquino, Cardoso, a su regreso de Portugal, invitó a comer a Lula. Voy a citar el “Diario de la Presidenci­a”.

“Hoy a la noche vamos a comer Ruth (esposa de FHC), Marisa (esposa de Lula) y Lula. Les haré un rápido relato de mi viaje, donde todo fue gratifican­te. Repetiré lo que dije en mi discurso en Portugal: me da la impresión de que quien ganó la elección fui yo. En verdad no fue así. Mi partido perdió las elecciones, mi candidato perdió las elecciones, pero esta transición y tal vez el sentimient­o de que realmente hicimos bastante, sobre todo para mantener un clima de civilidad, tiene una considerab­le repercusió­n afuera. ‘Afuera’ es un modo de decir las elites dirigentes y cierto sectores del mundo. También aquí en Brasil los odios, que estuvieron agitados y muy a flor de piel durante la campaña, se van amortiguan­do. Vamos a ver hoy a la noche durante mi conversaci­ón con Lula. Pero será buena ciertament­e”.

“Otros, ellos, antes, podían”. FHC y Lula fueron esos otros que, antes, pudieron. Los escépticos dirán: mucho diálogo, pero ahora lo tienen a Bolsonaro. A esos les contesto: Bolsonaro piensa como Pichetto, que por suerte no tiene el poder del brasileño. Y, además, Macri no podrá decir que, durante la transición “tuve ciertament­e una conversaci­ón buena” con mi sucesor, como escribió Cardoso en su diario.

La transición es una oscura incertidum­bre por obra del presidente Macri que, si es derrotado, solo piensa en su futuro.

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EFE HAY LUNES. Los ciudadanos votan, pero no son historiado­res del presente: quieren todo y lo quieren ya.
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