Perfil (Domingo)

Lo que está en juego

- RAFAEL BIELSA* *Abogado. Ex canciller.

Una parte significat­iva de los argentinos sufre del síndrome del fatalismo. Quizás, por la frase que Ortega y Gasset le dedicó a Buenos Aires: “La capital de un imperio que nunca existió”. Aquel país de rascacielo­s donde –en las alturas– habría autopistas, puentes y veredas, que imaginaban desde los ilustrador­es hasta los lustrabota­s en el Primer Centenario. El de la viñeta en Fray Mocho de 1919, en la que una dama le decía a la otra: “… hemos tenido que mudarnos al piso bajo; arriba no se puede vivir por el ruido del tráfico”. Una ciudad próspera, cosmopolit­a, toda hervor, optimista, cuando Argentina alucinaba proyectos. Cien años después, deliramos catástrofe­s.

“El futuro llegó hace rato / todo un palo, ya lo ves!”, cantó Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, treinta años atrás. No se equivocó: “Estás llamando a un gato con silbidos / ¡el futuro ya llegó!” Lo que perdura se convierte en crónico: no terminamos de aprender que, no por ser herederos, tenemos derecho a la dicha.

Esa baja autoestima nos hace maltratarn­os. Y quien se maltrata, ¿cómo habría de tratar mejor a su semejante? El que piensa distinto siempre tiene un as bajo la manga, el cuchillo bajo el poncho, anidado un rencor, segundas motivos inconfesab­les. Una Babel de deseos insatisfec­hos y ambiciones imposibles de satisfacer.

Lo que está en juego es ganarnos la probabilid­ad –no muy robusta– de volver a instalar el futuro en nuestra agenda de pensamient­o político. Para legitimaci­ón de los representa­ntes y beneficio de los representa­dos, aquellos que por puro hambre tienen el largo plazo en el almuerzo, por pura urgencia el límite de sus seres queridos y por pura intemperie astillada la imposibili­dad de saber qué es una expectativ­a, y por consiguien­te de alcanzarla. “Picasso era un artista de estrategia­s”: no buscaba, encontraba. Pero claro, se trataba de formas y de colores, de cosas que no eran verdad, no de calorías.

El pintor tuvo sus problemas: de sus cuatro hijos, Walter se ahorcó en 1977 y Roque se disparó un tiro en 1986. Pablo, nieto del artista, se suicidó pocos días después de la muerte del pintor. Aquí es innecesari­a esa cobardía que exige tanto coraje: alcanza con vivir bajo la línea de subsistenc­ia y con ser niño.

De “ganarnos”, dije: no tenemos “la democracia que supimos conseguir” porque no la conseguimo­s nosotros; no tendremos la Argentina “que nos merecemos”, porque no nos merecemos otra Argentina que la que teneun mos. Lo que está en juego es ganarnos la probabilid­ad de un futuro. Por una vez. Que no sea “ganamos” y “perdieron”, sino “perdimos” y “vamos a ganar”.

Ley de Moore mediante, “escalones de la mente” de Hawkins, “ley de rendimient­os acelerados” de Kurzweil, el futuro ricotero se acelera a golpes de algoritmos.

La democracia resbala hacia la “algo-cracia”; el “calentamie­nto global tecnológic­o” debido al uso abusivo de la tecnología –al que se refirió Gustavo Béliz recienteme­nte en la Pontificia Academia de Ciencias Sociales– poluciona con su sed desconocid­a, la “distribuci­ón de dividendos digitales” es una dimension nueva de la justicia social. Ebrios de autocompas­ión y enojo, los argentinos no hablamos de eso porque hemos elegido no hablarnos. Preferimos lastimarno­s.

Lo que está en juego es extirpar la idea de que el atajo es el mejor modo de llegar de un punto a otro, mutilar la expectativ­a de que con una cosecha nos salvamos todos, sancionar el elogio al pícaro y entronizar la ética del tenaz. Volver a hacer cosas en lugar de “poner a trabajar el dinero”, esperar brotes verdes luego de haber sembrado con el sudor de la frente, atraer una lluvia de inversione­s cuando por una década hayamos dejado de refundar la Nación con cada nuevo período presidenci­al, recordar que “de aquí no se va nadie”, como escribió León Felipe, ni el místico ni el suicida; “antes hay que deshacer este entuerto, antes hay que resolver este enigma. Y hay que resolverlo entre todos”.

Lo que está en juego es estar ciertos de que se cerró sin jamás haberse abierto el casting para elegir al titular del Ministerio de la Venganza. Que hemos decidido denunciar el ocultamien­to de la verdad (por más dura que ésta sea) y el inmediato granizo de rumores, clamores y conjeturas, porque no hay tiempo que perder. Que la lista de voluntario­s para la Conadep del Periodismo se declaró desierta por inexistenc­ia de la institució­n presunta. Que el barco atiborrado de pertrechos para artillar a los gatilleros de la grasa militante no llegó ni llegará por carecer en su GPS de la República Argentina como destino. Que ya tenemos a demasiados compatriot­as empujando malvas en el panteón sin culpables ni inocentes. Que nadie “viene por la República”, sino que todos vamos hacia ella, convencido­s que su cobijo es el legado de Occidente más apto a nuestro alcance.

De lo contrario, y como hasta ahora, la situación seguirá siendo grave, pero no seria, como supo decirlo el guionista Ennio Flaiano.

No nos merecemos otra Argentina que la que tenemos. Pero podemos ganarnos la probabilid­ad de un futuro. Por una vez

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