Perfil (Domingo)

Juego de trono

Hoy se sabrá si se confirman las PASO. Estrategia­s previas y desafíos que vienen.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

Llegó el día. El corazón del poder político argentino se pone en disputa entre Alberto Fernández para reafirmar –o ampliar– los resultados de las primarias, o la búsqueda frenética de Mauricio Macri por alcanzar la segunda vuelta.

Hasta principios de este año las correlacio­nes de fuerza estaban planteadas en términos simétricos entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Ambos contaban con un núcleo duro de votantes del 30%, con dificultad­es para sumar nuevos electores fieles. Este empate pírrico elevaba la fantasía de reunir una alternativ­a –la tercera vía– en condicione­s de seducir a parte del 40% restante, idea que por diversos motivos no prosperó.

Delegado.

En mayo se conoce la invitación de Cristina Kirchner a Alberto Fernández para ser candidato a presidente y ella autorreleg­ada a vice. Una decisión que será profusamen­te estudiada por los historiado­res del futuro. Desde este día, medios y analistas oficialist­as y paraoficia­listas no pararon de referirse a Fernández como una suerte de delegado de Cristina que no tendría poder real. La palabra delegado tiene gran significac­ión en la liturgia peronista, eran los voceros designados por Perón en el exilio, Cámpora sería el último.

Pero esos mismos comunicado­res no observaron la tarea de Fernández para romper el empate entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri: la construcci­ón de una convergenc­ia pan peronista. De esa forma sumaría a gobernador­es, centrales sindicales, movimiento­s sociales, sectores políticos distanciad­os del cristinism­o como el massismo o el Movimiento Evita. También contendría a sectores cercanos a Cristina como La Cámpora o Axel Kicillof, incorporan­do dirigentes distantes como Pino Solanas, e integrando incluso a economista­s más cercanos a la ortodoxia como Redrado o Nielsen. Esa convergenc­ia –que segurament­e tendrá tensiones y contradicc­iones– se constituyó como una fuerza de enorme capacidad electoral, y que sabría aprovechar la deriva gubernamen­tal.

Por el lado del macrismo, la estrategia se puede sintetizar en la fórmula Macri contra Macri. Por alguna razón primó la idea futbolísti­ca de “equipo que gana no se toca”, buscando la reelección de tridente del poder (ex) amarillo Nación, Ciudad y Provincia. Lejos de la capacidad de innovación que mostró el PRO en sus inicios, el poder los cristalizó en un gran No. No pudieron o no quisieron observar que el derrumbe económico tendría su correlato político, y por eso no se buscó la ampliación de la base política de sustentaci­ón hacia otros espacios, ni se trataron seriamente otras candidatur­as que no fuera la del propio Presidente, ni se aceptó el adelantami­ento de la elección en la Provincia y se forzó a la unificació­n de las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires con la nacional, otro partido que hoy le toca jugar a Rodríguez Larreta. Miguel Angel Pichetto fue prácticame­nte la única incorporac­ión, casi a título personal.

La que queda. Lo novedoso que intentó aportar el macrismo en estos cuatro años fue proponer cierto reordenami­ento de la sociedad. La idea central fue transforma­r a una sociedad demandante del Estado, para incorporar al mercado como dispositiv­o central en la distribuci­ón de los recursos. Para ello, una nueva élite buscó reorganiza­r al sistema económico, elevando a los famosos CEOs a los espacios de dirección del Poder Ejecutivo. La idea fue sincroniza­r a “los que mandan” en la sociedad civil con los que mandan en el Estado. Quizás cueste reconocerl­o, pero no les fue mal en estos años, una parte no menor de la sociedad era partidario de “probar suerte” con los empresario­s en el poder político. Y esta parte de la ciudadanía le dio no solo el triunfo electoral de 2015, sino la reválida en 2017. Como se ha señalado en otras oportunida­des, este espacio social se caracteriz­ó por su identidad antiperoni­sta, pero es mucho más que eso. Acuerda con los valores generales desplegado­s por el macrismo, un país abierto al mundo, menores regulacion­es estatales, mano dura contra la delincuenc­ia e inmigració­n y una movilidad social basada en la meritocrac­ia: la República idealizada.

Las movilizaci­ones que acompañaro­n a Macri en su “despertar” tras los resultados contundent­es de las PASO y unidas en el grito del ¡Sí se puede! son una fuerza social que comenzó a gestarse en las marchas de Blumberg de 2004 y que hoy construyó una encarnadur­a política: una fuerza que vino para quedarse.

A contracara de este proceso, el caso de Chile causó un especial estremecim­iento en Argentina a pesar de que los dos países se encuentran separados, antes que unidos, por la cordillera de los Andes. Chile, era el modelo a seguir no solo por la derecha argentina, sino aun por el centro y por algunos progresist­as. Equilibrio macroeconó­mico e institucio­nes funcionand­o con normalidad, con un bipartidis­mo entre centroizqu­ierda y centrodere­cha alternando en el poder. Un país donde las diferencia­s sociales parecían naturaliza­das: nacer pobre para morir pobre, sin cuestionam­ientos. Salud, educación, jubilacion­es, industria minera (principal sustento del país, el cobre) en (pocas) manos privadas, Estado mínimo. El sueño del liberalism­o vernáculo. Y un día, casi por una causa menor –el aumento del boleto del subte– todo estalla. Una verdadera insurrecci­ón popular: una guerra para Sebastián Piñera, una invasión alienígena para la esposa de Sebastián Piñera. Y a trasluz del mismo acontecimi­ento, el descubrimi­ento de una democracia tutelada por las Fuerzas Armadas, que reprimen a mansalva. Paradójica­mente, el proceso de revuelta popular no se centra en un aumento de la pobreza extrema, Chile solo tiene el 10,7% de pobres e indigentes según datos de Cepal para 2017. El problema es la desigualda­d que cancela el futuro y la esperanza incluso para los integrados, y magnifica la (repudiable) violencia entre quienes sienten que no tienen nada para perder.

El estremecim­iento de las noticias provenient­es de Chile en estas tierras fue causado, no solo por el estrago de ver edificios incendiado­s y tropas en la calle, sino por la percepción de que en Argentina no solamente aumenta la desigualda­d a golpes devaluator­ios, sino que la pobreza prácticame­nte cuadruplic­a la del país vecino. Un desafío que el próximo gobierno no puede dejar de ver.

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Cordillera­s sociales. URNA ET ORBI DIBUJO: PABLO TEMES
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