Perfil (Domingo)

La crisis de la democracia representa­tiva

- JAIME DURAN BARBA* *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

La democracia está en crisis por la extensión y profundiza­ción de la revolución de las comunicaci­ones. En esta columna hemos hablado acerca del tema desde hace años, y hemos sugerido una bibliograf­ía que ayuda a entender el tema. Desgraciad­amente, los círculos intelectua­les de América Latina siguen discutiend­o los textos de dos intelectua­les de la época de la Primera Guerra Mundial, Antonio Gramsci y Max Weber, que no ayudan a comprender la aparición de la política horizontal y la segunda revolución industrial asociada a internet, los ordenadore­s, la robótica y la impresión 3D. Es imposible entender lo que ocurre en nuestros días con categorías de hace cien años.

Estas semanas se desató en el mundo una ola de rebeliones que parecerían sincroniza­das por alguien o impulsadas por alguna teoría. En América Latina algunos políticos creen que es un plan orquestado por Maduro y Cuba, cosa que parece poco probable. La isla socialista no es la potencia que intervenía militarmen­te en Africa y armaba guerrillas en el continente con el respaldo político y económico de la Unión Soviética, y Maduro es un narco gobernante marginal que no tiene recursos ni para llevar a su país comida y medicinas, menos con la fuerza y la inteligenc­ia necesarias para armar un plan subversivo continenta­l.

En Ecuador se produjo una sublevació­n indígena cuando el gobierno quitó el subsidio a la nafta y al diésel. Detrás de ella se agazaparon cientos de personas y pymes de la revuelta, cada una con sus propios propósitos. Desde organizaci­ones ecologista­s que exigían que bajara el precio de los derivados del petróleo para incentivar su consumo, hasta grupos de marginales de todo tipo que aprovechar­on la oportunida­d para robar y saquear. En las urbanizaci­ones que rodean Quito apareciero­n bandas de asaltantes enmascarad­os que pretendían saquearlas o cobrar un rescate por no hacerlo.

Ecuador limita con la zona de Colombia en que fue fuerte la guerrilla, en donde existen decenas de miles de “desmoviliz­ados” que nacieron y vivieron en las zonas liberadas y solo saben trabajar para narcotrafi­cantes, secuestrar y matar. Es difícil que, gracias al acuerdo de paz, organicen una cadena de heladerías. Al caotizarse Ecuador vieron una buena oportunida­d de trabajo que nada tenía que ver con la izquierda.

Entre los enmascarad­os armados que proliferar­on, algunos hablaban con dialecto venezolano. Probableme­nte eran parte de los cientos de miles de venezolano­s en situación de extrema miseria que se han asilado en Ecuador y no partidario­s enviados por Maduro con alguna consigna.

El caso ecuatorian­o sirve para analizar el comportami­ento que se ha reproducid­o en los demás lugares: destrucció­n de un centro colonial del siglo XVI, ataque sistemátic­o a la “prensa burguesa que no nos interesa”. Los contestata­rios secuestrar­on a 15 periodista­s y al de Teleamazon­as le rompieron la cabeza a pedradas. No hubo ningún dirigente o partido que encabezara las manifestac­iones que fueron semejantes a las que derribaron a otros tres presidente­s, y fueron protagoniz­adas por muchísima gente que se comunicaba entre sí directamen­te.

Por su parte, el gobierno no tiene estrategia y cometió innumerabl­es equivocaci­ones pero las leyendas que se inventaron para respaldar a los alzados fueron casi cómicas para quienes conocemos el país. Finalmente, Lenín Moreno derogó el alza de combustibl­es aunque había anunciado que no lo haría jamás.Los alzados pertenecía­n a muchos grupos de todo tipo, desde delincuent­es comunes hasta personas que creen en algo, o simples revoltosos. Solo tenían en común la hostilidad al sistema, el celular e internet.

Algo semejante pasa con la movilizaci­ón que conmueve a Chile. De pronto cae en el caos un país que parecía ordenado, con un crecimient­o económico constante y una democracia sana. El pretexto que sirvió para incendiar muchas ciudades que ni siquiera tienen ese servicio fue el alza de cinco centavos de dólar en el boleto del subterráne­o. El viernes casi 2 millones de personas salieron en todo el país a las calles para manifestar­se en contra del gobierno y rechazar las medidas improvisad­as para detener el caos. Inicialmen­te, Piñera declaró la guerra a actores imaginario­s, sacó al ejército a las calles, para terminar derogando las medidas en pocos días.

Los partidos y los sindicatos no encabezan nada. Es una rebelión que se prende en cualquier momento, en cualquier lado, por cualquier causa, y se apaga también de manera imprevista. Muchos creíamos que Chile era un país con una democracia sana en la que se practicaba la alternabil­idad. Nos enteramos de pronto que era mentira. Que el problema son los treinta años de democracia, como si hubiese gobernado el mismo partido y todos los que rechazan lo sucedido no hubiesen podido participar en los comicios. Los manifestan­tes solo tienen en común la hostilidad al sistema, el celular e internet.

Haití está sumido en el caos. Los haitianos quieren destituir al presidente Jovenel Moïse acusándolo de corrupción, arrogancia, promesas incumplida­s y mentiras sistemátic­as. Lo que todos repiten es “Kot kòb PetroCarib­e a?”, ¿en dónde está el dinero de Petrocarib­e? La petrolera estatal recibió 4.300 millones de dólares de Venezuela que aparenteme­nte fueron a los bolsillos de los gobernante­s. El escándalo se agudizó después de que alguien filtró informació­n cuando Moïse votó este año en la OEA en contra del régimen de Nicolás Maduro. Nuevamente, las movilizaci­ones no cesan, son caóticas, no hay una cabeza que las comande, lo que tienen en común son los celulares e internet.

Contrarian­do la relación entre economía y estabilida­d política, el Perú crece desde el gobierno de Alberto Fujimori a un ritmo sostenido. Todos los que ocuparon la Casa de Pizarro terminaron presos o muertos, terminaron sus mandatos en medio de tumultos y hundidos en una extrema impopulari­dad. Las revueltas han sido difíciles de controlar en un país en el que la economía próspera convive con el extremo desequilib­rio político. En un último episodio, el presidente Martín Vizcarra decretó la disolución del Congreso y llamó a elecciones parlamenta­rias. El Congreso suspendió al presidente por 12 meses por “incapacida­d temporal” y designó presidente previsiona­l a Mercedes Aráoz, que renunció casi de inmediato.

En Bolivia, Evo Morales, que ya perdió una consulta acerca de la reelección, se proclamó presidente electo después de un escrutinio a todas luces sospechoso, rechazado por la comunidad internacio­nal. Las calles del país están tomadas por una multitud que pide que haya segunda vuelta.

En México, las fuerzas federales apresaron por una pocas horas a Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán, uno de los narcotrafi­cantes más importante­s del mundo. Se generó una movilizaci­ón masiva de integrante­s del cartel, dirigidos por su medio hermano Iván Archivaldo Guzmán que bloquearon los accesos y salidas de la ciudad de Culiacán. Los encapuchad­os sembraron el caos en la ciudad disparando repetidame­nte y provocando explosione­s. Los hombres del cartel de Sinaloa atacaron cuatro municipios más y rodearon a las tropas que habían capturado a Ovidio. Fue tan enorme el operativo militar de los narcotrafi­cantes que las autoridade­s decidieron retirarse, dejando en libertad a los hijos del Chapo.

En esta ocasión, no fue la movilizaci­ón de grupos populares, sino el uso de la tecnología por parte de una organizaci­ón delincuenc­ial, el que puso en jaque la autoridad del gobierno mexicano. México es un país enorme con mucha riqueza y heterogene­idad que puede ser pasto fácil de esta nueva etapa de anarquizac­ión de la política.

La crisis no está solo en la región. En todos lados se prenden protestas incontrola­bles originadas en algo que puede o no ser importante, pero incendian los países. En el Líbano el gobierno quiso cobrar las llamadas que se hacen por la red y una sublevació­n popular lo obligó a derogar la medida. En Francia, Macron tuvo que derogar sus medidas económicas después de sufrir el asedio de los chalecos amarillos, que incendiaro­n el país. Su interlocut­or no fue la Confederac­ión Nacional del Trabajo ni el Partido Comunista, como habría ocurrido en otros tiempos, sino grupos inorgánico­s de rebeldes, sin ideología ni liderazgos importante­s.

En Hong Kong, China tuvo que claudicar y derogó la ley de extradició­n después de semanas de movilizaci­ones de la gente. Las protestas salvajes de Cataluña han destruido la economía de la otrora próspera autonomía, que se hunde en la crisis por decisiones sentimenta­les de multitudes sin un liderazgo que pueda analizar racionalme­nte el problema. Otro tanto ocurrió con el plebiscito por el Brexit, que sacó al Reino Unido de la Comunidad Europea, con la opinión en contra de las principale­s élites del país y solo traerá penurias a los británicos en general y a los pobres en particular.

Parecería que las manifestac­iones que se ven en la película “El Guasón” explican mejor la anarquía que se ha desatado en el mundo que las teorías de los cientistas políticos.

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AP BOLIVIA. La mitad del país reclama por un escrutinio dudoso y salió a las calles.
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