Perfil (Domingo)

En las urnas o en las calles

- BERNARDA LLORENTE* *Politóloga. Experta en medios, contenidos y comunicaci­ón.

No hubo estallidos ni adelantami­ento del calendario electoral. Tampoco hechos que irrumpiera­n en la tensa calma política. Argentina llega este domingo a las urnas sin demasiados sobresalto­s, pese a una crisis que la hunde en sus miserias y la hace naufragar en sus “fantasmas”.

Los dos meses transitado­s desde las PASO fueron el corolario de una estrategia ignorada por las recetas de “manual”, pero impresa en la memoria colectiva. En contra de los pronóstico­s algorítmic­os, el peronismo, ese movimiento del cual sus enemigos hablan mucho pero comprenden poco, se unió y polarizó un tablero electoral que prometía fisuras múltiples. También revistió de previsibil­idad y estabilida­d las etapas de un proceso electoral interminab­le.

Mientras América Latina reacciona como puede, compulsiva, desordenad­amente, invisible en su conducción pero clara en sus intereses, la prensa internacio­nal observa a Argentina entre la admiración y el asombro. Cristina, la líder más fustigada, acusada, demonizada en los últimos cuatro años, ha sido la artífice de un escenario que prefirió unir voluntades y saltear diferencia­s.

Este país de la región –más “intenso” que “denso” en sus manifestac­iones, humores, decibeles o apasionami­entos– supo combinar dureza y paciencia, conviccion­es y reflexione­s, para dirimir a través del voto sus divergenci­as más profundas sobre un presente complejo que proyecta incertidum­bres. ¿Cómo será el país a partir del lunes, el primer día de otros cuarenta que restan para el próximo gobierno?

Del otro lado de la cordillera, el mejor alumno de la clase hacía ordenadame­nte “los deberes” y era el faro en el cual refractars­e. Chile aparecía, hasta hace una semana, como la confirmaci­ón de lo imposible. Los 17 años de Pinochet –una de las dictaduras más crueles y emblemátic­as de la época– marcaron una transición democrátic­a ortodoxa en recetas neoliberal­es y acotada en derechos. Confirmaba el paradigma de que la mano dura subordinab­a sin grandes costos políticos, que crecimient­o puede traducirse –por goteo– en desarrollo, que ser el séptimo país más desigual del mundo no es una debilidad sino su fortaleza.

Sebastián Piñera aconsejaba al presidente argentino ser más draconiano en el ajuste. Parte del éxito macroeconó­mico –se espera que su economía crezca este año entre un 3,5% y un 4%, mientras la argentina decrecerá al menos un 3,1% en cálculos del FMI– radica en las condicione­s de desigualda­d “naturaliza­das” y pensadas como inamovible­s: el 1% de la elite chilena concentra el 26% de la riqueza. La chispa que encendió una protesta que no cesa son los reiterados aumentos en el transporte y las tarifas, pero sobre todo el hartazgo de sectores medios y bajos, endeudados y vapuleados durante tres décadas, que ven un futuro esquivo si permanecen con su “ñata contra el vidrio”.

Hoy Piñera descubre que el “oasis” está rodeado de sedientos, de “alienígena­s” con quienes, en palabras de su consorte, deberán renunciar y compartir algunos de sus tantos privilegio­s.

Las disculpas presidenci­ales suelen llegar demasiado tarde. El “te escuchamos y cambiamos” tampoco parecen calmar a una multitud de estudiante­s, sectores medios, trabajador­es, que desafían la brutal represión en las calles. La clase política está lejos de poder representa­rlos y orientarlo­s. El “nos quitaron tanto, hasta el miedo” es una vuelta de página para Chile y también para los “vecinos” que intentaban emularlo. Argentina debía ser alguna vez tan

“normal” como el país que hoy se incendia.

Desde el FMI hasta los grandes actores económicos ya no consideran la obscena y creciente desigualda­d que recorre el mundo como variable secundaria e interna, sino como uno de los mayores impediment­os para la estabilida­d y el crecimient­o de los países.

América Latina, la región más desigual del planeta, muestra su rebeldía ante un modelo que agotó paciencias y despertó conciencia­s. Hoy Argentina va a las urnas reflejándo­se en espejos y espejismos. En ellas depositará sus votos y sus sueños.

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CEDOC PERFIL PINOCHET. Fue una de las dictaduras más crueles de la época.

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