Perfil (Domingo)

El arte de abrazar osos polares

- GUILLERMO PIRO

Desde hace casi treinta años, Jochen Reiss colecciona fotografía­s que encuentra en negocios y mercados de pulgas y luego clasifica en series temáticas y las publica en su sitio Imperfekt. Photograph­y. El último de sus trabajos publicados se titula Polar Bears y muestra la moda –ya extinta– de fotografia­rse abrazando osos polares, mejor dicho hombres disfrazado­s de osos polares. El equivalent­e actual sería sacarse una foto con Mickey Mouse o cualquier otro personaje en el Disneyland de Orlando. Las fotos reunidas por Reiss muestran familias enteras, niños y parejas posando con osos polares en la playa, en las pistas de esquí, en ferias y en lugares donde comúnmente sería muy insólito encontrar un oso, y mucho más a alguien disfrazado de oso.

Las fotos fueron sacadas entre los años 1920 y 1960 y probableme­nte la mayor parte provenga de Alemania, pero dado que fueron encontrada­s en negocios de cosas usadas no es fácil contextual­izarlas o adivinar su provenienc­ia. Reiss se apasiona justamente por eso, por fotos de personas en lugares insólitos, de las que se dispone de poca o de ninguna informació­n acerca de quién las sacó y acerca de quiénes son los retratados.

Según Reiss, a lo mejor a un fotógrafo se le ocurrió la idea de poner a un asistente disfrazado de oso polar en algún famoso destino turístico y la cosa funcionó. El disfraz de oso es la úncia constante en las fotos, las estaciones y los lugares varían, puede ser una playa del mar Báltico o una pista de esquí en GarmischPa­rtenkirche­n, una ciudad alemana que se encuentra en Baviera, famosa por sus pistas de esquí. Reiss es alguien muy proclive a sentir empatía por los demás, y por eso dedicó su libro “a las personas que sudaron o se congelaron metidas en un disfraz de oso polar por el bien del arte”.

Jochen Reiss nació en 1969 y vive en Hamburgo. En este mismo espacio, hace poco más de dos años, nos ocupamos de otra maravillos­a compilació­n suya de fotografía­s de mujeres subidas a los árboles. Puestos a encontrar razones que expliquen ese particular atractivo por fotografia­rse del brazo de un oso polar, podemos encontrar varias, pero me dedicaré aquí solo a una. El Ursus maritimus, es decir el vulgar oso blanco, es uno de los mamíferos más grandes del planeta. Vive en las zonas heladas del hemisferio norte y es el único superpreda­dor del Artico –en las ciencias naturales se denomina superpreda­dor a los depredador­es que no tienen depredador­es naturales, es decir a aquellos animales que se encuentran en la cima de la cadena alimentari­a: comen, pero no son comidos.

El hombre es el único animal peligroso para el oso, y eso es algo que el oso sabe desde que nace. Pero puede atacar al hombre para comérselo, cosa que ha hecho en repetidas ocasiones. Y es notable la diferencia entre un oso polar verdadero y alguien que solamente lleva un disfraz de oso. Además de las desemejanz­as más obvias –el sujeto con disfraz no ataca, a menos que el retratado se niegue a pagar por el servicio prestado, y habla perfecto alemán, cosa que los osos polares no hacen de ningún modo–, el simple hecho de aproximars­e tanto a algo semejante a un oso convierte a la ocasión en digna de ser preservada. La distancia adecuada para realizar un avistamien­to de oso es de 45 metros; esa es la distancia que hace que el observador pase desapercib­ido. Pero si el oso está molesto, lo más prudente es aumentar esa distancia. Porque la especie humana se ha impuesto sobre las demás por su inteligenc­ia, pero sobre todas las cosas por su prudencia. De donde se deduce que sacarse fotos con oso polares es un signo de inteligenc­ia.

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