Máquinas humanas
La crónica es uno de los géneros más inquietantes a la hora contar una historia y su hibridez la convierte en una especie difícil de encontrar en la actualidad. La aparición de Japón desde una cápsula, de Julián Varsavsky, ya es un hecho para celebrar por ese motivo.
A lo largo de veintisiete capítulos, el licenciado en Comunicación por la UBA se adentra dentro de un mundo tan misterioso y lejano como es el de la sociedad japonesa para los ojos de un occidental promedio. A partir del descubrimiento de los hoteles cápsulas –hospedajes en donde se duerme en pequeños espacios apilados en una pared y que pueden estar atendidos por robots–, Varsavsky retrata los detalles de un estilo de vida en donde la soledad es el motor de un negocio perfecto.
Los diferentes avances en materia de robótica y programación van en esa dirección: crear acompañamientos virtuales para vidas sentimentales y amorosas cada vez más disfuncionales, en donde encajar
dentro de los parámetros de una sociedad tan ordenada y prolija tiene sus consecuencias en los planos de la intimidad. Personas cada vez más solas, entregan su cariño a los affective robots: máquinas que toman la forma de mascotas, niños o figuras fantásticas.
Ahora bien, toda norma tiene sus vías de escape y el autor logra reflejar ese terreno con precisión y sagacidad. Así, personajes como los cosplayers, los consumidores de hentai, los fanáticos de bandas pop sin talento formadas por adolescentes y los bares que actualizan el concepto de geisha, también forman parte de ese entramado social tan particular como el japonés.
Varsavsky, además de llenar de color e información cada una de sus crónicas, también las reviste de teoría al incorporar su lectura del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, una suerte de Foucault del siglo XXI. La conclusión es aterradora: el Estado ya no necesita reprimir en una sociedad como la japonesa; los modelos de consumo y autosuperación nos vuelven nuestros propios verdugos. Este libro invita, al fin y al cabo, a un viaje por el desafiante mundo de las máquinas, que no es más que el escalofriante mundo humano.