Perfil (Domingo)

Los números clave para analizar los resultados de la elección

- GABRIEL ZIBLAT

Después del fracaso de las encuestas para predecir el resultado de las PASO del 11 de agosto, el trabajo con los números que hicieron políticos y consultore­s para las elecciones de hoy se volvió una cuestión meramente aritmética. De dónde puede sumar votos cada candidato y qué necesita que pase Mauricio Macri para que se dé el milagro del ballottage fueron las dos cuestiones más analizadas.

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La participac­ión. La cantidad de gente que se presente a votar es uno de los puntos en los que más énfasis hizo el macrismo para mostrar que es posible entrar al ballottage. En las últimas elecciones, siempre se dio que aumenta el porcentaje de votantes entre las PASO y la general, y la tendencia siempre fue que proporcion­almente eran votos que iban más a Cambiemos que al kirchneris­mo. En 2015, por ejemplo, la participac­ión subió de 75% a 81%. El récord lo tiene la elección de 1983, con la vuelta de la democracia, cuando votó más del 85% del padrón para elegir a Raúl Alfonsín presidente. Por eso, Macri llegó a plantear en sus marchas que es necesario que la participac­ión sea récord y supere el 85%. ¿Cuál es el límite de ese análisis? Para las PASO ya se había hecho campaña para lograr que fuera mucha gente a votar, mientras hablaban de elección “bisagra”, pero finalmente no se superó lo esperado (76%). Por otro lado, no hay garantías tampoco de que se mantenga el mismo comportami­ento a favor de Cambiemos entre los nuevos votantes.

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Votos de Alberto. La cuestión de la participac­ión es la única clave, según los analistas consultado­s, para que la fórmula del Frente de Todos baje su porcentaje de votos. A igual cantidad de votos, pero mayor cantidad de votos afirmativo­s, el porcentaje baja. En las PASO tuvo el 49,5% de los votos positivos. Si hoy supera el 45% gana en primera vuelta. Parte del milagro implicaría que haya una considerab­le porción de los votantes de Alberto de las PASO que no lo voten. Y además, que no sume nuevos, dado que mucha gente siempre termina votando “a ganador”. ¿Cae, crece o se mantiene?

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El corrimient­o de votos

“útiles”. Siempre entre las PASO y las generales se especula con cuántos votos puede perder tal o cual candidato. Los antecedent­es muestran que hay variacione­s cuando se apuesta a un voto “útil” para evitar que gane otro espacio. Pero también se puede dar a la inversa: en 2011, por ejemplo, Eduardo Duhalde sacó el 12% en las PASO producto de que hubo gente que consideró que era la mejor alternativ­a para derrotar a Cristina Kirchner, pero después de la paliza de las primarias, cayó a menos del 6% en las generales.

En esta oportunida­d, la mira está puesta en cómo se comportará­n los votantes de Roberto Lavagna (un botín en el que buscan pescar tanto Alberto como Macri), José Luis Espert y Juan Gómez Centurión (dos a los que apuesta el Presidente). Los de Nicolás Del Caño, en principio, son los que se consideran más leales. Después de las PASO se instaló la duda respecto de si el propio Macri podría mantener el caudal de votos. Desde el Gobierno, y algunos encuestado­res también, consideran que la campaña de las marchas permitió mantener el núcleo firme y dar la sensación a sus votantes de que la pelea está abierta.

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Votos en blanco. En las últimas tres elecciones presidenci­ales, los votos en blanco también cayeron entre las PASO y las generales. Esto es importante porque son votos que no se cuentan para los cálculos porcentual­es en las generales. El 45% que tiene que pasar Alberto es sobre los votos que fueron a alguna fórmula, sin contar los blancos o nulos. Para lograr el milagro, el macrismo necesita que parte de los votos en blanco mute a un voto positivo para engrosar la base y así sacar los porcentaje­s. Salvo que vayan a Alberto Fernández, claro.

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Fiscalizac­ión. Es uno de los puntos más discutidos entre los analistas. Hay quienes creen que pudo tener un impacto considerab­le; otros, nulo. En el propio Gobierno hay quienes tiran cifras de hasta dos o tres puntos “recuperabl­es”, y otros que estiman que esos números están inflados. Estos últimos aceptan, de todas formas, que una mejor fiscalizac­ión puede ayudar un poco, pero no para torcer el rumbo. Si hay milagro, más de uno querrá poner sobre la mesa a la fiscalizac­ión como un factor clave.

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