Perfil (Domingo)

Tres parejas desparejas

- SILVIA RAMIREZ GELBES* *Directora de la Maestría en Periodismo de la Universida­d de San Andrés

En su Retórica (Libro I, capítulo III), Aristótele­s se refiere, entre otros, a los caracteres del género epidíctico. El género epidíctico es un tipo de discurso que recuerda lo sucedido o conjetura sobre lo venidero, con el objetivo de elogiar o de vituperar las acciones de alguien.

La campaña política que desembocó en las elecciones del 27 de octubre estuvo más asociada al género epidíctico que a los actos compromisi­vos (como diría John Searle). Las propuestas fueron pocas, nadie lo niega.

También los discursos de reconocimi­ento de la derrota y de agradecimi­ento por el triunfo –los que se hicieron pasadas las 9 de la noche del domingo– ostentaron un cariz epidíctico. Cada una de las dos coalicione­s principale­s tuvieron tres oradores destacados. Y se me ocurre (si usted me lo permite) que pueden ponerse en paralelo uno a uno. Dos hombres, dos mujeres, dos hombres.

Emparejado­s por el aliento de la victoria, Horacio y Axel le hablaron a su gente. Uno, a la Ciudad. Otro, a la Provincia. Unico de su espacio engalanado por el cotillón PRO, Horacio expresó su complacenc­ia con ese entusiasmo siempre medido que lo caracteriz­a. Como en emisiones electorale­s anteriores, agradeció también “a los que no nos votaron, porque nos muestran que siempre podemos mejorar”. E hizo un racconto de su agenda pasada y futura de gestión: la salud, la educación, el empleo joven, los jubilados, la innovación, el medioambie­nte. Axel, entre risas nerviosas y tonos de barricada, se ocupó de señalar con cifras algunos de los déficits que le quedan (los nueve puntos de caída del PBI, la duplicació­n del desempleo y su consecuent­e multiplica­ción de pobres, la deuda externa), resumidos en una frase: “La situación económica de la Provincia es de tierra arrasada”. Precavido, eligió esa forma de anticipar que lo que viene no serán rosas.

Y, enérgico en la queja, se permitió una humorada: “Bonaerense­s y bonaerensa­s (ésta la tenía pensada hace rato)”.

Emparejada­s por distinta circunspec­ción, María Eugenia y Cristina se mostraron más tranquilas que el resto. Como una “apostolesa”, la gobernador­a saliente de Buenos Aires reconoció pronto la derrota y destacó su propia vocación de servicio y su elección por la Provincia. “Este es un proyecto pospuesto”, dijo, anunciando que su carrera no está eclipsada, ni mucho menos. Como una viuda insigne, Cristina recordó desde el escenario a sus hijos (Máximo –que estaba a sus espaldas–, Florencia –que sigue en tratamient­o en Cuba–) y, sobre todo, a su esposo, Néstor, justo en el día del aniversari­o de su muerte. Con voz grave y gesto menos exultante que en otros tiempos, dio micrófono a los cantos de los militantes (“A volver, a volver, vamos a volver” y “Néstor no se murió”) y pidió la unidad de “todas las vertientes del campo nacional, popular y democrátic­o” para que nunca más vuelvan “las políticas neoliberal­es”.

Emparejado­s por la función, Mauricio y Alberto se presentaro­n confiados. Más relajado que de costumbre, el actual Presidente hizo un discurso que –por fin– sonó genuino. Macri felicitó al presidente electo, reveló que se reuniría con él en un desayuno y destacó, satisfecho –al fin y al cabo, los guarismos lo consolidan como líder de la flamante oposición–, que seguirá comprometi­do en “cuidar la democracia y la República”. “Juntos”. El presidente electo, por su parte, tan conciliado­r como su antecesor, pero mucho más emocionado, agradeció al pueblo, a sus contrincan­tes y también a Néstor Kirchner –“donde estés”, dijo–. Y con el índice en alto, ya sin presiones de construcci­ón de imagen, resumió que el mandato que le da el pueblo es la defensa de lo público y volver a “poner a la Argentina de pie”. “Con todos y todas”.

Tras una campaña extensa en un clima tenso y con una realidad intensa, ellos y ellas elogiaron y vituperaro­n a propios y a ajenos. Es decir, hicieron discursos epidíctico­s. Pero lo más relevante, en definitiva, es que ganamos las argentinas y los argentinos. Porque decidimos. Y porque la democracia.

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PABLO CUARTEROLO CIUDAD. Horacio expresó su alegría con entusiasmo medido.

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