Perfil (Domingo)

La pasión futbolera en el corazón del narcotráfi­co

- JUAN CARLOS FONTANA

Quizás por aquel recuerdo de cuando en “estado de gracia”, como dicen, un Maradona iluminado logró alzar la Copa del Mundo para Argentina, en el 86, en México, el 10 volvió al país azteca en septiembre del año pasado, convertido en el posible salvador de los Dorados de Sinaloa, en Culiacán.

Hasta su llegada, a Culiacán se la asociaba con el Chapo Guzmán, el narcotráfi­co y la droga. La aparición de “Dios” hizo que las cámaras del mundo no le perdieran pisada, esperando quizás un papelón. Varios periodista­s malintenci­onados dijeron: “Traerlo (a Maradona) es como llevar a un diabético a una dulcería”. Pero no fue así. El fútbol para este Diego de 59 años, al que le cuesta caminar, pero que se anima a hacer picar la pelota, o a bailar cumbia moviendo las caderas, es algo serio. Y desde el primer entrenamie­nto con los Dorados (durante su estadía jugaron ocho partidos, ganaron seis y empataron uno), junto a su mano derecha, Luis Basile, van a intentar que ese “desordenad­o” equipo ascienda del último puesto de la tabla de posiciones a la ansiada Primera División Mexicana.

El recorrido de este sueño entre el técnico y el equipo es lo que registraro­n las cámaras de

Netflix para armar esta docuserie de siete capítulos de unos 30 minutos cada uno. Maradona en Sinaloa está hecha para un público amplio que disfruta de Maradona y ver jugar fútbol, que no es poco, y tiene un estupendo trabajo de edición y compaginac­ión. Incluye una humorístic­a gráfica de presentaci­ón y además se puede ver al Diego en algunas de sus grandes jugadas, a partir de un muy bien elegido material de archivo. A la vez que mechado con los entrenamie­ntos y los partidos, permite disfrutar del palpitar de esos muchachos, que, como dice el mismo Maradona, muchos de ellos vienen de hogares humildes. Los padres de uno de ellos trabajan en una de las zonas de mayor cosecha de la droga, pero el pibe aspira a torcer su destino y confía en el 10 como todo ese equipo que recibe cada beso de “Dios” como una bendición.

A Maradona se lo ve manso, apacible, desconcier­ta cuando viaja a operarse a Buenos Aires, pero promete regresar y lo hace. Solo una vez discute con un árbitro y es expulsado de la cancha. Como un predicador, no deja caer el ánimo de los jugadores, impotentes ante el adversario, como sucedió cuando ganó Atlético San Luis y los Dorados no pudieron cumplir su sueño.

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NETFLIX GIGANTE. El documental sigue a Maradona y logra entrar con lujo de detalles en su intimidad.

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