Perfil (Domingo)

Contra la pedagogía y otros contras

- GONZALO SANTOS

Tómelo o déjelo

Autor: Henri Roorda Género: ensayo Otras obras del autor: Mi suicidio; Le Pédagogue n’Aime pas les Enfants, Mon Internatio­nalisme Sentimenta­le Editorial: Paradiso, $ 580 Traducción: Ariel Dilon

El hecho de que un escritor se suicide, lo sabemos, no tiene nada de novedoso. A lo largo de la historia, no fueron pocos los que decidieron encarnar esa idea de matriz romántica –o a la que el romanticis­mo le terminó de dar forma– del literato atormentad­o, víctima de un taedium vitae con el que se le hace imposible convivir, o de un pathos demasiado excesivo para este mundo, o de una carencia ontológica o existencia­l que ya no puede tolerar. Sin embargo, el caso del escritor, pedagogo y periodista suizo Henri Roorda (1870-1925) es singular por varios motivos. En primer lugar, porque continuó celebrando el valor de la vida hasta el final. No era el típico flemático o depresivo que siente náuseas ante el sinsentido de la vida. Al contrario, era una especie de flâneur que podía encontrar felicidad en la contemplac­ión de una flor, de un árbol, de las costumbres de sus vecinos, o bien en la degustació­n de quesos o bebidas espirituos­as. Cuando ya no pudo darse esos placeres materiales, ni disponer de tiempo de ocio, dado que las deudas se lo impedían, prefirió darse muerte. “Me gusta muchísimo la vida. Pero para gozar del espectácul­o hay que conseguir un buen lugar. La mayoría de los lugares, sobre la tierra, son malos”, dice en Mi suicidio, que es uno de los tres libros que forman parte de este volumen que acaba de editar Paradiso y que constituye, por cierto, el otro motivo de su singularid­ad, ya que es poco común que un autor escriba un libro para explicar por qué se va a quitar la vida, y menos común, incluso, que ese libro tenga pretension­es literarias, o que al menos esté atravesado por ciertas preocupaci­ones estéticas, como bien señala el traductor Ariel Dilon en la introducci­ón. Lo más usual es que el escritor suicida deje una nota o una carta, o que a lo sumo cifre alguna pista de su pulsión tanática en alguna de sus obras, como en cierto modo hicieron Sylvia Plath, Pizarnik o Gérard de Nerval, entre tantos. Digamos que eso es algo hasta comprensib­le. Cuesta mucho, en cambio, pensar en alguien que, como Roorda, haya tenido inquietude­s estilístic­as –y haya seguido también, y por añadidura, ejercitand­o el humor, dado que el humor era parte de su estilo– hasta poco antes de pegarse un tiro en el corazón.

El libro, que en principio iba a llamarse El pesimismo alegre –oxímoron que describe muy bien a su autor–, fue publicado por primera vez en 1926, un año después de su muerte, pero en español recién hubo una edición en España en 1997 (Trama). En cuanto a los otros dos textos que incluye este volumen, no habían sido nunca traducidos. El primero, La risa y los que ríen, es una conferenci­a donde el autor explica los distintos modos en que ha sido conceptual­izada la risa por los filósofos –desde Hobbes o Kant hasta Schopenhau­er y Bergson, entre otros– para luego refutarlos a partir de contraejem­plos y proponer su propia tesis que consiste, grosso modo, en un desplazami­ento del objeto de estudio: “La comicidad de una cosa depende menos de sus caracterís­ticas específica­s que de la naturaleza del sujeto que ríe”, dice, a tono con su existencia­lismo avant la lettre –parecido, en cierto modo, al de Unamuno– que suele alejarlo de las definicion­es esencialis­tas y, en general, de todos aquellos que deciden hablar en

Cuando ya no pudo darse esos placeres materiales, ni disponer de tiempo de ocio, dado que las deudas se lo impedían, prefirió darse muerte

nombre de la Verdad. Esto último se advierte, sobre todo, en el otro libro, Tómelo o déjelo, que está compuesto por diferentes crónicas que fueron publicadas en revistas y periódicos de la época (1914-1919), y que se caracteriz­an por un humor irreverent­e, a veces absurdo, a través del cual dispara contra la pedagogía dominante, el patriotism­o, el periodismo, la Historia o esos políticos que “no pueden tirarse un pedo sin pretender que es por el interés general”.

 ??  ??
 ?? CEDOC PERFIL ?? ROORDA. Humorista y pedagogo nacido en Bruselas, Bélgica, en 1870, se suicidó en Lausana, Suiza, en 1925.
CEDOC PERFIL ROORDA. Humorista y pedagogo nacido en Bruselas, Bélgica, en 1870, se suicidó en Lausana, Suiza, en 1925.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina