El reverso inconsciente del ser humano
Cuerpos fuera de control. El cine de David Cronenberg
Autor: Matías Orta Género: ensayo Otras obras del autor: Encerrados toda la noche. El cine de John Carpenter Editorial: Cuarto Menguante, $ 550
Cuerpos fuera de control analiza la filmografía del director canadiense David Cronenberg, uno de los artistas más personales de la historia del séptimo arte. Sus inicios estuvieron condenados al silencio de la crítica, hasta que su originalidad y su genio se impusieron sobre estos prejuicios.
Matías Orta construye un excelente análisis de toda la filmografía del director, al indagar cronológicamente su obra, condimentándola con entrevistas, ensayos y testimonios. Orta estudia, con preciosismo quirúrgico, los argumentos de las películas, traza paralelismos, habla de proyectos frustrados, de cortometrajes, de obras literarias e, incluso, de las publicidades que filmó el director. En todos estos trabajos el sello de Cronenberg persiste.
La tesis que sostiene el cine de Cronenberg es “el cuerpo” que, según palabras del propio director, “es la esencia de mis películas”. Esa obsesión puede
registrarse en la visceralidad de gemas como Cromosoma 5, La mosca o El almuerzo desnudo. Y, por otra parte, a pesar de haberse sumergido en el terror, la ciencia ficción y otros géneros, Cronenberg siempre fue un director inclasificable. O sea, lo es, en tanto y en cuanto sus películas no pueden definirse sin hacer uso de su apellido. Como en el caso de otros artistas (Kafka o Hitchcock), su obra se adjetiva a sí misma. Su cine es cronenbergiano. Algo que también Cronenberg definió como “su cepa”.
Orta bucea en las obsesiones del director, para desentrañar algunos misterios de su cine, su pasión por la psicología, por la ciencia, los coches, la entomología. Temas recurrentes en toda su filmografía.
Las películas de Cronenberg tal vez son tan impactantes, sostiene Orta, porque ponen a flor de piel el reverso inconsciente del ser humano.
Cronenberg, según los testimonios que el autor reúne, es una persona plácida, callada, que apenas eleva la voz para dirigirse a sus actores. Lo que recuerda a Chesterton: cuando definió el genio artístico, decía que Cervantes o Shakespeare eran hombres vulgares en su vida diaria, porque todo su talento lo plasmaban en su obra. Solo los mediocres necesitan de la afectación.