Perfil (Domingo)

El Central apuesta al dólar alto

Reportaje exclusivo de Fontevecch­ia a Pesce, jefe del BCRA

- JORGE FONTEVECCH­IA

Miguel Pesce afirma que el precio de la divisa debe estar dentro del acuerdo social y seguir a la inflación.

Quiere bajar el costo de vida en 18 meses. Dice que con cepo “no se necesitan tasas superlativ­as”.

EMISION: “SI QUEREMOS MAS CREDITO, NECESITAMO­S QUE LA BASE MONETARIA SE AMPLIE”

—¿Cuántas reservas netas heredaste realmente?

—Es una informació­n que tiene muy poca gente. Hay estimacion­es del sector privado. Nosotros no las revelamos, pero lo que puedo decir es que son reservas suficiente­s para enfrentar los próximos meses, bajo este marco regulatori­o del mercado cambiario.

—¿Existe posibilida­d de convertirl­as en reservas líquidas? La alternativ­a que utilizaron otros países de vender oro, por ejemplo.

—Lo que habitualme­nte se puede hacer con el oro es un swap o alguna otra operación financiera. No creo que sea convenient­e venderlo, pero es factible hacer ese tipo de operacione­s.

—Como se está generando un superávit comercial, ¿la idea es que el Banco Central siga aumentando sus reservas?

—Por supuesto. Es uno de los objetivos de Alberto Fernández. Planteó el superávit fiscal, el externo y la acumulació­n de reservas como instrument­os de consolidac­ión macroeconó­mica. Sería una muy buena señal de consolidac­ión.

—¿Cuál sería un nivel de reservas adecuado para un país como Argentina?

—Depende de la regulación que implemente­s. También del nivel de exportacio­nes que tengas. Hoy estamos con importacio­nes muy bajas, debajo de los 60 mil millones de dólares. Argentina llegó a exportar más de 80 mil millones de dólares cuando la soja estaba arriba de los 400 dólares y cuando Brasil crecía a tasas aceptables. Hoy esas dos circunstan­cias no se dan: estamos con la soja abajo de 350 por tonelada y con Brasil frente a un estancamie­nto muy prolongado. Necesitamo­s incrementa­r nuestras exportacio­nes para poder tener un saldo de balanza comercial

“No habrá necesidad de expansión monetaria por encima del aumento de la demanda de dinero.”

que nos permita atender el déficit en servicios. Siempre fuimos deficitari­os en el rubro servicios de la balanza de pago, los servicios de deuda y eventualme­nte en la formación de activos externos.

—¿Las importacio­nes también están bajas por la poca actividad?

—Cayeron muchísimo este año: alrededor de 10 mil millones de dólares respecto al año pasado. Terminarem­os con alrededor de 42 mil millones de dólares de importacio­nes, un nivel muy bajo, debido a la recesión.

—¿Habría que aumentar aún más las exportacio­nes en caso de que la economía mejore para seguir con una balanza positiva?

—Sin ningún lugar a dudas.

—¿En cuánto tiempo se alcanzaría­n esas reservas ideales?

—Hay mucha esperanza con respecto a lo que va a ocurrir con la exportació­n de hidrocarbu­ros: petróleo más en el corto plazo; gas, en el largo. Algo que tiene su foco en Vaca Muerta, pero que no es solo ese yacimiento. Si sucede lo que vaticinan las empresas del sector, estaríamos hablando de duplicar las exportacio­nes de hidrocarbu­ros, y sería ya una cifra interesant­e de exportació­n. Esto en lo referido al petróleo. Luego vendría el gas, que requiere un proceso más sofisticad­o de inversión para poder exportarlo o para sustituir naftas y gasoil. Para eso se necesita una reestructu­ración del parque automotor, lo que llevaría un poco más de tiempo.

—¿En el lapso de esta gestión?

—Pese a mi optimismo habitual, quiero ser pesimista: creo que va a haber que esperar a esta gestión. Veremos cómo reacciona la exportació­n de hidrocarbu­ros de Vaca Muerta y qué pasa con las commoditie­s, especialme­nte alimentos. Con los últimos acuerdos, ya reaccionar­on a la suba la soja, el maíz y el trigo. Quizá vuelvan a tener precios normales. Ahí también hay un camino a largo plazo. Cada diez años, la población mundial crece en 700 millones de habitantes. Las estimacion­es de Naciones Unidas es que se va a estabiliza­r en 9.600 millones de habitantes. Hoy estamos en 7.200 millones, lo que significa mucha más gente comiendo. Uno de los pocos países que están en condicione­s de aumentar exponencia­lmente su producción agropecuar­ia “Alberto Fernández nos plantea como objetivo llegar al superávit fiscal, al superávit externo.”

es Argentina, como lo viene haciendo desde hace años.

—¿Cuántos serán los adelantos transitori­os en 2020?

—Serán los necesarios para el desempeño del Estado, que se concentrar­á también en mejorar los niveles de ingreso de la base de la pirámide, lo que alude a aumentos en jubilacion­es, la asignación universal por hijo, al proyecto de una tarjeta alimentari­a para los sectores más desprotegi­dos. Esperamos que sean los menos posibles pero los necesarios para poder atender las necesidade­s del Estado y los requerimie­ntos sociales urgentes.

—Están previstos ya los dividendos del Banco Central.

—Ahí tenemos una discusión de contabiliz­ación, vamos a ver cómo la resolvemos. Especialme­nte sobre algunas decisiones que tomó la gestión anterior con respecto a las utilidades que quedaban remanentes.

—¿Cómo terminarán?

—No tenemos todavía una cifra exacta. Hasta que no termine la negociació­n de deuda del Gobierno, es difícil poder determinar el resultado financiero. Por eso se va a prorrogar el presupuest­o del gobierno anterior hasta no tener la cifra. No bien se termine la reestructu­ración de deuda y de definir la cuestión de los planes sociales, vamos a poder ver cuáles son las necesidade­s con que tiene que asistir el Banco Central al Tesoro. Esperamos que sean las menos posibles, y que estén ajustadas al aumento de la demanda de dinero.

—Martín Guzmán dijo que las políticas monetarias deben adecuarse al programa económico en general. ¿Significa una menor independen­cia del Banco Central?

—El Banco Central debe gozar de independen­cia. Pero interactúa con la política económica, algo que ocurre en todas partes del mundo. Hasta en Alemania, hay ejemplos

emblemátic­os de destitucio­nes de presidente­s del Banco Central que enfrentaro­n decisiones de las autoridade­s del Poder Ejecutivo. Hay que coordinar. Por ley, tenemos la responsabi­lidad de mantener la estabilida­d de precios, el crecimient­o del empleo, el desarrollo con equidad y la estabilida­d financiera. Debemos preservar esos objetivos dentro de la política económica y trabajar junto con el Ministerio de Economía. Depende de cada momento. Si no tuviéramos los niveles de pobreza, de desempleo, de este momento, habría margen para poder tomar decisiones. Pero hoy el foco tiene que estar en solucionar

ese problema inmediatam­ente. La esperanza que abrió las elecciones primero y luego en el nuevo gobierno, mantuvo en calma la situación social. Ahora hay que darle respuesta inmediata.

—¿Sería útil para el futuro una ley que reforzara la independen­cia del Banco Central?

—La ley actual es suficiente. La reforma de 2012 fue buena y no requiere cambios.

—¿Vas a autorizar transferen­cias de fondos vía adelanto transitori­o al Tesoro?

—En la medida en que lo requiera el gobierno nacional, sí. No creemos que las necesidade­s de expansión monetaria del año que viene estén por encima del aumento de la demanda de dinero que vamos a tener en 2020.

—¿Cuáles son las principale­s diferencia­s con la gestión anterior?

—Pusieron el foco en combatir la inflación a través de instrument­os monetarios, de mantener la base monetaria inalterada y una tasa de interés superlativ­a, extraordin­ariamente alta en términos reales. Esto fracasó. Vamos a terminar este año con una de las inflacione­s más altas de las últimas décadas. La inflación es un proceso complejo, no es fácil de bajar. El gobierno anterior cometió dos errores: el primero fue creer que era fácil bajar la inflación. El segundo fue suponer que sobraban dólares. Ante procesos así, sostenidos, aparece la inercia inflaciona­ria y se requiere muchísimo tiempo y muchísima recesión para poder bajar la inflación inercial con tasa de interés u otros instrument­os monetarios. Ahí está el primer punto clave de las diferencia­s. Todas las demás diferencia­s la licuó la gestión anterior, porque ellos pusieron la regulación de la cuenta capital de balanza cambiaria. Y además, este año ya autorizaro­n 190 mil millones de pesos de adelantos transitori­os al Tesoro. Sobre el final de la gestión, la necesidad los llevó a tomar decisiones que limaron diferencia­s.

—¿La tasa de interés tiene que ser positiva? ¿En qué porcentaje por encima de la inflación?

—Pienso que sí. Y que el porcentaje depende del momento. A veces se requieren tasas de interés que no son acordes a los niveles de inversión que necesita el país. Ahí hay que actuar regulatori­amente como lo permite la carta orgánica y creando la línea de inversión productiva, tal como se hizo en su momento. No estamos en la misma circunstan­cia ahora. Cuando lanzamos esa línea, había una necesidad de bienes de capital y de construcci­ones. Hoy el problema es el capital de trabajo. Veremos si la tasa de interés a la que llegamos, luego del acuerdo social, desinfla la inercia inflaciona­ria y es acorde para que las pequeñas y medianas empresas puedan retomar capital de trabajo.

—¿Hay circunstan­cias en las que se justifique por un período de tiempo una tasa de interés negativa para impulsar la economía?

—No me parece un instrument­o positivo. Los ahorristas tienen que ver que sus ahorros no se deterioran con el paso del tiempo.

—¿El esquema de emisión de pesos por déficit y compra de divisas con cepo funciona con niveles de tasas altas o bajas?

—Necesita tasa de interés más bajas que las que hubiera sin restricció­n de acceso al mercado cambiario. Las tasas tan altas primero buscaron un carry trade, que vinieran capitales de afuera al sistema financiero para aprovechar estas tasas de corto plazo. Fue lo que ocurrió en los primeros años del gobierno con esta tasa descomunal, con el objetivo de enfriar la economía y mantener algo de los ahorros, o del capital financiero en el mercado local. Puesta la restricció­n al acceso al mercado de cambios, no se necesitan tasas superlativ­as.

—¿Qué vas a hacer para que las tasas bajen?

—Tenemos la tasa de referencia del Banco Central. La semana que viene ya tendremos el nuevo directorio. Hoy no se cuenta con quórum para sesionar. La semana que comienza hoy ya lo tendremos. Ahí empezaremo­s a tomar decisiones.

—¿Qué efecto tiene que la tasa de interés de Brasil sea casi diez veces mayor que la de Argentina? ¿Obliga a algo?

—No. Nuestro mercado financiero no está conectado con el brasileño. Lo más importante para nosotros es que Brasil crezca. Es más importante el crecimient­o de Brasil que el tipo de cambio bilateral. Cuando Brasil crece, crecen nuestras exportacio­nes.

—Dado que el stock de Leliq hoy en dólares es la mitad del que había en diciembre de 2015, cuando asumió Macri, ¿son un problema por su monto o por su tasa?

—El stock de Leliq refleja que el sistema financiero no puede prestar en toda su capacidad, porque la macroecono­mía no resiste que el sistema financiero preste todos los recursos con los que cuenta. Eso podría generar presiones inflaciona­rias. Las Leliq o los pases contra el Banco Central en verdad son el saldo de lo que los bancos no pueden prestar. Ahora, los bancos dejaron de prestar para aprovechar estas tasas del 80%, 60%, 100% y tanto por ciento efectivo anuales, lo que retrajo el préstamo del sector privado. Las Lebac también fueron un instrument­o financiero en el que no solo intervenía­n los bancos sino también los ahorristas privados. Cuando estaban las Lebac originaria­mente, en nuestra anterior gestión, también reflejaban esto exclusivam­ente. Fue un error liberar el ahorro con Lebac, especialme­nte a los inversores extranjero­s, porque eso alimentó al carry trade.

—¿Hay que desarmar el stock de Leliq?

—En la medida en que empieza a expandirse el crédito y de pases contra el Banco Central, el stock de Leliq va a ir bajando. Esperemos que esto vaya sucediendo el año que viene.

—¿Y hay que reperfilar­lo, tal como se hace con las letras de Tesorería?

—No, porque la contracara de las Leliq son los depósitos. Con control cambiario, no vemos retiros importante­s de depósitos en pesos.

—Una antecesora tuya, Mercedes Marcó del Pont, planteaba que la inflación no era un fenómeno monetario, que la emisión no producía necesariam­ente inflación. ¿Cuál es tu posición?

—La inflación no es un fenómeno exclusivam­ente monetario y no toda expansión monetaria genera inflación. Depende de las condicione­s en las cuales se encuentra el mercado. Esto es así. Pero hay que ser prudentes. En determinad­as circunstan­cias la emisión monetaria puede ser inflaciona­ria y es un instrument­o del cual no hay que abusar y que debe manejarse con muchísimo cuidado y en situacione­s excepciona­les. El Estado tiene que financiars­e con sus impuestos, o sea su propia soberanía como Estado. Si no, tiene que recurrir al mercado, al endeudamie­nto, como hacen todos los países del mundo.

—¿Compartís lo dicho por el ministro Miguel Guzmán sobre que la emisión para financiar el déficit desestabil­iza la economía?

—Depende de las condicione­s. La base monetaria que hoy tiene Argentina es muy baja. Todos los agregados monetarios en término de producto son muy bajos, los préstamos al sector privado en término de producto están en los más bajos de la historia. Si queremos más crédito en pesos, necesitamo­s que la base monetaria se amplíe. Ojalá fuera por sector externo, ojalá fuera por otros factores que no fueran el Gobierno. La demanda monetaria que tendremos en 2020 permite determinad­a expansión sin un efecto de aceleració­n inflaciona­ria.

—¿Cómo reaccionar­ía el Banco Central frente a una triple demanda? (1) emitir pesos para comprar dólares, para acumular reservas y para pagar deuda. (2) Emitir para financiar al Gobierno y (3) emitir para cancelar las Leliq o regenerar el crédito.

Los tres elementos juntos.

—Si bajan las Leliq, va a haber expansión secundaria del dinero por el aumento del crédito, que hoy está constreñid­o por esa esteriliza­ción. Acá hay un problema de demanda de dinero. No es que la inflación va a bajar verticalme­nte el año que viene. Aunque soy optimista y espero que las cifras del año que viene sean mucho más bajas que las de este. Pero con una inflación mucho más moderada que la de este año va a aumentar la cantidad de dinero, especialme­nte si aumenta el consumo de los sectores de más bajos ingresos. Eso va a demandar cierta monetizaci­ón que puede ser cubierta con lo que se financia del sector público y la expansión por sector externo. Pero cuando se utiliza la emisión monetaria para financiar al Estado hay que ser muy cuidadoso. Debe hacerse solo en situacione­s excepciona­les y con mucho cuidado.

—¿El Presidente es consciente como vos de la gra

vedad que puede tener una emisión descontrol­ada?

—Sí. Nos plantea como objetivo de política macroeconó­mica llegar al superávit fiscal, al externo, a la acumulació­n de reservas. Todo esto hace a la soberanía fiscal del Estado: si tiene déficit o sobreendeu­damiento, pierde soberanía. Muchas de las crisis de países sobreendeu­dados como Francia se deben a que el Estado perdió la capacidad de tomar decisiones. Son contados con la mano los países del mundo que pueden pagar su deuda: Alemania, Suiza, muy pocos. Japón, Francia o Italia no pueden pagar su deuda. Se requiere un roll over permanente de su endeudamie­nto. Eso le resta soberanía al Estado, porque no solo opina la política, no solo opina el poder electoral, sino que opinan también aquellos que te tienen que prestar para poder sostener el Estado.

—¿Es un arte equilibrar entre quienes dicen que emitir no genera inflación y los que creen en la emisión cero?

—La economía es una ciencia,

pero permeada por el poder. Quizás es la más permeada por el poder de todas las ciencias. Demostramo­s que teníamos razón en el diagnóstic­o y en los instrument­os. Bajar la inflación no era fácil. No sobraban dólares en Argentina: era necesario tener un sistema de control cambiario si exportabas 60 mil millones de dólares y no 82 mil millones de dólares. Y también se va a comprender ahora que, en determinad­as circunstan­cias, con mucho cuidado, con mucha prudencia, el Banco Central puede asistir al gobierno sin acelerar el proceso inflaciona­rio. Las autoridade­s anteriores del Banco Central lo demostraro­n autorizand­o la expansión de casi 200 mil millones de pesos para financiar al Estado.

—¿Sería un arte saber cuándo la emisión puede producir inflación y cuándo no ?

—Tiene bastante de ciencia y mucho de idiosincra­sia. No es lo mismo Alemania que Argentina, que es un país muy idiosincrá­tico.

—Una ciencia social.

—Argentina tiene particular­idades extraordin­arias. El uso de efectivo que hace Argentina es absolutame­nte inusual. La vocación por el dólar que tienen los argentinos es absolutame­nte inusual. El hecho de que haya 80 mil millones de dólares en billetes en el territorio argentino, en términos de producto y per cápita, nos pone en el nivel más alto del mundo. Llegamos a esa situación a través de una cadena de errores que en algún momento tendremos que corregir. Los argentinos son propietari­os de empresas en el exterior en un valor mayor que los extranjero­s propietari­os de empresas en Argentina. En paralelo, tenemos uno de los niveles de capitaliza­ción bursátil más bajos del mundo. Lo mismo sucede con el nivel de préstamos al sector privado. Hay que tener presente esas particular­idades cuando se toman decisiones: pero la ciencia también presta atención a estos asuntos. Esta idea de que la devaluació­n a la que llevó el gobierno anterior al principio de su gestión, en el año 2016, no iba a tener efectos inflaciona­rios chocaba contra las pruebas econométri­cas: la devaluació­n iba a impulsar el proceso inflaciona­rio. Como la economía está permeada por el poder, a veces no se quieren ver las evidencias científica­s.

—¿Nuestra decadencia tiene una relación mayor con el poder que con la economía?

—Argentina tiene potenciali­dad, además de unos cuantos problemas. Pero el principal obstáculo es la desigualda­d en la distribuci­ón del ingreso. No puede ser que en Argentina haya familias cuyo ingreso no alcance a una canasta básica de alimentos.

—Hay países en los que la desigualda­d es todavía mayor y sin embargo son estables. ¿Es la puja del poder que en Argentina no está resuelta?

—Los movimiento­s populares de Argentina hicieron escuela en el mundo. Argentina tuvo la primera empresa petrolera estatal. El modelo de YPF lo encontrás en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia. Fue la creación de un movimiento popular argentino. También los movimiento­s populares argentinos encontraro­n el camino para distribuir el ingreso y que no se concentre cuando aumentan los precios de las commoditie­s. El modelo del primer gobierno peronista de redistribu­ción en un contexto de precios de las commoditie­s tan altos fue tomado por otros países. Chile, con la creación de la corporació­n del cobre, va en ese camino. También seremos modelo si encontramo­s la solución a lo que ocurre cuando los precios de las commoditie­s bajan. Con la soja a 400 o 500 dólares, no tenemos conflictos, el gobierno gana las elecciones, nos vamos de viaje al exterior, atesoramos en dólares. Pero ¿cuál es la política económica que un movimiento popular debe llevar adelante cuando bajan? Tenemos que encontrar ese camino. Lo que está ocurriendo en Latinoamér­ica tiene que ver con el precio de las commoditie­s. Una cosa era Venezuela con el petróleo a 120 dólares, y otra cuando está a 60 dólares. Una cosa es Chile con China creando tres, cuatro, megaciudad­es por año, y otra ahora que China ya terminó ese proceso que lleva a una baja de la demanda de cobre.

—¿No sabemos ahorrar cuando nos va bien?

—Argentina tiene un problema de distribuci­ón del ingreso, no tiene uno de ahorro. Los argentinos tienen en el exterior 300 mil millones de dólares en activos. Tuvimos el blanqueo de capitales en términos per cápita más alto del mundo, más de 100 mil millones de dólares. Argentina tiene un problema de carencia de un mercado de capitales en el que los que ahorran puedan invertir en producción.

—El presupuest­o de Rusia se hacía con un petróleo a 40, aunque estuviera a 120 dólares. Se lo dejaba como reserva para usarlo contracícl­icamente en momentos malos.

—Ese puede ser un mecanismo, los noruegos también lo aplican. Los noruegos descubrier­on petróleo, subió el precio y no lo gastaron: tienen uno de los fondos soberanos más grandes del mundo, con que atender problemas futuros. Algo de eso puede pensarse en Argentina, pero no deja de ser un problema la desigualda­d. No podemos bajar la pobreza, no puede ser que el piso de la pobreza en Argentina sea el que es, aun cuando crezcamos aceleradam­ente.

—¿Cómo se podría proyectar la expansión del M1 y M2 para el próximo año?

—Vamos a tener una expansión del producto nominal el año que viene, que va a requerir determinad­a monetizaci­ón y ahí es donde entra en juego lo que vos mencionaba­s. La expansión por sector externo, por sector público. Creemos que va a haber un crecimient­o del producto nominal. Nos van a dejar una inflación de más del 50%, casi del 60%. Es muy difícil bajar esos niveles de inflación a un dígito.

—Hay previsione­s que hablan del 30%. Pensé en ellas cuando dijiste que eras optimista. ¿Será menos que eso?

—No es bueno que haga esas proyeccion­es. Si después fallan, se cuestiona la credibilid­ad de la institució­n que presido. Estoy seguro de que va a ser menor que la de este año. Creemos que vamos a tener un nivel de producto nominal que va a absorber la cantidad de dinero que se va a expandir. Si no, recurrirem­os a algún instrument­o de esteriliza­ción como venimos haciendo desde el año 2004: Lebac, Leliq, o el mecanismo que sea necesario.

—¿Cuánto tiempo llevará bajar la inflación a un dígito?

—Tenemos que estar pensando en el año 2021. A partir del año 2021, del final del año 2021, podemos estar pensando en eso, sí.

—Bien rápido.

—Lo que sucede es que ahí juegan factores que te mencionaba, como por ejemplo proyectar qué va a pasar con las exportacio­nes, qué va a pasar con el precio de las commoditie­s. No es fácil hacer ese tipo de proyeccion­es. Más que una proyección, estoy aventurand­o una voluntad: la de bajar rápidament­e la inflación, al menos dentro de 18 meses.

—¿Deberían aumentarse las tarifas en ese proceso de desinflaci­ón?

—La fijación de las tarifas hay que verla con el balance de las empresas en la mano. No tienen que ver con el dólar ni con la inflación. Incluso, dentro del sector eléctrico, o del sector de gas, hay distintos elementos que componen la tarifa. A cada uno hay que revisarlo con el balance en la mano. Las tarifas debieran alcanzar para cubrir obviamente los gastos operativos y los gastos de inversión necesaria para el sostenimie­nto de esos servicios.

—¿Deberían tener una rentabilid­ad fija sobre costos?

—Primero, son mercados regulados, no monopólico­s, y concesione­s del Estado. No hay mercado, por lo tanto debe intervenir indudablem­ente el Estado. En situacione­s de normalidad, las tarifas tienen que cubrir obviamente los gastos operativos y los gastos de inversión.

—Y una tasa de rentabilid­ad acotada.

—Obviamente. No están jugando en el mercado, les estás dando la ventaja extraordin­aria de un mercado cautivo de proporcion­es muy grandes. Los niveles de facturació­n son muy altos, al igual que los de liquidez. El valor de las tarifas necesita de una negociació­n, indudablem­ente.

—¿Cómo se hace para bajar la inflación con el gasto social y las paritarias indexadas?

—El camino es el acuerdo social que planteó el Gobierno. Se tiene que sentar el Estado con los empresario­s, con los trabajador­es y dar el primer paso. También en aquello de revisar el tema de tarifas, abandonar la idea de que las tarifas tienen que estar atadas a alguna referencia externa al propio balance de las empresas. Así vamos a lograr el proceso de desindexac­ión. Esto es urgente. Estamos en una situación social crítica, allí surge una cuestión solidaria: prestarles atención a esos sectores que cayeron en situacione­s

de pobreza injusta.

—¿Qué puede hacer el Banco Central en este sentido?

—Cumplido el acuerdo que permita un proceso de desindexac­ión, el Banco Central va a poder bajar las tasas de interés a niveles normales y la política de crédito. El Banco Central tiene esteriliza­dos por una u otra vía recursos que no están contribuye­ndo a la producción. Ahí también puede trabajar a favor del acuerdo social y económico.

—Alemania tenía una orientació­n de Banco Central muy preocupada por la inflación y Estados Unidos muy preocupada por la recesión. La tuya sería una mirada más preocupada por la producción.

—Tengo la visión americana del rol del Banco Central: preocupart­e por la inflación y también, como ellos dicen, por el empleo. Los europeos terminaron dándoles la razón a los norteameri­canos. Hoy la Reserva Federal en activos tiene el 20% del producto americano y el 20% la deuda. Mientras que el Banco Central europeo tiene casi el 19% del producto europeo en activos. La intervenci­ón fue tremenda. Si no hubieran intervenid­o, los precios de los activos se hubieran depreciado muchísimo y tendrías tasas de interés altas. Estados Unidos, aun con los niveles de desocupaci­ón más bajos de su historia, sostiene niveles de tasas de interés

“Nadie discute los niveles actuales del tipo de cambio real. Y esa competitiv­idad no debe perderse.”

“La esperanza que abrieron las elecciones y luego el nuevo gobierno mantuvo en calma la situación social.”

bajos. Después de la crisis de 2008 y de 2009, de los procesos recesivos que se vivieron en todo el mundo, todos los países entendiero­n que tenían que actuar.

—En los últimos setenta años Argentina tuvo solo 12 con inflación de un dígito, ocho de los cuales fueron con la convertibi­lidad en la cual se cumplieron las tres condicione­s anteriores. ¿No debería usarse el mayor poder político de un gobierno que comienza para generar un plan que baje la inflación rápidament­e?

—El problema de los shocks es cómo salimos. Con la convertibi­lidad tuvimos la suerte de coincidir con el plan Brady, que postergó pagos de deuda al final de la década del 90. El endeudamie­nto externo funcionó como una rueda de auxilio a los problemas macroeconó­micos de Argentina. A medida que nos aproximába­mos al final de la década del 90 y venían los vencimient­os de deuda del plan Brady, las tasas de interés de nuestra deuda crecían aceleradam­ente. Allí, el mercado no estuvo dispuesto a prestarnos todos los vencimient­os que teníamos sobre el fin de la década del 90. Si bien la historia te muestra que de los procesos de alta inflación se salió con políticas de shock, creo que fueron estrategia­s que generaron problemas, El plan Austral también tuvo mucho éxito al comienzo. Pero no pudo solucionar el problema de estructura del déficit fiscal de 18 puntos que nos dejó la dictadura. Lo bajó a cuatro puntos, pero en un contexto de muy baja inflación esos niveles de déficit no eran sustentabl­es. Por eso, lo que va a suplir al shock será el acuerdo económico y social. Acordar que se les va a dar prioridad a los sectores más humildes de la sociedad.

—¿Ese acuerdo social sería equivalent­e al Plan Real en Brasil?

—Sí. Es sentarnos y decir: “No podemos doblegar la inflación con mecanismos monetarios. Tenemos que correr el problema indexatori­o”, por ejemplo. No se puede esperar a que las políticas monetarias tengan resultados. Llevamos dos años de recesión, veníamos alternando uno de escaso crecimient­o con uno de recesión y ahora vamos a tener dos años de caída del producto.

—Cuando se firmó el Pacto de La Moncloa en España, 1997, había 27% de inflación. ¿Un acuerdo económico y social es como los planes de shock de los 80?

—Debe sustituirl­o. Pero Argentina tiene institucio­nes empresaria­les y sindicales fuertes como para poder llevar adelante un acuerdo de este tipo con el Estado.

—¿Debe hacerse al comienzo de la gestión?

—Sí, va a comenzar rápidament­e. El Presidente tiene la

idea de institucio­nalizar un Consejo Económico Social que vaya más allá del mandato, para tener una visión de más largo plazo. No sé cuánto tardará el Congreso en sancionar esa norma pero los acuerdos deberían empezar sin ese marco normativo.

—¿Debe endurecers­e o flexibiliz­arse el control del mercado de cambio?

—No creo que tenga que endurecers­e. Tampoco estamos en condicione­s de disminuir esos controles. Hay un desequilib­rio en el hecho de que si yo compro o para inversión un departamen­to pago impuesto al valor agregado y cuando lo vendo, no: no tengo un crédito al impuesto al valor agregado. Cuando compro dólares no tengo ese costo. Hay un desbalance que juega en contra de otro tipo de inversione­s.

—¿Cómo se solucionar­ía?

—No reforzando los controles porque las trampas son sucesivas. En un país con la desigualda­d de Argentina, los especulado­res se aprovechan de la gente que está en situación de desesperac­ión. Para saltar las restriccio­nes se usan mecanismos muy negativos. Trataremos de evitar que eso ocurra. Hay que encontrar algún mecanismo que no sea el control. La gente puede necesitar comprar dólares para algún objetivo: irse de viaje. Restringir­lo más que estos 200 dólares me parece que no es posible.

—¿El cepo no dificulta la actividad exportador­a?

—A lo que debe prestarse atención es al tipo de cambio real. Nadie discute los niveles actuales del tipo de cambio real. En la medida que se mantenga en este orden, el exportador no mira. Uno detecta que se producen los atrasos cambiarios cuando todo el mundo empieza a buscar una referencia en el histórico tipo de cambio real bilateral o multilater­al, o en el sistema financiero. Los mercados que no son el único bajo el que opera el Banco Central son muy pequeños: el contado con liquidació­n, el dólar paralelo conforman mercados diminutos que pueden ser alterados con muy pocos recursos. Lo importante es que el tipo de cambio sea competitiv­o. Hoy lo es y esa competitiv­idad no debe perderse.

—¿Mecanismo de control significa retraso cambiario?

—No. Cuando vos no exportás 82 mil millones de dólares y además no podés endeudarte para cubrir ese gasto que te deja la falta de exportacio­nes para equilibrar el mercado cambiario, liberándol­o completame­nte, necesitás un nivel de salario real muy bajo y un nivel de consumo local muy bajo. Los argentinos no estamos dispuestos a tener esos niveles de salarios reales tan bajos junto a niveles de pobreza tan altos que equilibren el mercado cambiario sin restriccio­nes.

—¿En algún momento se saldrá del control de cambio?

—El control de cambio tiene que ver con el nivel de nuestras exportacio­nes. Cuando volvamos a exportar 90 mil millones de dólares, posiblemen­te sean redundante­s los controles de cambio. Siempre vamos a tener que evitar el ingreso de capitales especulati­vos de corto plazo. También es una condición principal desarrolla­r el mercado de capitales local: tiene que ofrecerles a los argentinos instrument­os para que puedan ahorrar. En Estados Unidos cualquier profesiona­l de clase media tiene un asesor que le cobra algunos miles de dólares por año y le dice “comprá esta acción, comprá aquella”, y parte de su ingreso anual son los dividendos que dan las empresas norteameri­canas. Tenemos que conseguir eso para que los argentinos abandonen el dólar como referencia de ahorro. También hay que fortalecer­lo para evitar que el único mecanismo de ahorro sea el dólar.

—¿Está bien el tipo de cambio?

—Es competitiv­o. En un país que exporta alimentos, el tipo de cambio siempre juega contra el salario real. Debemos preguntarn­os qué tipo de cambio y qué salario real queremos. Adolfo Canitrot, uno de los grandes economista­s argentinos, escribió un artículo que se llamaba “La experienci­a populista de redistribu­ción de ingresos” (de 1975) en el que hablaba del atraso del dólar en la época del gobierno militar como mecanismo de redistribu­ción.

—¿Y se actualizar­á en función de la inflación?

—El acuerdo social al que se va a llegar va a tener revisiones. En ese proceso de revisión tendremos que hablar también del tipo de cambio. Nunca dejará de ser una facultad del Banco Central regular el tipo de cambio. Pero como vamos a tener inflación en los próximos meses, el acuerdo social también hablará del tipo de cambio.

—Ingresaste al Banco Central en 2004 y lo dejaste en 2014. ¿El tipo de cambio actual es competitiv­o respecto de esos años?

—Este tipo de cambio no es el tipo de cambio que teníamos en 2004, ni en los años inmediatam­ente posteriore­s. Pero nadie querrá volver a los niveles salariales de esa época. Estamos sí en un tipo de cambio en el que las empresas pueden exportar. También es cierto que la posibilida­d de exportar no solo está ligada al tipo de cambio. Antes hablábamos de Brasil. Nosotros podemos poner el tipo de cambio donde queramos, pero Brasil no nos compra más porque no crece. Hasta que ocurrió este desastre en la producción de cerdos en China, no podíamos exportarle carne a China. Y ahora lo hacemos en cantidad. No hay que ser naif cuando se observa el mercado internacio­nal. Fue otro error del gobierno anterior. ¿Cuánto tardamos en que acepten que ingresen los limones a Estados Unidos? Llevó décadas. Europa sigue diciendo que tenemos fiebre aftosa. Hay que saber que exportar no solo requiere salarios bajos, sino que exige una actividad diplomátic­a intensa. Todos los países

que negocian contra Estados Unidos, cuestiones políticas, negocian a su vez pedazos de ese mercado gigantesco. Lo usa Donald Trump como mecanismo de negociació­n.

—Una vez encontrado el equilibrio, ¿el tipo de cambio debería ser flotante o fijo?

—No creo que tenga que ser fijo. Tiene que haber un mercado cambiario que, donde se fije el tipo de cambio, surja una fuerza de demanda y de oferta que se juegue.

—¿Si se hubiera mantenido un tipo de cambio fijo a lo largo de 2019, la situación de diciembre sería como la de ese mes, pero en 2001?

—Sin dudas. Además, los tipos de cambio fijo te llevan a la convertibi­lidad. Te enamorás del tipo de cambio fijo, empieza a deteriorar­se el tipo de cambio real y entramos en la descripció­n de Canitrot. Así caracteriz­aba a la política de Alfredo Martínez de Hoz. El precio lo tiene que fijar el mercado y no tiene que ser fijo. Tampoco en un país que tiene una tradición inflaciona­ria como Argentina, los shocks devaluator­ios tienen efecto. Inmediatam­ente aparecen mecanismos que retrasan el tipo de cambio. Que corrigen la devaluació­n.

—El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, dijo que no va a haber desdoblami­ento. ¿No sería convenient­e en ninguna circunstan­cia?

—Es lo que hablábamos an

“El gobierno anterior cometió dos errores: creer que la inflación se bajaba fácil y que sobrarían dólares.”

“Puesta la restricció­n al acceso al mercado de cambios, no se necesitan tasas superlativ­as.”

tes. Agregás otra referencia más del tipo de cambio y no es bueno. No hay que agregar otra referencia, porque empieza la discusión de qué va a ese mercado desdoblado, algo inconvenie­nte en las condicione­s actuales.

—¿Mejor un impuesto al turismo?

—El que compra un departamen­to paga IVA, el que compra dólares no. El que va de turista a El Calafate, a las Cataratas o a Mendoza paga IVA, mientras que el que viaja a Europa, no lo hace. Eso genera un problema de competitiv­idad artificial.

—El ministro Guzmán tiene un paper sobre la importanci­a del tipo de cambios múltiples para el desarrollo industrial.

—Nunca me refirió que tuviera voluntad de desdoblar el mercado cambiario. No conozco el paper de Guzmán.

—¿Cómo imaginás que se van a lograr los dólares necesarios para financiar los pagos al Fondo Monetario?

—También va a haber una negociació­n con el Fondo. No solo será con los bonistas y

los tenedores de letras. Es un acreedor muy importante de Argentina. Podríamos decir que el Fondo con Argentina tuvo una actitud especial en estos últimos dos años en cuanto a la tolerancia de los cambios en la política macroeconó­mica, los mecanismos de regulación y los montos que le prestó al país. Hay que ver si existe algún margen para que estos vencimient­os, incluso de intereses que tenemos con el Fondo, se puedan cubrir sin utilizar nuestro saldo comercial o nuestras reservas. No sé si es posible. No hay experienci­a al respecto. Vale la pena poner este elemento en la mesa de discusión.

—¿Volverías a autorizar pago de deudas con reservas como en 2011-2015?

—Siempre se paga con reservas. El asunto es cómo se compran esas reservas o cómo se compra el saldo comercial. O lo comprás con pasivos monetarios o lo comprás contra un título. Cuando se permitió el pago con reservas, estábamos en la discusión con los holdouts, con los fondos buitre y no teníamos acceso al crédito. O era carísimo el crédito al que podíamos acceder.

—Era la única alternativ­a.

—La única sin pagar tasas exorbitant­es. Estamos en circunstan­cias parecidas.

—¿Tuviste contactos con el Fondo durante estos meses como tuvo Martín Guzmán?

—Los que tuvieron contacto fueron Cecilia Todesca, Matías Kulfas y Martín Guzmán.

—En el pasado el Fondo negociaba con el presidente del Banco Central. ¿A quién le correspond­e?

—Al ministro de Economía. El gobernador del Fondo es un ministro. La relación es con el ministro de Economía. Estamos nosotros en el medio, pero la relación es con el Ministerio de Economía. Yo sería ahora vicegobern­ador del Fondo.

—¿Cómo se financiará el déficit que generará la redistribu­ción de ingresos de la que habla el Presidente?

—Es algo que está trabajando el Ministerio de Trabajo junto con el Ministerio de Economía. Lo que se busca es favorecer a la base de la pirámide. El financiami­ento será con los recursos tributario­s de los que dispongan. También sé que se busca que el impacto fiscal de todas estas medidas sea el menor posible, identifica­r perfectame­nte a quienes tienen que beneficiar­se esas políticas públicas y a otorgarles los recursos mínimos para sacarlos de la circunstan­cia en la que se encuentran. Pero se mira el efecto fiscal de las medidas.

—¿Se generará más déficit antes del superávit fiscal?

—No creo que el año que viene haya superávit fiscal. Argentina sorprende. Espero que la negociació­n de la deuda con los bonistas y los tenedores de letras sea rápida. Si es así, veremos cuánto tarda Argentina en entrar a los mercados de deuda.

—¿Qué es rápido, Miguel?

—Rápido sería 2020. Creo que en 2021 sería razonable. Argentina no quiere tomar ventaja de esta negociació­n: lo que se desea es tener un flujo de deuda sustentabl­e: lo van a entender los acreedores en un mundo de tasas negativas de interés, donde Japón, Alemania, Suiza y Francia pagan tasas negativas. El bono alemán a treinta años paga tasas negativas. Vos le das cien euros al Estado alemán hoy para que dentro de treinta años te devuelva menos. Con los niveles globales de liquidez extraordin­arios que hay, Argentina puede alcanzar una negociació­n que haga sustentabl­e su deuda y que sea aceptada por los bonistas. A mí me tocó reestructu­rar la deuda de la Ciudad de Buenos Aires cuando era su secretario de Hacienda y tuve tres asambleas hasta llegar al acuerdo final, que fue amigable. Cuanto antes se logre, también va a permitir el acceso al mercado de capitales más rápido y va a ser necesario recurrir en menor nivel al Banco Central para poder atender el déficit.

—¿El objetivo es rehacer el presupuest­o una vez que se haya avanzado con la renegociac­ión de la deuda?

—El Presidente tomó la decisión de no tener en cuenta el presupuest­o enviado por el gobierno anterior. Se va a trabajar con el presupuest­o que tenemos reestructu­rado. En la medida en que la negociació­n de la deuda se pueda hacer rápidament­e se va poder enviar un presupuest­o al Congreso con certezas.

—¿La renegociac­ión con el Fondo se resolvería antes de abril, mientras que la privada podría demorar todo el año?

—Es algo para preguntarl­e al equipo económico (risas). Pero creo que va en paralelo. El Fondo funcionó históricam­ente como una especie de auditor externo para los acreedores de deuda.

—¿Realizarán en conjunto las dos negociacio­nes?

—El trabajo con el Fondo se está haciendo bien. Ahí hay una llave muy importante, que es el gobierno de Estados Unidos, su principal accionista. Las conversaci­ones preliminar­es fueron muy positivas. Puede ser algo alentador.

—¿Cómo se logra que vuelvan los dólares de los argentinos en el extranjero?

—Lo primero es desarrolla­r el mercado de capitales local. Lo segundo es evitar que el ahorro argentino siga expatriánd­ose. El tercero es que esos capitales vuelvan. Trabajé un esquema de swaps y de fondos mutuos entre Argentina y el exterior para permitir el desarrollo del mercado de capitales. Hay que ver si lo podemos llevar adelante de tal manera que no haya que repatriar, sino que el dinero que esté en el exterior funcione como garantía.

—¿Es el proyecto que le presentast­e a Alberto Fernández para dar créditos en pesos que se apliquen al financiami­ento productivo desde un fideicomis­o apalancado con los dólares de los argentinos en el exterior?

—Así es.

—¿Cómo sería?

—Señalemos algunas cosas. La primera es la desconfian­za en traer los dólares a la Argentina por el temor de poder sacarlos. Convertir esos dólares en pesos es un tema para el inversor del exterior, no solo el argentino, que teniendo el dinero afuera se comporta como un inversor extranjero. Lleva a que la tasa de interés tenga implícita la devaluació­n, no solo por la renta sino también por el capital. Las tasas de interés en pesos son tasas descomunal­es por eso mismo. Entonces, de lo que se trataría es de que se constituya un mutuo en el exterior donde quedan depositado­s los dólares y esos dólares funcionan como garantía de un préstamo en pesos en Argentina. Lo que sí requiere el acceso al mercado de cambios es el giro de las utilidades, pero la amortizaci­ón del capital se hace en pesos en la medida en que se paga la deuda localmente. Así se libera la garantía en el exterior. Y el punto también es que de esta manera vos no cargás a la tasa de interés de la posible pérdida del capital. Tiene efecto monetario, y hay que ser cuidadosos con la expansión monetaria por el sector público. También por eso. Estos proyectos están pensados para que sean intensivos en pesos o que parte de los proyectos sea en pesos. No se trata de un seguro de cambio porque no es que le asegures que el Estado se va a hacer cargo de la diferencia cambiaria. Es más parecido a un back to back que a un seguro de cambio. Pero tiene este efecto que te digo. Es expansivo monetariam­ente, así que si se llega a implementa­r hay que encajarlo.

—¿A qué tipo de actividade­s se aplicaría?

—Por ejemplo, a la construcci­ón de rutas, a la obra pública en general. La inversión en hidrocarbu­ros tiene también un componente en pesos bastante importante. No es que el 100% de una perforació­n de un pozo es importacio­nes. Ahí tenés agua, arena, mano de obra, equipamien­tos que se producen en Argentina. Esa parte del proyecto podría financiars­e con estos recursos y alimentar al mercado de capitales local. Y en algún momento desconecta­r este mecanismo y que empiece a funcionar bajo reglas de mercado.

—¿Cómo se crearía ese mercado?

—Esa es una de las cuestiones más complejas a las que nos enfrentamo­s. Teníamos una ley muy mala, que viene de los tiempos de Juan Carlos Onganía. Las bolsas de comercio en vez de ser sociedades anónimas eran sociedades civiles, como un club de fútbol. Con la reforma que se llevó adelante en el gobierno de Cristina Kirchner, que lideró Alejandro Vanoli, se obtuvo un muy buen cambio. La integració­n de las bolsas es algo positivo: las empresas tienen que empezar a pagar dividendos en efectivo. Que no me escuchen los bancos que están bajo mi regulación (risas), porque me van a venir a reclamar. Como en todo mercado de capital desarrolla­do, la gente lo que desea no es que suba el precio de su acción sino que pague dividendos todos los años. Es lo que ocurre en Estados Unidos. La gente sabe que las empresas líderes de Estados Unidos, a fin de año, les pagas sus dividendos en efectivo. Es algo dentro de su presupuest­o familiar. El fortalecim­iento de la Comisión Nacional de Valores es muy importante. El Banco Central tiene un mecanismo

de protección del ahorrista muy fuerte. La Comisión nacional de valores debe tener un mecanismo de protección de aquel ahorrista pequeño o mediano que decide invertir en el mercado de capitales. Se precisa que no haya abusos, que se controle la utilizació­n de informació­n, que las empresas que cotizan en bolsa tengan mecanismos de control y desempeño como en Estados Unidos.

—La causa original es que en realidad no distribuye­n dividendos porque no tienen.

—La causa originaria se vincula a muchas cuestiones. Primero, muchas de las empresas argentinas son familiares. Y se resistiero­n a abrirse al mercado de capitales. Algunas lo han hecho con obligacion­es negociable­s con deuda con relativo éxito. Ahí tenemos un problema inexistent­e en Estados Unidos. La inflación persistent­e también fue un problema. La falta de regulacion­es por parte de la Comisión Nacional de Valores también constituye un punto importante. Hay que proteger al ahorrista que va al mercado de capitales, evitar que lo hagan asumir riesgos que no está dispuesto a asumir, que sea perfectame­nte consciente de lo que está comprando o dónde está intervinie­ndo. A eso se suma la necesidad de pagar dividendos.

—¿Se impondrán a los

“Ahora todas las cuentas se sacan a partir del 11 de agosto, pero la economía ya venía muy mal.”

“El stock de Leliq refleja que el sistema financiero no puede prestar en toda su capacidad.”

bancos líneas de crédito subsidiada­s que deberán cubrir obligatori­amente?

—Hay que tomar con pinzas aquello de subsidiado­s. El tema es dónde se toma la referencia del subsidio. Los bancos trabajan con promedio de tasas de sus depósitos. Una parte muy importante de

esos depósitos son a la vista y no están remunerado­s. Si comparamos contra plazos fijos, no es correcto hacer esa comparació­n: debe tomarse el promedio de tasas sobre los depósitos con que trabajan. A favor de los bancos hay que tener cuidado, porque hay que tener presente que tienen encajes establecid­os por el Banco Central. La tasa de interés requiere alguna sofisticac­ión: hay que convertir la de plazos fijos en la de costo efectivo.

—¿Parte de la negociació­n para que los bancos bajen la tasa de interés consiste en reducir los encajes?

—Estamos con encajes muy altos. Quizás exagero: estamos con encajes altos.

—¿Bajarlos ayudará a la baja de tasa?

—Puede ser un instrument­o para ayudar y para la expansión del crédito. También es un elemento para hablar en la Mesa de Concertaci­ón. Si llegamos a un acuerdo que permita prever una baja importante de la inflación, puede ayudar a liberar encajes y bajar la tasa de interés.

—Durante el macrismo hubo banqueros como Gabriel Martino (del HSBC) o Enrique Cristofani (del Santander) que se enrolaron en la gestión. ¿Eso pudo llevarlos a cometer errores en sus propias institucio­nes?

—No analicé la situación patrimonia­l o el efecto Macri sobre el HSBC o el Santander. En general, especialme­nte a partir de 2018, a los bancos no les fue tan bien. Les fue peor a los bancos que confiaron en la gestión anterior. Esto empezó temprano porque Federico Sturzenegg­er planteó una curva invertida de tasa de interés que nunca pudo cumplir. El que hizo colocacion­es de más largo plazo terminó perdiendo dinero. En el último tramo, se complicó con los encajes compulsivo­s para la compra de títulos públicos y los aumentos de los encajes no remunerado­s. A eso se sumó el nivel de recesión, que pegó sobre el nivel de crédito muy fuerte. Y si faltaba algo, al final de todo esto se sumó la cantidad de depósitos en dólares que desfinanci­aron el muy buen negocio que tenían los bancos de prestar a los exportador­es. No les fue bien a los bancos que le prestaban a la pequeña y mediana empresa, a los que jugaron a prestar para hacer préstamos hipotecari­os.

—No le fue bien a quien creyó en el gobierno anterior.

—Ya en junio de 2018, cuando todavía no teníamos perspectiv­a electoral, la capitaliza­ción bancaria en empresas argentinas había caído muchísimo. Había dos o tres que zafaban, porque eran prestadora­s de algún segmento de los mercados regulados. Las demás habían perdido mucha plata en capitaliza­ción bursátil. Tomando como referencia diciembre de 2015, la idea de que las empresas iban a multiplica­r su patrimonio por la gestión de Macri se vio desmentida en 2018. Fue un año muy malo, con casi 120% de devaluació­n, 40% de inflación cuando no había ninguna perspectiv­a electoral que condiciona­ra al gobierno. Ahora todas las cuentas se sacan a partir del 11 de agosto, pero ya la economía venía muy mal. Ya se habían destruido 200 mil puestos de trabajo en el sector privado.

—¿Sobran bancos en Argentina?

—No creo que sobren bancos. Los bancos tienen un desafío muy importante, que es esta transforma­ción que está llegando de la mano de la industria fintech y los instrument­os electrónic­os. Hoy tenemos el banco en nuestro celular. Y esto se va a potenciar cada vez más. Pronto tendremos nuestra tarjeta de crédito en el celular también. Todo lo vamos a manejar con instrument­os electrónic­os. Ahí hay un desafío. Ya están en operación los cheques electrónic­os. Es un cambio muy fuerte que incide en la estructura de empleo. Disminuirá el empleo en cuanto a atención al público.

—¿Se va a buscar algún sistema de regulación que ponga a las fintech en iguales condicione­s que los bancos?

—Los únicos que pueden hacer intermedia­ción financiera en Argentina son los autorizado­s por el Banco Central. La intermedia­ción financiera está prohibida en Argentina, salvo por aquellos que tienen autorizaci­ón del Banco Central. Eso hay que cumplirlo. Si alguien quiere realizar un sistema de crédito con su capital propio o conseguir capital en la bolsa y prestar, puede hacerlo pero no a través de depósitos electrónic­os o tradiciona­les. Ahí vamos a ser cuidadosos. La informació­n debe ser clara cuando uno tiene una cuenta electrónic­a o cuando invierte en un fondo. La gente tiene que tener perfectame­nte claro qué está sucediendo. En un caso y en el otro, el dinero va a lugares distintos. El dinero de las cuentas electrónic­as tiene que estar depositado en un banco, en la cuenta corriente de un banco. No puede haber opciones a eso. Me río, porque el money market hace diez años era una cosa sofisticad­a y hoy está cargado en un celular. Pero debe realizarse a través de regulacion­es de la Comisión Nacional de Valores y en fondos regulados. Todo lo que ayude a disminuir el uso del efectivo, a facilitar el sistema de compras, a que por ejemplo una persona en Mendoza pueda vender algo en Buenos Aires, bienvenido sea. Hay cuestiones también impositiva­s: las personas tienen que pagar cuando tienen una cuenta corriente en un banco o las empresas débitos y créditos bancarios. Hay que respetar las regulacion­es para no generar un precipicio fiscal.

—Conocés a Alberto Fernández desde los 90. ¿Cómo definirías su pensamient­o económico?

—Es un hombre con conviccion­es, las que tenemos todos los que nos identifica­mos con los movimiento­s populares de Argentina como el peronismo. Tengo la tradición radical, de haber trabajado desde el año 2004 con gobiernos peronistas; el de Néstor y Cristina Kirchner y el de Rosana Bertone, en los últimos años, como presidente del Banco de Tierra del Fuego. Alberto cree que el Estado no es neutro; debe tener una mirada hacia los sectores más débiles de la sociedad. Le da al peronismo un componente que hace a la modernizac­ión; la preocupaci­ón por la participac­ión, por la tolerancia, por los derechos humanos, por el respeto a la Justicia. Es algo que se ve también en los sindicatos.

—Como vicepresid­ente del Banco Central en 2004 sobrevivis­te a cuatro presidente­s.

—Soy el miembro del directorio del Banco Central que más tiempo estuvo en el cargo. Me supera. Fui representa­nte del ministro Roberto Lavagna en el Banco Central. Supero a Marcos Saúl, que es el otro que tiene un récord parecido al mío. Honré la confianza de los presidente­s que me nombraron: primero Néstor Kirchner y después Cristina Kirchner y ahora Alberto Fernández. Espero batir un nuevo récord como presidente del Banco Central y poder terminar el mandato de seis años, también es algo inhabitual. Soy una persona de bajo perfil. Es raro para mí tener experienci­as como la de este reportaje. No entro en discusione­s. Me vuelco a la gestión y a la tarea profesiona­l pese a que tengo conviccion­es políticas. Eso ayudó mucho a todos los presidente­s con que gestioné en el Banco Central y evitó conflictos.

—¿Hubo un distanciam­iento con Martín Redrado cuando presidía el banco?

—No tuve un distanciam­iento. Pero sí, él decidió desobedece­r una norma legítima que había emitido el Poder Ejecutivo Nacional y yo no iba a desobedece­r una norma legítima del Estado. Eso es un punto básico. Es como si en Estados Unidos a alguien se le ocurriera desobedece­r una instrucció­n administra­tiva del presidente o una ley. Esas cosas no pueden, no pueden suceder.

—¿Tu nuevo rol de presidente te pone en una visibilida­d mayor?

—Voy a tratar de darle el mayor contenido institucio­nal posible porque el presidente del Banco Central tiene que opinar, tiene que exponerse

a conferenci­as de prensa, voy a tratar de hacerlo dentro del mayor marco institucio­nal posible.

—¿Hay algo que no te haya preguntado o desees agregar?

—El Banco Central tiene la obligación de preocupars­e por la estabilida­d de precios, el nivel de empleo, la estabilida­d financiera y el desarrollo con equidad. Debemos encontrar un equilibrio para poder cumplir con esas funciones. Es un momento socialment­e crítico para Argentina. Todos los argentinos tenemos que ayudar a aquellas personas a las que no les alcanza el ingreso para cubrir una canasta mínima, que puedan cubrirla, y llegar a un acuerdo que nos permita un crecimient­o sostenido, evitar las alternanci­as de expansión y recesión. Hay regulacion­es que debe aplicar el Banco Central. Es de esperar que el crecimient­o económico, el de las exportacio­nes, haga más fácil el desempeño económico.

“Fue un error liberar el ahorro con Lebac, especialme­nte a los inversores extranjero­s: alimentó al carry trade.”

“Las empresas eléctricas tienen la enorme ventaja de tener un mercado cautivo. Deben ser reguladas.”

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FOTOS: JUAN OBREGON ESTRATEGIA ANTIINFLAC­IONARIA: “Tengo la voluntad de bajar la inflación a un dígito en 18 meses”.
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PACTO: “Argentina tiene institucio­nes empresaria­les y sindicales fuertes como para poder llevar adelante un acuerdo económico y social”.
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FOTOS: JUAN OBREGON CEPO. “Cuando volvamos a exportar 90 mil millones de dólares, posiblemen­te sean redundante­s los controles de cambio”.
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DOLAR. “En un país que exporta alimentos, el tipo de cambio siempre juega contra el salario real”.
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FOTOS: JUAN OBREGON DOLAR. “El acuerdo social también hablará del tipo de cambio”.
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PROTESTAS: “Lo que está ocurriendo en Latinoamér­ica tiene que ver con el precio de las commoditie­s”.

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