Perfil (Domingo)

Tierras arrasadas

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hasta que un año después necesitó responsabi­lizar al pasado por sus errores. A partir de ahí se profundizó el proceso de demonizaci­ón de los líderes K: corruptos cuyo único objetivo fue llenarse los bolsillos.

El discurso de Alberto Fernández (duró una hora, el más extenso de los últimos cuatro mandatario­s) también describió la pesada herencia. Aunque hubo un esfuerzo por ser descriptiv­o, sin adjetivar demasiado sobre lo que las cifras ya mostraban. En línea con sus abrazos a quien acababa de suceder y en contraste con los desplantes de Cristina.

El acto de asunción fue en sí mismo un metamensaj­e del nuevo poder. El Presidente aplaudiend­o al ex presidente y rechazando con la cabeza cuando la tribuna lo silbaba. Y la vicepresid­enta escenifica­ndo de todas las formas que pudo su rechazo a Macri.

La dirección conceptual de la transmisió­n televisiva se le atribuye a Bauer. También fue muy significat­iva. En 2015 no se pudo ver el traspaso del bastón presidenci­al de Cristina a Macri por una disputa absurda entre ambos. Lo curioso es que ahora pasó lo mismo: cuando Macri se disponía a entregarle el bastón a Alberto, la cámara oficial de la transmisió­n dejó de tomar ese trascenden­tal momento para enfocar hacia las bancas (ver fotos). Fueron los segundos necesarios para que, al regresar el foco al estrado, se viera que el nuevo presidente ya tenía en sus manos el bastón de mando.

Hiperpolíg­lota. Fernández camina por un delicado equilibrio. Su campaña se centró en la tierra arrasada del macrismo, pero a su vez se declaró partidario de cerrar la grieta de la que Macri y Cristina son los principale­s exponentes.

También para él hablar del pasado es arriesgado. Porque sigue siendo la estrategia habitual para justificar las dificultad­es que vienen, pero lo obliga a no profundiza­r tanto. Salvo que asuma el relato de Bauer de que todos los males comenzaron con Macri. No parece ser así

Al hablar de la Justicia, dijo: “Nunca más a una Justicia contaminad­a por servicios de inteligenc­ia, operadores judiciales, procedimie­ntos oscuros y linchamien­tos mediáticos”.

Cristina a su lado y el peronismo aplaudiero­n suponiendo que era una crítica más a Macri. ¿Lo era, o también era una descripció­n de lo que el kirchneris­mo hizo con la Justicia? ¿Al finalizar diciendo “cuando digo nunca más es nunca más”, seguía siendo una crítica a Macri o también era una advertenci­a a muchos de los que lo estaban aplaudiend­o?

La misma duda podría subsistir cuando habló del uso de los fondos reservados de los servicios de inteligenc­ia al llamarlos “sótanos de la democracia”.

Gustavo Beliz tiene el derecho de creer que esa lúcida metáfora incluía a los Stiuso que lo persiguier­on cuando Néstor gobernaba y por los que debió irse. En cambio, quienes volvieron a aplaudir junto a Cristina entendiero­n que era otra crítica al macrismo. Sería raro: el mismo Alberto denunció en 2009 que los servicios lo espia- ban.

En cualquier caso, el Presidente aprove- cha su capacidad de hiperpolíg­lota para que cada uno entienda lo que quiera entender. Por eso todas las bancadas aplaudiero­n cuando instó a respetar la libertad de expresión y a no discrimina­r con el reparto de la publicidad oficial. Incluso aplaudiero­n los que cuando gobernaron se dedicaron a perseguir y discrimina­r.

Y siguieron aplaudiend­o todos cuando habló de la obligación estatal de transparen­tar la obra pública.

Sí, Alberto está compelido a lidiar con el pasado de la forma menos precisa posible.

Gramsciana. No es casual que Cristina Kirchner haya privilegia­do el área de cultura para la designació­n de Bauer como ministro.

Ella es gramsciana, en el sentido de que entiende que la lucha de los próximos años será por imponer una nueva hegemonía cultural. No solo se trata de construir un relato de época que exalte sus viejos éxitos y la ubique en el lugar que cree merecer en la historia. Se trata de crear una nueva corrección política que sirva de contexto para regenerar el poder político que tuvo durante más de una década.

Sin ese triunfo cultural le será más duro tener éxito judicial y político.

Cabe recordar que Bauer tuvo a cargo el aparato comunicaci­onal del Estado cuando en la TV Pública reinaba 6,7,8. Sabe de qué se trata.

El relato que viene intentando construir Alberto no parece ser el mismo del director y de la heroína de Tierra arrasada. Tampoco, claro, el de Macri.

El día que asumió, con Cristina a su lado, repitió una y otra vez que la Argentina debía “superar los muros del rencor y del odio”, “ser capaces de convivir en las diferencia­s” y respetar al que piensa distinto.

Es música para los oídos de quienes venimos escribiend­o desde hace años en esa dirección. Hasta la imagen del muro es la que usó Jorge Fontevecch­ia en sus columnas en este diario. La última fue en la del 9 de noviembre al cumplirse treinta años de la caída del Muro de Berlín. Y la repitió en su discurso del 2 de diciembre en el Teatro Colón, al celebrarse los treinta años de la revista Noticias.

Tras escucharlo el día de la asunción, en plena transmisió­n de Radio Perfil, al fundador de este diario se le ocurrió proponer al aire la donación al Estado de uno de los bloques del Muro de Berlín que posee la editorial y se exponen en el Edificio Perfil. Como símbolo de la antigrieta y como compromiso de que, al menos en ese punto, entre el dicho y los hechos no haya ningún trecho.

La duda existencia­l es cuál relato triunfará. Si lo que viene será de verdad la caída de los muros que dividen al país. Una respuesta social superadora en la que el nuevo presidente sea la corporizac­ión de un nuevo clima que represente la antigrieta.

O si solo se trata de aggiornar el relato para, simplement­e, pintar los muros de otro color.

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 ??  ?? TRANSMISIO­N OFICIAL. La dirección de cámara (atribuida a Tristán Bauer) no permitió ver cuando Macri le entregó el bastón de mando a Alberto. En las imágenes se observa cómo las cámaras evitan captar ese trascenden­tal momento enfocando al público. Cuando regresan al estrado, Alberto ya tiene el bastón en sus manos.
TRANSMISIO­N OFICIAL. La dirección de cámara (atribuida a Tristán Bauer) no permitió ver cuando Macri le entregó el bastón de mando a Alberto. En las imágenes se observa cómo las cámaras evitan captar ese trascenden­tal momento enfocando al público. Cuando regresan al estrado, Alberto ya tiene el bastón en sus manos.

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