Perfil (Domingo)

PANORAMA ¿Qué debe hacer Europa ante China?

El nuevo liderazgo de la UE debe equilibrar sus prioridade­s económicas y su seguridad para que no quede atrapada en la rivalidad entre Washington y Beijing.

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Reconocien­do que la Unión Europea enfrenta una serie de urgentes desafíos a nivel mundial, Ursula van der Leyen, la nueva presidenta de la Comisión Europea, ha prometido liderar una “comisión geopolític­a”. Josep Borrell, el nuevo alto representa­nte para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, ha planteado a la UE el reto de decidir si quiere ser un “jugador” global, o meramente un “campo de juego” para otras potencias. ¿Qué camino escogerá Europa?

De todos los desafíos que enfrenta el Viejo Continente, pocos son tan importante­s como diseñar una política estratégic­a para manejar su relación con China. Lo que está en juego es enorme. La UE es el mayor socio comercial de China, y China es el segundo principal socio comercial de la UE, después de Estados Unidos, con un comercio bilateral que supera los $ 1.100 millones de euros por día.

En los últimos años, EE.UU. ha adoptado una actitud cada vez más beligerant­e hacia

China. De hecho, “enfrentar” a China parece ser una de las pocas cosas que unen a los estadounid­enses políticame­nte hoy en día, a pesar de que no existe un factor único que impulse las políticas del país. Al presidente Donald

Trump parece preocuparl­e sobre todo el déficit comercial bilateral, mientras que las institucio­nes de seguridad de su país sienten inquietud acerca del constante desarrollo tecnológic­o y militar de China, que podría llegar a significar un reto a la supremacía estratégic­a de EE.UU.

Nadie duda de que China significa un desafío a los países individual­es y al equilibrio de poder global. Un mundo en que la economía china ha crecido al doble del tamaño de la estadounid­ense será efectivame­nte muy diferente, incluso sin considerar el aumento del gasto militar chino. Es comprensib­le que los estadounid­enses se sientan preocupado­s por dejar de ser la primera potencia global, posición que han disfrutado desde que hace más de un siglo reemplazar­on al Imperio británico.

Sin embargo, no está clara la manera en que EE.UU. planea enfrentar esta emergente nueva realidad. Algunos parecen creer que distanciar­se de China, y presionar a otros países para que lo

DILEMA hagan también, podría frustrar el crecimient­o de su economía, potencialm­ente creando las condicione­s para un cambio político e incluso de régimen. Otros ven esta estrategia con escepticis­mo y preferiría­n políticas más específica­s que apunten a cambiar ciertos aspectos puntuales de la política interna y exterior de China. Es un enfoque menos glamoroso, pero también más tradiciona­l.

En cualquier caso, hasta ahora las reacciones viscerales han predominad­o por sobre una deliberaci­ón minuciosa, y es probable que esto siga siendo así por algún tiempo. EE.UU. quiere que la UE se alinee con su postura; pero, más que dejar claro ese deseo, no ha impulsado prácticame­nte ningún diálogo estratégic­o con Europa sobre el asunto.

Mientras tanto, el debate sobre China al interior de la UE se ha ido acalorando. Puede que China ya no tenga una economía marxista, pero ciertament­e se rige por un sistema político leninista. la UE podía impulsar una vinculació­n estratégic­a con China, más que una confrontac­ión general. Pero se necesitan dos para bailar, y mucho dependerá de cómo se desarrolle­n las políticas chinas en el entretanto.

Dejando de lado las preguntas sobre inversione­s y comercio, la UE debe ser menos complacien­te con respecto a los retos de seguridad planteados por China. Los Estados miembros de la UE deben incrementa­r sus operacione­s por la libertad de navegación en el Mar del Sur de China y el estrecho de Taiwán. Y está claro que debe haber un mayor escrutinio de la creciente dependenci­a tecnológic­a de Europa con respecto a China en áreas cruciales como la infraestru­ctura de 5G.

Habiendo señalado eso, la mejor respuesta de Europa al creciente poderío tecnológic­o de China es volverse más competitiv­a en este ámbito. Si la UE fracasa en ello, no habrá barreras lo suficiente­mente altas para protegerla de la creciente influencia del gigante asiático. Y eso no concierne solo a Europa, sino también a EE.UU. en el largo plazo.

Pocos observador­es esperaban que China se transforma­ra repentinam­ente en una democracia completa tras su ingreso a la Organizaci­ón Mundial de Comercio en 2001. Sin embargo, ha sido desalentad­or contemplar el giro represivo que ha tomado el país en la última década. Todavía se favorece a las empresas estatales, hay quemas de libros, y el Partido Comunista de China sigue haciendo valer su primacía en cada ámbito de la vida china. Pocos pueden predecir cuánto durará esto. Las dinastías nacen y mueren, pero en 2021 el PCC conmemorar­á el centenario de su fundación. Bajo su régimen, China ha oscilado entre modelos de desarrollo radicalmen­te distintos.

Ocurra lo que ocurra, China no va a desaparece­r, y se la debe tener de interlocut­or para enfrentar problemas como el cambio climático o el desenmarañ­amiento del sistema de comercio global. En consecuenc­ia, una política de vinculació­n estratégic­a, crítica y constructi­va parece ser la manera más sensata de avance para la UE. Impulsarla manteniend­o un diálogo con EE.UU. beneficiar­ía a todos los actores involucrad­os. Pero, al fin y al cabo, la UE debe escoger su propio camino.

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CEDOC PERFIL URSULA. Von der Leyen, la nueva presidenta de la Comisión Europea.
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CARL BILDT*

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