Algo más que cuadernos Historias de arrepentidos ante la justicia argentina.
☛ Título Los arrepentidos
La ley del imputado colaborador, más comúnmente conocida como ley del arrepentido, cumplió tres años en nuestro país, y solo en seis meses una investigación sumó 31 arrepentidos, una cifra inédita para la justicia argentina en una causa por corrupción. Y se abre el sendero a una multiplicidad de preguntas.
¿Se implementó bien la ley? ¿Hubo confesiones bajo coacción? ¿Se direccionaron algunos testimonios? ¿Se mandaron mensajes desde el poder político para que no hubiera arrepentidos en causas claves? ¿Cómo tomaron la decisión aquellos que buscaron acogerse a esta figura?
Estos interrogantes despiertan interés a la hora de contar la historia de los “arrepentidos” en diversas causas de corrupción. No solo nos interesa cómo cambiaron sus vidas actuales (muchos de ellos son monitoreados electrónicamente y ya no pueden ejercer sus respectivas profesiones), sino también conocer las instancias más ocultas de sus negociaciones con la Justicia, con sus abogados o defensores oficiales.
El proceso de confesar bajo una ley que permite mejorar la situación procesal en casos de corrupción, y en muchas ocasiones obtener el beneficio de la libertad requirió un cambio de estrategia en muchos casos, planteos contradictorios en otros y el riesgo de perder todos los beneficios que proporciona el programa.
Los arrepentidos cuenta la historia del detrás de escena, el lado B de los testimonios que revelaron, en distintos gobiernos, el sistema enquistado de corrupción político-empresarial. También es la historia de cómo la Justicia reaccionó a las diferentes causas según el poder de turno y, en algunos casos, según la presión de los medios de comunicación.
Como parte de las estructuras de poder, de las maniobras delictivas, de los hechos de corrupción, las voces de los arrepentidos nos invitan a conocer sus historias personales, a entender cómo se relacionaban con el poder político, cómo decidieron ser parte de distintas operaciones ilícitas, por qué solo denunciaron estos mecanismos al ver en riesgo su libertad, sin dejar de lado las presiones familiares para hablar y desnudar los beneficios económicos que supieron conseguir, pero que perderían a manos de la Justicia.
Los arrepentidos también abre la discusión sobre el funcionamiento y los intereses del poder político. ¿Fue éste el principal interesado en no contar con esta herramienta por décadas para no correr riesgos ante presuntas denuncias de corrupción? ¿Es, a su vez, una norma que otros buscaron para acelerar las causas contra sus opositores? ¿Buscan todos, finalmente, impunidad?
Pero ampliemos la mirada. Delación premiada en Brasil, colaborador de la Justicia en Italia, arrepentido de la Justicia en Francia, testigo de la Corona en Costa Rica y Alemania, delación compensada en Chile, colaborador eficaz tanto en Panamá como en Perú y, recientemente, imputado colaborador en Argentina. La figura del arrepentido reúne posturas contrapuestas en el momento de analizar su implementación, como si se tratara de una suerte de premios y castigos. La discusión se centra en si este instrumento viene a subsanar falencias del propio sistema judicial frente a casos de corrupción que despiertan interés en la vida política o si se trata de una herramienta indispensable para desentrañar estructuras delictivas.
Ante la explosión del Lava Jato, la mayor causa de corrupción de Brasil, la delación premiada adquirió un protagonismo inusitado, considerando que Estados Unidos cuenta con este sistema desde el año 1978. Argentina fue uno de los 13 países donde la constructora Odebrecht admitió haber pagado sobornos para obtener contratos multimillonarios por parte del Estado. Entonces el Ejecutivo nacional, que vio cómo el dueño de la compañía se convirtió en un delator ante la justicia norteamericana primero y después en su propio país, tomó nota de esto y decidió impulsar el proyecto de ley que el Congreso sancionó el 19 de octubre de 2016.
Dijo Mario Vargas Llosa: “Las ‘delaciones premiadas’ de Odebrecht abren una oportunidad soberbia a los países latinoamericanos para dar un gran escarmiento a los mandatarios y ministros corruptos de las frágiles democracias (…). Nada desmoraliza tanto a una sociedad como advertir que los gobernantes que llegaron al poder con los votos de las personas comunes y corrientes aprovecharon ese mandato para enriquecerse, pisoteando las leyes y envileciendo la democracia”.
La lucha contra la corrupción se volvió un eje, un vehículo y una suerte de bandera del gobierno de Mauricio Macri –de forma predominante ante falencias propias de su gestión–, que encontró eco en los Tribunales de Comodoro Py, donde el uso de la figura del arrepentido impulsó investigaciones contra la gestión anterior, algo