Viaje de demolición
El que tiene sed
Autor: Abelardo Castillo Género: novela Otras obras del autor: La casa de ceniza; Israfel; Crónica de un iniciado; El evangelio según Van Hutten; Las otras puertas; Cuentos crueles Editorial: Seix-Barral, $ 770
Abelardo Castillo construyó una obra que ya nadie puede arrebatarle, al mismo tiempo que edificó un personaje. Ese personaje era un escritor de estampita. Un hombre de rostro atormentado, que cumplía con todos los requisitos románticos que los creyentes le exigen a esa imagen: un intelectual duro, un jugador de ajedrez, un fumador de pipa que editaba su propia revista literaria y que tenía su grupo de discípulos.
A veces, la lectura de Castillo choca con ese personaje. Es la detallada figura del escritor abrumado por sus demonios que leemos desde los inicios del romanticismo. El que tiene sed es un poco ese libro. Por un lado es la historia de un alcohólico, despellejada hasta que quedan solo cenizas de una persona. La estampa de un hombre que se considera inmune al alcohol y que no es más que su títere. Un relato que viaja entre la tercera persona y la primera, que aturde con las vacilaciones de ese borracho, sus desmemorias y, también, con sus frases brillantes, su fuerza y una constancia que contradicen sus debilidades y que no hacen otra cosa más que sumergirlo en su enfermedad.
El libro, que remite a tantos otros clásicos literarios del alcoholismo, detalla la formación y deformación de una inteligencia por el vicio. En sus primeras páginas dice que lo que emborracha es el estado de ánimo. En otras palabras, la causa. Lo que luego sostiene que es “la voluntad enferma”. Esteban Espósito, conduce su vida hacia su destrucción, pero en ese viaje de demolición opera sobre sí mismo un viaje interior, donde analiza todas las causas de su debacle.