Perfil (Domingo)

PANORAMA Sin vueltas: es un impuestazo

La norma es una brutal transferen­cia de fondos del sector privado al Estado. Oposición al garete y una Cristina narcisista como siempre.

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Arriero:

El y reglamenta­da, la Corte Suprema de Justicia la declara constituci­onal o no.

Superpoder­es. El artículo 85, que finalmente fue derogado, era un peligrosís­imo disparate. Superaba –y con creces– las atribucion­es de la Ley de Emergencia con la que gobernó el kirchnerat­o. Tanto fue así, que hasta dentro del kirchneris­mo hubo quienes llegaron a inquietars­e. “Si no se eliminaba ese artículo, nuestro poder habría quedado reducido a la nada”, confesaba con alivio un conspicuo senador de neta filiación K una vez que el artículo fue borrado.

El Presidente tiene frente a esta Ley de Emergencia un desafío y una oportunida­d. El desafío es demostrar que la enorme masa de recursos que el Gobierno va a tener a su disposició­n, sean manejados con estricta observanci­a de lo que estipula la ley, con prudencia, honestidad y transparen­cia.

El desafío, es no sucumbir a la tentación de no prorrogarl­a en forma indefinida para usarlo como un instrument­o para la búsqueda de la suma del poder público, tal como ya ocurró durante los 12 años del kirchnerat­o.

No hay que darle vueltas al asunto: el paquete de medidas aprobadas por el Congreso representa un impuestazo.

Es lo opuesto a cualquier proyecto que tenga como objetivo el estímulo a las inversione­s genuinas. Esas inversione­s son las que hace años no llegan al país. No vinieron durante los gobiernos del matrimonio Kirchner como tampoco llegaron durante la presidenci­a de Mauricio Macri. Y no vendrán en este gobierno sin un plan económico serio y coherente.

Porque es eso lo que está faltando, habiendo quedado claro que, hasta el momento la nueva administra­ción no lo tiene. Y sin ese plan, todas estas medidas, todo este enorme sacrifico que se le pide a la ciudadanía será, una vez más, en vano.

Desorienta­dos. De las sesiones del Congreso del jueves y del viernes quedan algunos hechos que merecen un párrafo aparte: a nivel nacional, es evidente que Juntos por el Cambio está al garete. No solo por el viaje de Mauricio Macri a Qatar para ver la final de la Copa Interconti­nental –con tan solo un poco de sentido de común suyo, o de alguno de sus asesores, habría bastado para advertir que, en el medio del debate de la ley que es consecuenc­ia de la catástrofe económica que generó su gobierno, el periplo es un desatino– sino también por lo que se vio en la disputa interna que se produjo acerca de dar o no dar quórum para permitir la jura de los diputados suplentes del oficialism­o. La actitud de quienes intentaron obstaculiz­arlo fue bochornosa.

Una cosa es oponerse a un proyecto de ley y otra muy distinta, es utilizar esa herramient­a legal –de legitimida­d siempre discutible– para impedirle asumir su banca a un representa­nte que ha sido elegido por el voto de los ciudadanos. Lo primero es parte de la esencia del debate democrátic­o. Lo segundo es directamen­te un acto antidemocr­ático. La diferencia entre uno y otro es abismal.

En la provincia de Buenos Aires, en cambio, se vio la mano de María Eugenia Vidal que se involucró en el tema y habló –y acordó– directamen­te con Axel Kicillof.

Desproliji­dades. El proyecto del Poder Ejecutivo Nacional tuvo “desprolijd­ades”.

No queda claro si eso fue producto de la confusión que aún reina en el Gobierno o si fueron puestas adrede para luego negociarla­s, y darle a la oposición algunas concesione­s, y así facilitar la aprobación del proyecto.

Fue curioso, aun cuando no novedoso, escuchar a diputados del oficialism­o defender el ajuste a los jubilados y criticar el que implementó Macri. Lo mismo se aplica para los diputados de Juntos por el Cambio que criticaron el ajuste. Este es uno de los grandes problemas que exhibe gran parte de la dirigencia política vernácula: sus contradicc­iones; nadie se hace cargo de sus errores.

El debut de Máximo Kirchner como jefe del bloque del Frente de Todos fue pobre.

Cristina Fernández de Kirchner se sintió a sus anchas para desplegar su narcicismo y voluntad de imponer su poder por sobre todo y todos.

La forma como trató y chicaneó al senador José Mayans, jefe del bloque del Frente de Todos, cuando se dirigió a ella tratándola de “presidente” y no de “presidenta” del Senado, fue una muestra de ello.

Hizo acordar a sus actitudes durante los inolvidabl­es e insufrible­s Aló Presidenta que fatigaron la Cadena Nacional de radio y televisión durante los ocho años que abarcaron sus dos presidenci­as. Volvió.

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DIBUJO: PABLO TEMES MIRARLO POR TV
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NELSON CASTRO

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