Perfil (Domingo)

El ‘pin parental’ o el sueño de la ESI

- ESTEBAN PAULON*

En las últimas horas llegó desde España una noticia que enciende todas las alarmas. El gobierno tripartito de derechas de Murcia (integrado por el Partido Popular, Ciudadanos y el ultraderec­hista VOX), prepara un proyecto para instaurar el “pin parental” en materia de educación.

Una discusión que parece lejana, pero lamentable­mente podría estar a la vuelta de la esquina en nuestro país y nuestra región. El “pin parental” es una puerta que, sin dudas, no quisiéramo­s abrir.

El PIN es un mecanismo que permite que las madres y los padres decidan qué tipos de contenidos pueden –o no– recibir sus hijas e hijos en el marco de la educación sexual integral (ESI), dejando la educación sujeta a una decisión familiar y no en el marco de una política de Estado orientada a garantizar derechos para las niñas y los niños.

La ultraderec­ha y sus socios circunstan­ciales están convencido­s de que la educación sexual integral viene a “imponer” a las infancias la “homosexual­idad obligatori­a”, el “aborto” y la práctica “desenfrena­da” de las relaciones sexuales. ¡Y eso debe detenerse!

Desde este punto de vista, un simple click en alguna app del teléfono móvil bastaría para frenar el adoctrinam­iento y salvar a les niñes de semejante despropósi­to.

Lo que para estos sectores es admisible en materia de educación sexual integral no es otra cosa que un avasallami­ento al rol de la escuela para la garantía del derecho a la educación en sexualidad, consagrada en la Convención sobre los Derechos del Niño.

Tal como ha quedado demostrado, la ESI no tiene otro propósito que brindar informació­n correcta y científica­mente comprobada para un ejercicio más pleno, responsabl­e, respetuoso y cuidado de la sexualidad.

Contribuye a mejorar el clima de convivenci­a escolar, reduce sensibleme­nte las situacione­s de acoso y hostigamie­nto, promueve una mirada amplia y diversa de las relaciones (afectivas, amistosas, familiares y románticas) y brinda herramient­as para prevenir las infeccione­s de transmisió­n sexual y los embarazos no planificad­os. La ESI nos enseña que no es no.

Ahora bien, imaginen llevar la discusión del “pin parental” a otros ámbitos de la educación. Por ejemplo, la biología o la geografía. ¿Sería admisible que los padres opinaran que se enseñe –y aprenda– el origen de las especies desde el “creacionis­mo” y no desde la teoría de la evolución? ¿O dejar al libre arbitrio de padres y madres “decidir” si la tierra es plana o redonda? Inadmisibl­e, ¿no?

Creer que Dios creó al hombre y que de una costilla masculina salió la mujer o sostener que el agua puede convertirs­e en vino son creencias de fe válidas para los templos, pero sin asidero científico. Y la educación no es otra cosa que ciencia. También en materia de sexualidad.

¿Y por casa cómo andamos?

El debate del “pin parental” llega a nuestra región en días en que desde diversos sectores –¿coincident­emente?– se escucharon algunas voces en sintonía. El periodista deportivo Walter Queijeiro expresó que los contenidos de diversidad sexual deberían ser eliminados de la ESI y el abogado Alejandro Fargosi sumó su granito de arena: “Escuelas sin ESI son el derecho humano de los padres a que sus hijos se eduquen de acuerdo a sus pautas”.

Todo esto en el marco de un inicio de año complejo, con varias situacione­s reportadas de discrimina­ción al colectivo LGBT+ (Mar del Plata, Santa Teresita y Necochea, por citar algunos ejemplos) y una región en donde los discursos y acciones de odio proliferan a una velocidad preocupant­e.

Garantizar la ESI desde el nivel inicial es una obligación del Estado y una necesidad imperiosa si queremos construir una sociedad más justa, más feliz y con menos sufrimient­o. Una sociedad donde quepamos todas, todos y todes. *Director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGBT+ e integrante de la comisión directiva de la Falgbt.

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