Para Israel fue un crimen que es parte de la disputa con Irán
Mientras los representantes oficiales hablan con cautela sobre el caso y ponen énfasis en la relación de Argentina con la república islámica, miembros de la sociedad civil no dudan en calificar la muerte del fiscal como un homicidio.
de Mauricio Macri. Cuando terminó esa luna de miel, los encargados de la política israelí para América Latina se sentaron a esperar las señales.
Expectativas. Hasta que se anunció que el de Israel será el primer viaje de Fernández al exterior –con toda la carga política y simbólica de la visita–, en ese país se miraba al nuevo presidente argentino con expectativas discretamente positivas.
Nisman es apenas un elemento en el juego geopolítico en el que le toca participar a Israel, y en estos momentos de guardia en alto por la muerte de Soleimani y la cumbre por Auschwitz, la muerte del fiscal se encuentra más que nunca en el asiento trasero de las preocupaciones de Jerusalén.
La ficha se acomoda a las circunstancias, y así como en este 2020 el aniversario de la muerte del fiscal transcurre en relativo silencio –aunque seguramente será tema de las conversaciones que mantenga Fernández en Israel–, en 2019, cuando aún gobernaba Macri, la situación fue muy distinta. En ocasión del cuarto aniversario, aquellas muy buenas relaciones bilaterales envolvieron un acto de recordación importante, que incluyó la inauguración de un monumento a la memoria del fiscal en el Parque de la Amistad Argentina-Israel en Ben Shemen, unos pocos kilómetros al sudeste de Tel Aviv.
Del acto participaron el entonces embajador argentino, Mariano Caucino, y varios dirigentes judíos, como el presidente de la DAIA, Jorge
Knoblovits, y el entonces titular de la AMIA, Agustín Zbar, quienes viajaron especialmente para la inauguración del monumento y aprovecharon para disparar contra las investigaciones y las causas jurídicas sin resolver sobre los atentados contra la mutual israelita, de 1994, y la Embajada de Israel en Buenos Aires, de 1992.
Asesinato. Respetando las costumbres diplomáticas, que imponen no entrometerse en los problemas de las justicias