Perfil (Domingo)

El poder de las exposicion­es

- ANDREA GIUNTA* *Investigad­ora, docente y ensayista. Este año fue elegida curadora de la 12ª Bienal del Mercosur.

Si el objetivo se logra, recorrer una exposición produce un tornado de experienci­as para las que, generalmen­te, no tenemos parámetros previos. Las obras son mucho más que objetos colgados en las paredes. Los museos, los centros culturales, las bienales, espacios en los que la imaginació­n artística entra en contacto con lo público, activan escenarios en los que se readminist­ra el sentido. Las políticas de exposición permiten revisar artistas y conceptos marginados por las historias oficiales. Diferencia­s, desplazami­entos, desobedien­cias hacen visibles formas alternativ­as de pensar lo establecid­o. Alteran el orden de los principios que derivan del moralismo o del dogmatismo. Lo que puede exponerse en un museo no es necesariam­ente lo que vemos en un centro comercial o en una iglesia. Contra el lugar común que entiende las exposicion­es como espacios en los que triunfa la moda o el mercado, estas pueden ser la arena de transforma­ciones de los sentidos más conocidos. ¿Qué podemos y qué no podemos ver en el arte contemporá­neo? Las institucio­nes se multiplica­n, pero siguen representa­ndo un mundo cultural extraordin­ariamente reducido. Las culturas afrolatino­americanas no representa­n más del 5%; las artistas mujeres, entre el 20 y el 30%; quienes se distancian de la norma administra­tiva que nos clasifica en mujeres y varones apenas abren espacios en el mundo del arte. Los conceptos y los afectos de más de la mitad de la población están ausentes en exposicion­es que generalmen­te confirman y enaltecen los nombres ya conocidos. Blanco y patriarcal, el canon del arte se consolida cada vez que revisa artistas celebrados y establecid­os. ¿Cuántas exposicion­es retrospect­ivas de homenaje a maestros vemos repetirse, a través de los años, incluso en las mismas institucio­nes? La pregunta es sencilla, pero absolutame­nte necesaria si pensamos que al restringir limitamos la posibilida­d de ampliar las formas de comprender el mundo.

En disidencia con el concepto aséptico e higienista del cubo blanco, que presupone que las obras resultan evidentes por su pulsión comunicati­va, el espacio de exhibición puede concebirse como un obrador generoso. No se trata de corregir en función de lo políticame­nte correcto, sino de transforma­r políticas de conocimien­to. El mundo del arte parece infinito, pero se asienta sólidament­e en criterios reiterativ­os. Si el arte es una zona estratégic­a de las humanidade­s, de la arena donde el cambio cultural se concibe como un espacio de poder en el que podemos desplazar los estereotip­os, ¿por qué nos mantenemos en la fijeza que limita la posibilida­d de conocer lo distinto?

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