Perfil (Domingo)

Carta abierta a Alberto Fernández

- ALEJANDRO VECCHI*

Al asumir usted brindó a los argentinos y argentinas un mensaje muy significat­ivo. Retomó aquel Nunca Más, ese sentir que en los inicios de la recuperaci­ón de la democracia nos unió tras una meta común: la vigencia plena de los derechos humanos. Una meta que, lamentable­mente y desde entonces, ha ido perdiendo fuerza, sacudida por los desencuent­ros, debilitada por las frustracio­nes. Hoy, como abogado de una de las familias más golpeadas de la historia; a 23 años del caso que puso en evidencia una estructura mafiosa en la Argentina, me atrevo a hacerle una petición: le pido que intervenga allí donde haga falta para desarticul­ar ese sistema de caracterís­ticas mafiosas que ha sobrevivid­o a Yabrán y que hoy sigue funcionand­o como antes, a través de influencia­s políticas, de la compra de voluntades, del acoso judicial o de la violencia física. No se rodee de aduladores, no escuche los cantos de sirena que solo buscan alejarlo del pueblo. No se meta con mafiosos.

No crea en las cosas que hagan daño a la gente, sobre todo a quienes con vocación de servicio como lo hacía José Luis hacen de la libertad de expresión su manera habitual de trabajo. No se involucre en los negocios millonario­s de intereses oscuros, que al final se cobran la vida de gente como Cabezas. No es caprichoso ni infantil mi pedido. La realidad política del país nos lo refriega en la cara a menudo. Hace 23 años, quien tenía la misma investidur­a que usted tiene ahora, recibió en la Casa Rosada, públicamen­te, como a un empresario ejemplar, a quien ya se sospechaba que era el autor intelectua­l del crimen de Cabezas. Dos de sus ministros apersonado­s en Dolores, donde se sustanciab­a la causa, bajaron de un helicópter­o oficial para avalar la pista falsa que ellos mismos habían insertado. Nunca la Justicia molestó a ninguno de ellos.

En esos días se llegaron a descubrir cientos de millones de dólares en cuentas offshore de ese grupo empresario. Cuentas no declaradas que denunciamo­s y tampoco nadie investigó. Nunca como en el Caso Cabezas se vio tan claramente el entramado mafioso de la Argentina. Agentes en todos los poderes de la vida institucio­nal trajinaron para que la verdad se oculte. El manto de la impunidad se extendió en su plenitud con su efecto devastador. Por eso, como decía al comienzo, para quien ha asumido como una forma de vida la defensa de quienes son víctimas de un sistema corrupto, es muy caro el compromiso que ha expresado usted al asumir la Presidenci­a. Me queda decirle gracias por su acompañami­ento.

Y ofrecerle el mío también como colega, porque los y las argentinas no tenemos otro camino que sumar nuestros esfuerzos para recuperar los valores de la ética en las actividade­s públicas y privadas, primer paso de la recuperaci­ón económica, social y política del país. Por acción o por omisión o por miedo, todos nosotros –al menos quienes llevamos algunos años encima– hemos permitido que exista un sistema corrupto, sin equilibrio­s, sin contrapeso­s, y librado a la impunidad del funcionari­o de turno. Por la memoria de José Luis y por el dolor de su familia, unámonos para terminar con las mafias y la impunidad en la Argentina. Muchas gracias, señor presidente.

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