Perfil (Domingo)

Narcoservi­dores del orden

- CARLOS GABETTA*

La fuga de 75 narcotrafi­cantes de una cárcel paraguaya próxima a la frontera con Brasil, junto a los 18 asesinatos ocurridos en Rosario en los primeros 18 días del año –uno de ellos durante el ametrallam­iento al casino de la ciudad–, ocupó los titulares de la semana pasada.

Hechos “menores”, comparados con las espectacul­ares fugas del Chapo Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, o con los cuerpos que aparecen colgando de puentes en México (los últimos nueve, en agosto pasado), las masacres entre pandillas o los asesinatos de periodista­s, fiscales, abogados y testigos acusadores en muchos países. Aunque ocupan los titulares de una prensa que en general se limita a sacar provecho del escándalo sin hurgar en sus causas, estos hechos han pasado a formar parte de la vida cotidiana.

En 1997, el secretario general de Interpol, Raymond Kendall, declaró ante el congreso anual de la Organizaci­ón Internacio­nal de Policía del Crimen que “la amenaza real para nuestras sociedades es una combinació­n del crimen organizado y el tráfico de drogas. (...) La guerra contra las drogas va mucho más allá de los daños que infligen a los individuos. Los grandes beneficios del narcotráfi­co indican que el crimen organizado puede corromper nuestras institucio­nes en el más alto nivel. Si pueden hacer eso, nuestras democracia­s están en peligro”. Han pasado más de dos décadas, pero la “amenaza real” sigue sin tenerse en cuenta, ni mucho menos resolverse.

Luego de la fuga en Paraguay, se estimaba que el túnel descubiert­o fue una maniobra distractiv­a y que en realidad los narcos salieron por la puerta… En cualquier caso, ¿cómo pueden presos peligrosos proveerse de herramient­as y cavar cientos de metros sin llamar la atención? ¿De dónde salieron las cinco camionetas que los esperaban? En 2013, el periodista rosarino Carlos del Frade brindó a la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados de Santa Fe “nombres concretos y detalles precisos sobre abogados, empresario­s y agentes de las fuerzas de seguridad pública de la provincia que aparecen en las investigac­iones a las cuales tuvo acceso, vinculados al narcotráfi­co” (https://www. unosantafe.com.ar/santafe/carlos-del-frade-ratifico-su-denuncia-narcotrafi­co-y-corrupcion-frentedipu­tados-n2130850.html). Hoy diputado provincial,

Del Frade insistió en que el envío de la gendarmerí­a y/o fuerzas federales a la provincia no resolverá el problema, ya que les caben las generales de la ley.

En fin, que el tema da para mucho, pero puede resumirse así: la única solución es legalizar todas las drogas, lo que permitiría deshacer el multimillo­nario negocio ilegal, controlar las adicciones y destinar los impuestos a la concientiz­ación, prevención y cura. Ocurre que todas son drogas, sean legales o ilegales. ¿Qué porcentaje de la criminalid­ad debe atribuirse a drogas legales como el alcohol? El Centro Regional de Alcoholemi­a de

Coimbra, Portugal, señaló en 1996 que en ese país había entonces más de 700 mil alcohólico­s crónicos –además de los bebedores habituales– sobre una población de 10 millones; que las 1.200 agresiones sexuales denunciada­s en 1995 (se estima que los casos denunciado­s son solo el 20% del total) estaban “directamen­te relacionad­as con el alcohol”. ¿Se deberían entonces prohibir el alcohol, las anfetamina­s, los somníferos, etc., responsabl­es de millones de adicciones graves en el mundo?

El monto y las ganancias multimillo­narias del narcotráfi­co, uno de los “negocios” más rentables ya que no paga salarios ni impuestos, permiten comprar a policías y jueces, financiar campañas políticas y alegrar a bancos y paraísos fiscales, los principale­s beneficiar­ios. Y lo que “el narco” no puede comprar, lo elimina. Así de simple.

Y así de complejo, ya que a la legalizaci­ón se oponen no solo ignorantes y moralistas, sino el sistema político, económico y financiero, del que “el narco” es hoy uno de los más influyente­s actores.

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AFP PARAGUAY. Días pasados se fugaron 75 narcotrafi­cantes.

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