Perfil (Domingo)

Christian Camblor

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Quiero confesarle­s que me da mucha bronca el género “historias de vida”, o sea, esas anécdotas de gente que “se hizo a sí misma”. Me refiero a esas notas que podemos leer en los portales o ver en televisión del tipo “dormía adentro de un placard y ahora factura millones”, “se le ocurrió subir historias a Instagram y se volvió todo un influencer”, o “comenzó con un helado de agua de limón y ahora es dueño de cien locales, incluso en Europa”. Me parece muy bien el emprendedu­rismo y alcanzar el éxito con una idea. Se requiere de muchas ganas, entusiasmo, actitud y osadía para llevar a cabo ese tipo de proyecto personal. Sin embargo, ¿qué pasa con todos los que no triunfaron (triunfamos, vamos a incluirnos)? ¿No somos acaso una vasta mayoría de seres anónimos, buscando nuestro destino, aún sin mayores resultados? ¿Y no se trata precisamen­te de eso la vida? Porque, no me diga que no, el mensaje que subyace bajo estas notas es: “Si ellos pudieron, ¿por qué vos no? ¡Vos podés!”. Y si no podés, es tu culpa estar en la situación en que estás. Se ve que no hiciste lo suficiente. Porque fijate que ellos sí, y vos no, vago sin destino (esto lo añado yo, pensando en un padre severo con su hijo). Y la verdad es que no nos cruzamos con tanta gente triunfando en la vida. La mayoría de nosotros estamos esperando el 53 en la esquina, deseando que venga rápido y que nos podamos sentar. No digo que sea la panacea de la existencia, pero es lo que hay, como diría un abuelo. Acaso pueda proponerse un género alternativ­o al desarrolla­do, del tipo “comenzó durmiendo en un placard, pero después de diez años de esfuerzo, ahora vive en la calle”, “fue cartonero, pero después de diez años de esfuerzo, se jodió la columna”, “empezó como cadete, pero después de diez años de esfuerzo, sigue siendo cadete”. No facturarem­os millones, pero somos millones. Algo es algo.

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