Perfil (Domingo)

Sin síntesis no hay paraíso

- Continúa de ayer: “Mala praxis, malas ideas”. http://bit.ly/mala-praxis-ideas. JORGE FONTEVECCH­IA

La condena a repetir como Sísifo, en nuestro caso devaluació­n e inflación, es el castigo a la falta de amalgama en un proyecto común, entre dos modelos de país que luchan por una hegemonía siempre lábil y, creyendo tener razón, se anulan mutuamente.

Una de las varias divisorias de aguas entre estos dos proyectos ubica a Estados Unidos como actor principal ordenando a unos y otros como pro o antinortea­mericanos. Y a estos últimos, siguiendo la sentencia de Nicolás Maquiavelo sobre que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, los predispone a simpatizar con China, la gran adversaria de Estados Unidos.

El prejuicio ideológico de uno y otro lado de la grieta impide reparar en que en el siglo XXI la economía y la industria argentina sufren menos los embates del imperialis­mo comercial norteameri­cano tratando de adueñarse de nuestro mercado interno, obligándon­os a consumir sus productos, como hizo en el siglo XX, o hacia su precursor, Inglaterra, en el siglo XIX, y sufren mucho más por la competenci­a del imperialis­mo comercial chino que, abusando de la posición dominante que le produce su escala, destruye la industria y el empleo argentinos invadiendo con sus productos.

Las cegueras paradigmát­icas de uno y otro lado les impiden ver que China y

Estados Unidos hacen el mismo tipo de abuso de su grandeza y poderío –uno con el soft power y el otro con el hard power– y lo más importante de todo, y a la vez más difícil de percibir, es que en el fondo el sistema político de ambos tampoco es tan diferente como parece. En China hay directamen­te un sistema de partido único, el Partido Comunista, mientras que Estados Unidos lleva dos siglos de bipartidis­mo pero, profundiza­ndo en su organizaci­ón, vemos que tanto el Partido Republican­o como el Demócrata están controlado­s por una superestru­ctura tácita de poderes permanente­s no electorale­s, que impide el surgimient­o de quienes puedan ser antisistem­a o controla el marco dentro del cual se pueden mover los presidente­s, para que ninguno pueda hacer lo no permitido.

En la más primitiva China ese control superestru­ctural es explícito y se ejerce desde el Partido Comunista. En el más sofisticad­o Estados Unidos, es tácito e institucio­nalmente no evidente.

Si las dos principale­s potencias del planeta, aunque cada una a su modo, tienen un sistema que sintetiza un conjunto único de ideas (políticas de Estado) fusionadas alrededor de una superestru­ctura, ¿cómo podemos seguir pensando en la Argentina que la grieta y las continuas peleas entre

peronismo y antiperoni­smo sean un lujo que nos podemos dar y habrá un destino de grandeza sin necesidad de producir una síntesis entre las visiones y necesidade­s de ambos sectores?

En el Consejo de Asesores de la Presidenci­a, Alberto

Fernández nombró al antropólog­o Alejandro Grimson con la tarea de superar la polarizaci­ón. En parte el aún no creado Consejo Económico y Social, que podría presidir Roberto Lavagna, cumpliría esa tarea en el campo de lo material, pero hará falta un esfuerzo equivalent­e en lo cultural dado que la economía

no es solo resultado de interaccio­nes materiales cuantifica­bles.

El valor solidarida­d que se desprende del concepto patria grande frente al de mérito individual, que impulsó a los inmigrante­s europeos de la primera mitad del siglo a venir a vivir a la Argentina, precisa una síntesis. Son dos aspiracion­ales diferentes.

La evolución demográfic­a lo refleja claramente, mientras Argentina casi duplicó los 28 millones de habitantes que tenía en 1980, Chile aumentó solo el 50% y Uruguay tiene más o menos los mismos 3 millones de habitantes que tenía hace cuarenta años. Uruguay exportó habitantes, Chile los mantuvo y Argentina importó población en mayor proporción de Paraguay y Bolivia.

Sería más fácil para algunas personas cumplir su aspiracion­al meritocrát­ico individual­ista en una Argentina que mantuviera hoy una población como la de Australia, de 28 millones, o como la de Canadá, de 34 millones. Desde la perspectiv­a de Pichetto, si se ahorran el costo de 10 millones de personas que precisen asistencia­s sociales varias, la presión tributaria se podría bajar a la mitad, las empresas argentinas serían más competitiv­as para exportar, los salarios de los que quedaran serían mayores, la balanza comercial

sería siempre positiva, no habría devaluacio­nes ni inflación. Pero Australia o Canadá están aisladas geográfica­mente por océanos, y por Estados Unidos y el Artico en el caso de Canadá, y por un abismo étnico cultural en el caso de Australia, haciendo el debate de una “patria grande” abstracto.

Argentina, con su sueño de competirle a Estados Unidos o por lo menos a Brasil, tiene en sus entrañas la idea de que más población es más poder, lo que es cierto pero tiene su costo y quienes lo pagan también tienen derecho a influir en la decisión y en su correcta administra­ción,

Además del Consejo Económico y Social hará falta un “acuerdo estratégic­o y cultural” para que todo funcione

como hizo Estados Unidos, que no concentró toda la inmigració­n en el conurbano neoyorquin­o.

En Estados Unidos también podría estar el método para metaboliza­r los diferentes proyectos de vida sectoriale­s: el “velo de la ignorancia” de John Rwals, el famoso filósofo de Teoría de la justicia. Una sociedad justa es aquella que elegiríamo­s sin saber si naceremos inteligent­es, fuertes o limitados, en el seno de una familia rica o una pobre, sin saber género, orientació­n sexual, raza o clase. Ante esa hipotética situación, todos elegiríamo­s una sociedad que equilibre la solidarida­d con la meritocrac­ia, una cuota suficiente de seguridad y uniformida­d pero que no ahogue las ansias de libertad y creativida­d individual que también son necesarias para que el conjunto de la sociedad progrese.

La medicina para el alma argentina de hoy es el milenario sentido común del in medio stat virtus

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FOTOS. CEDOC PERFIL
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TESIS Y ANTITESIS. El abrazo de Fernández a Macri y las negociacio­nes entre Trump y Xi Jinping en Bs. As.

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