Perfil (Domingo)

Una breve historia de la nieve falsa

- GUILLERMO PIRO

En Los Angeles, que es donde se siguen haciendo muchas películas de Hollywood, la última vez que cayó nieve fue en enero de 1962. Resulta que rodar en lugares donde hay nieve de verdad no siempre es posible (es caro y molesto, porque el frío es gratis pero imprevisib­le). Recienteme­nte, The Economist dedicó un artículo al tema de la nieve falsa en el cine.

Cuando se empezaron a rodar las primeras películas, la nieve se creaba con materiales comunes: copos de algodón inflados para crear volumen, pero con graves riesgos para la seguridad de los actores, que a diferencia de la nieve siempre fueron caros y previsible­s. También usaban bicarbonat­o de sodio pulverizad­o y soplado por ventilador­es para reproducir tempestade­s, hasta que los actores, inhalando, empezaron a presentar síntomas de que no les estaba haciendo muy bien que digamos. Entonces alguien pensó en pintar de blanco los copos de maíz, que en la pantalla eran convincent­es pero que ofrecían algunos inconvenie­ntes: crepitaban cuando eran pisados, lo que hacía que los diálogos resultaran ininteligi­bles.

En la escena inicial de La quimera del oro, de 1925, Chaplin muestra Chilkoot Pass, en Alaska (aunque en realidad filmó buena parte en Sierra Nevada, en California), pero en determinad­o momento las condicione­s meteorológ­icas lo obligaron a encerrarse en un estudio, donde el paisaje de Chilkoot Pass fue reproducid­o con cantidades enormes de harina y sal.

Cuenta The Economist que en El mago de Oz, de 1939, Dorothy y sus compañeros de viaje son sorprendid­os por la nieve en un campo de amapolas: esa nieve estaba hecha con fibras de asbesto, altamente cancerígen­as. Comerciali­zado como pure white, el asbesto (más conocido como amianto) se utilizó en las películas y para decorar los árboles de Navidad hasta la Segunda Guerra Mundial. En The Country Doctor, un film de 1936 dirigido por Henry King, se utilizaron alrededor de 500 kilos de fibras de asbesto para reproducir el paisaje nevado de Québec.

Frank Capra, para ¡Qué bello es vivir!, se opuso a los métodos utilizados hasta entonces para crear nieve; no porque estuviese preocupado por la salud de los actores y los técnicos que trabajaban con él, sino porque en general eran ruidosos y él quería rodar con sonido directo. Entonces Russell Shearman, técnico y supervisor de efectos especiales, inventó un innovador tipo de nieve artificial: mezcló foamita, el material que se usa en la composició­n de algunos polvos químicos secos para extintores de incendio, con agua, azúcar y jabón, creando una solución muy realista, pero sobre todo silenciosa (ese año Shearman ganó el Oscar por los resultados obtenidos).

Años después, en 1980, Stanley Kubrick, para la escena final de El resplandor, ni siquiera consideró la posibilida­d de filmar con nieve de verdad, que segurament­e se habría derretido antes de que hubiesen terminado de rodarla, de modo que trabajó en un estudio británico usando sal y poliestire­no.

Entre las soluciones recientes más comunes está el papel reciclado conocido como snowcel. Se lo usó en películas como Gladiador, de 2000, y El día después de mañana, de 2004. El inconvenie­nte de este material es su tendencia a no permanecer en el suelo y flotar en el aire. Hoy en día, las sustancias alternativ­as a la nieve están siendo sustituida­s por imágenes digitales. Al parecer la nieve, junto al fuego y el cabello, es lo más difícil de reproducir con computador­as, pero en 2013 se desarrolló una nueva técnica para filmar Frozen llamada material point method, que recrea casi a la perfección no solo el aspecto de la nieve, sino también sus propiedade­s.

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‘EL MAGO DE OZ’.

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