El (no tan) eterno club de las series de acción que nadie quiere cuidar
Creador: Jeff Davis Guion: Christopher Barbour, Stephanie Sengupta, Bruce Zimmerman, Breen Frazier y Jim Clemente Dirección: Nelson McCormick, Alec Smight, Kevin Berlandi, Edward Allen Bernero, Diana Valentine, Marcus Stokes, Darcy Spires, Rachel Feldman, Glenn Kershaw, Intérpretes: Joe Mantegna, Matthew Gray Gubler, A.J. Cook, Kirsten Vangness, Aisha Tyler, Daniel Henney, Adam Rodriguez y Paget Brewster Temporada: 15 Episodios: 10 Lunes a las 23 por AXN.
El gran secreto de los policiales serializados, de todos ellos (de NCIS, cualquiera de los 25 distintos, a La ley y el orden), es que se parecen más a una serie adolescente que un policial seco cinematográfico. ¿Cómo vendría siendo eso un factor en la eterna fórmula del crimen que debe resolverse, sí o sí, en el marco de una hora –crimen que suele ser presentado de forma cruenta, rozando los límites de la crueldad y del apto para mayores de 13 años–? Es simple: el principal eje, la feromona si gustan, de este tipo de shows siempre tan desestimados a la hora de “lo mejor de la década” cuando se habla de series (seguramente por eso de la fórmula ya testeada), son sus personajes. Suena plano, pero no lo es.
Los personajes de las series policiales, en este caso Criminal Minds, poseen un nexo más cercano al contrato de lectura de la lucha libre o un show del prime time local: se sabe exactamente lo que se hace con ellos y no se busca alterar esa receta bajo ningún punto (demasiado terrible) de vista. Seguro, se altera aquello que estaba mal desde la concepción (aquí hay una showrunner mujer como Erica Messer y varias estrellas que alteran el machismo predominante en los policiales). Pero básicamente la conexión del público con personajes que están, como aquí, hace quince temporadas en pantalla funciona con ese fanatismo digno de series teen: es un imán más fuerte que cualquier otro. Eso suele ser un factor ignorado en los policiales y en su lectura general: se busca en ellos la densidad narrativa de otras series (el gran ejemplo suele ser la ahora desinflada Mindhunter) en lugar de entender su funcionamiento como falso algodón de azúcar para fans.
La última temporada de Criminal Minds, uno de los caballitos de batalla del género y del formato tan amedrentado como puede ser “un episodio por semana”, se encarga de satisfacer al fan, a aquel que esperó durante quince años romances a los Ross y Rachel (bueno, con esa longevidad, no con ese carisma) y ver quién sale con las piernas hacia adelante. Eso, obviamente, en ese fragmento del comienzo de cada episodio que se dedica al desarrollo de personajes y el trozo del final usado con el mismo motivo. Son shows de una nota, pero una que suele ser muy poco comprendida.