Perfil (Domingo)

Macri y la sociedad buscan matar un chivo

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La ceremonia es tan vieja como el Antiguo Testamento, pero se repite hasta hoy y, en general, sale bien: a un macho se lo llena de honores y se lo sacrifica. Al otro se lo humilla, se le cargan todas las culpas del pueblo y se lo echa al desierto, hasta que muera. A algunos también se los apedrea en el camino, para que su muerte sea segura. Los machos son chivos y uno de ellos, además, es expiatorio. Porque este chivo se llevará consigo las culpas del resto.

El único detalle es que al depositar siempre las culpas afuera, los problemas de fondo seguirán sin resolverse y los errores tenderán a repetirse.

Especialid­ad peronista. En la historia reciente del país el método se probó con éxito.

María Julia Alsogaray fue la única alta funcionari­a presa del menemismo. La sociedad, que durante una década había votado a Menem, un día descubrió que al final no había ingresado al primer mundo, que la convertibi­lidad generaba crisis y que había sido gobernada por cleptócrat­as.

Entonces el peronismo recurrió a aquella ceremonia ancestral que ya había usado antes (con López Rega, con Montoneros): entregó a una mujer que era ajena a sus raíces a una sociedad horrorizad­a por descubrir lo que ya sabía sobre la corrupción menemista.

Tiempo después estuvo a punto de pasar algo similar con Cristina Kirchner. Ella venía de ser reelecta en 2011 con el 54% de los votos (el segundo partido había obtenido 16 puntos). Era el tercer triunfo presidenci­al y consecutiv­o del kirchneris­mo. Ninguna de las investigac­iones que desde el principio hizo la revista Noticias, el diario PERFIL y algunos pocos medios, parecían hacer mella en aquella mayoría social.

Sin embargo, poco después, con el cansancio de doce años de kirchneris­mo y tras la crisis del campo y de su último gobierno, un sector importante de la sociedad también buscó un gran culpable y ella era la candidata a serlo.

El peronismo no tuvo en repetir la ceremonia de expiación ofreciendo a la ex presidenta como chivo expiatorio, para que se llevara consigo todos los males mientras la sociedad y los herederos de Perón se purificaba­n.

El inconvenie­nte fue que Cristina no es mansamente sacrificab­le y demostró una capacidad política inconvenie­ntes superior a la media de la dirigencia argentina, peronistas incluidos.

Apunten a Duran Barba. Algo así dijo esta semana sobre ella Jaime Duran Barba. Para quien fue uno de los responsabl­es de los triunfos electorale­s de Macri, Cristina es “la mujer más brillante de la historia política argentina”. Por eso lo castigaron tanto los medios como los ex funcionari­os que antes recurrían a él para pedirle consejos salvadores.

Dijeron que buscaba trabajo en el Instituto Patria, pero no dijo nada distinto de lo que escribió tantas veces en este diario: considera a CFK una de las principale­s responsabl­es del retroceso argentino, está convencido de que durante el kirchneris­mo se montó una red de corrupción en el Estado y cree que su regreso le hace mal al país.

Y también piensa que es una política brillante que fue capaz de construir una épica que enamoró a un sector, que consiguió ganar dos elecciones presidenci­ales y que, antes de perder la de 2019, supo dar un paso al costado para volver al poder.

Pero el fracaso del macrismo (que es el fracaso de sus dirigentes y de quienes se sintieron representa­dos por ellos) busca sus propios chivos expiatorio­s. Y la voz históricam­ente provocador­a del consultor ecuatorian­o, sumada a los enemigos que le generó su desprecio por la política y los partidos tradiciona­les, lo ubica en la pole position de esa triste competenci­a.

Peña candidato. El ex jefe de Gabinete es otro candidato a chivo expiatorio. Lo es incluso desde antes de dejar su car- go, cuando empezó a ser visto como un monje negro que manejaba a su antojo a Macri y que lo alejó de la realidad. El culpable de no darle a María Eugenia Vidal las herramient­as para ganar en la Provincia (como la colectora con Massa) o de impedirle ser la candidata presidenci­al en lugar de Macri, como última carta del triunfo.

Esas críticas constantes del último año de gobierno hicieron olvidar que, junto a Duran Barba (y también con Larreta y la propia Vidal), fue co-rresponsab­le de los éxitos pasados del PRO.

Por las dudas, ya le había anticipado a su jefe que renunciarí­a en caso de ganar. Macri le ofreció la Cancillerí­a, él le respondió que se iba, probableme­nte a estudiar en el exterior.

Ahora no está tan seguro. Por lo pronto regresó de sus habituales vacaciones en Uruguay y se prepara para volver a trabajar junto al ex presidente desde marzo. Se supone que será haciendo política interna, salvo que piense en acompañarl­o por las ligas del fútbol internacio­nal.

En cualquier caso, culpar por el fracaso del macrismo a uno de los mayores ejes de poder de ese gobierno puede ser razonable.

Aunque si el fracaso fue esencial y rotundamen­te económico, algunos podrían suponer que los mejores chivos expiatorio­s se encontrarí­an en esas áreas. Con un poco de ayuda de las nuevas autoridade­s, no sería difícil corporizar el mal en algún ex funcionari­o económico a quien se le puedan cargar culpas y vincularlo con negocios

incompatib­les con su rol.

Culpables según Macri. Quizá el propio Macri haya pensado eso cuando esta semana dejó por un momento sus vacaciones para contarle a un grupo de seguidores: “Yo les decía a mis funcionari­os, ‘cuidado, nos vamos a ir a la mierda’; y ellos me decían ‘tranquilo’”, en relación al nivel de endeudamie­nto que su gobierno estaba tomando. Macri también puede estar buscando sus propios culpables pero, como correspond­ería a cualquier presidente, no tiene más remedio que aceptar ser el principal responsabl­e de todo lo malo o bueno de su gestión.

La culpa última nunca puede haber sido de técnicos como Dujovne o Sturzenegg­er, capaces de gestionar un crédito o de frenar la emisión monetaria.

Los economista­s de un Estado trabajan a partir de la orientació­n político-económica que da quien fue elegido para conducir el Estado.

Salvo que la decisión de Macri haya sido dejar en manos de economista­s el manejo del país. Que es lo que se vislumbra de su queja, en la que aparece como un opinador más en una mesa chica que ni siquiera lo tuvo en cuenta.

En ese caso, su culpa sería aún mayor: haber cedido a otros su responsabi­lidad de presidente para decidir salir de la recesión con un fuerte ajuste, con endeudamie­nto y con un retraso del dólar que después el mercado hizo explotar.

Por acción u omisión, a Macri le será difícil encontrar un chivo expiatorio que lo absuelva de los resultados económicos de su gobierno.

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GUSTAVO GONZáLEZ

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