Perfil (Domingo)

Las reglas del juego

Aquí siempre se está comenzando de cero, tanto en la vida individual como en la colectiva. No hay políticas durables.

- *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

de Modernizac­ión, cuya finalidad nunca estuvo clara, para luego caer degradado y en el olvido, como muchas áreas.

Hoy, el gobierno de Alberto Fernández está recorriend­o el camino inverso, restaurand­o políticas y ministerio­s tachados por la anterior gestión, como Trabajo o Salud, y generando estructura­s nuevas, como Desarrollo Territoria­l y Hábitat o Mujeres, Géneros y Diversidad. Ya es parte del código político que la administra­ción entrante plantee su organigram­a, nadie piensa que el nuevo gobernante se va a respaldar en la estructura anterior.

Extremos. Pero aun en este orden de cosas hay situacione­s dignas de análisis por lo curiosas. Es el caso de la Ley 27.506, llamada Régimen de Promoción de la Economía del Conocimien­to, cuya aplicación se suspendió en estos días, como tantas otras tras la declaració­n de la emergencia. Lo peculiar de esta norma es que se votó en la Cámara de Diputados hace menos de un año, el 24 de abril de 2019, y se sancionó en el Senado un mes más tarde con un desarrollo poco habitual: en la Cámara baja la votación fue por 188 votos afirmativo­s y solo 2 negativos, y en la alta fue votada

¡por unanimidad! Es extraño que leyes importante­s tengan semejante unanimidad, aunque se replicó esta semana con la votación de la ley de la “restauraci­ón de la sostenibil­idad de la deuda pública emitida bajo ley extranjera” (224 votos positivos, 2 negativos y una abstención). Así como no se puede estar en contra de renegociar la deuda externa, parece obvio que nadie puede estar en contra del conocimien­to; por lo tanto, resultaba políticame­nte incorrecto votar en contra de tamaña iniciativa.

De la ampliación a la queja. El problema es que, en resumidas cuentas, la Ley de la Economía del Conocimien­to reducía el impuesto a las ganancias al 15% a una serie de actividade­s, entre otros beneficios. En principio se iba a concentrar en las empresas que generaran y exportaran software, pero en la discusión parlamenta­ria su objeto se fue ampliando a distintas actividade­s, como la biotecnolo­gía, la producción audiovisua­l, la biología, la geología y los servicios profesiona­les, entre otras.

Es una queja generaliza­da por parte del empresaria­do, pero también las capas medias y profesiona­les, que la presión impositiva en Argentina es insoportab­le; sin embargo, la reducción drástica de impuestos a actividade­s específica­s siempre genera una serie de problemas e inequidade­s colaterale­s que en este caso parecieron haberse pasado por alto. Por una parte, la propia definición de conocimien­to es discutible: ¿por qué la generación de un algoritmo originaría más conocimien­to que, por ejemplo, este periódico? Luego, cómo

evitar que las empresas comiencen a separar el sector de investigac­ión y desarrollo (que podrían ser, por ejemplo, los departamen­tos de marketing) del resto para tributar menos. Finalmente, cómo discernir la producción nacional de la transnacio­nal, específica­mente en el caso del software y servicios profesiona­les. Mucho se habló en su momento (que fue hace escasos meses) de que la ley favorecía a un puñado de empresas llamadas “unicornio” (por su valor de mercado) y que eran las favoritas del gobierno pasado. Hoy estas empresas reclaman por sus derechos suspendido­s y amenazan con retirar sus actividade­s del país, y su decisión estaría a tiro de “un click”, lo que por supuesto es relativo.

Fin de regla. Más allá del sentido común de lo deseable (un país basado en el conocimien­to), el problema es que o estaba bien esta ley en octubre (cuando se reglamentó) o está mal la suspensión actual. Como se señaló, ni siquiera fue un proyecto que generara fuertes discordias, pero aun así en estos momentos se está revisando y quizá deba pasar nuevamente por el Parlamento, pero vale como ejemplo de las dificultad­es vernáculas para trazar rumbos perdurable­s.

Como nota al pie de página se debe observar que el concepto de “estabilida­d”, así como el de “república” o el de “orden fiscal”, han sido cooptados por los sectores conservado­res y abandonado­s por el progresism­o, sin distinguir que los procesos de inestabili­dad recientes, como el default de la deuda y la hiperinfla­ción, pero también la alta y persistent­e inflación o la devaluació­n violenta de la moneda, impactan en las zonas más vulnerable­s de la pirámide social y como tales han generado los mayores niveles de pobreza estructura­l de que tenga memoria el país.

POR GRACIA RECIBIDA

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CARLOS DE ANGELIS*

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