Perfil (Domingo)

Crímenes del Holocausto y la dictadura

- FELIPE FRYDMAN*

La visita del presidente Alberto Fernández a Israel para participar del IV Foro Mundial del Holocausto en Jerusalén ratificó el compromiso de la Argentina por la paz y contra el racismo. La Argentina fue fundadora en 1998 de la Alianza Internacio­nal para el Recuerdo del Holocausto integrada por 32 países. Tanto el Presidente Fernández como el canciller Solá señalaron la semejanza del Holocausto con la represión y crímenes cometidos por la dictadura militar entre 1976/82.

El Holocausto constituyó una acción premeditad­a del Estado alemán de exterminar al pueblo judío, homosexual­es, gitanos y todos aquellos considerad­os contaminan­tes para la pureza de la raza aria. El Estado nazi promulgó todo tipo de leyes para purgar al pueblo alemán de una influencia nefasta que había provocado en sus palabras la decadencia de la Nación. El Partido Nacional Socialista venía a recuperar el orgullo de ese pueblo para conducirlo a la grandeza que le había sido negada por los agentes infiltrado­s en ese cuerpo sagrado. Esos “otros” estaban integrados al pueblo alemán identificá­ndose con su cultura desde hacía siglos. No ejercieron la violencia y aceptaron la fatalidad del destino porque habían perdido toda esperanza.

Los crímenes del Holocausto no pueden entenderse sin recurrir a la ideología que imbuía a las hordas nazis que sentían que su papel en la historia había sido robado por aquellos que se aprovechar­on de su generosida­d. La única forma de extirpar esa enfermedad era recurrir al genocidio porque estaba en juego su propia pureza. Las ceremonias nazis de homenaje a sus líderes organizada­s con grandilocu­encia, con sus banderas, escudos y símbolos para captar la imaginació­n y la voluntad ensalzaban las virtudes hasta lograr el éxtasis y la seguridad en el destino heroico prometido. Nación, ideología y pueblo se mezclaban con el solo propósito de alcanzar la salvación. Las masas confiaban en el líder. No había tiempo para pensar. Todo lo demás tenía que ser desechado y extirpado hasta para lograr un cuerpo sano y homogéneo.

El gobierno de Isabel Perón con las AAA y luego el gobierno militar condujeron una campaña de exterminio sistemátic­o contra las fuerzas armadas irregulare­s y contra los ciudadanos que osaban cuestionar la estructura del Estado. El decreto 261 firmado por Isabel Perón el 6 de febrero de 1975 aprobó el Operativo Independen­cia y ordenó a las Fuerzas Armadas neutraliza­r y aniquilar a los elementos subversivo­s en la provincia de Tucumán; los decretos 2.770, 2.771 y 2.771 firmados por Italo Argentino Luder, luego candidato del Partido Justiciali­sta, extendiero­n la instrucció­n de aniquilami­ento a todo el territorio nacional.

La Argentina atravesó en esos años una cruel disputa por el poder. El Estado que se considerab­a el único con derecho a la violencia recurrió a métodos ilegales para combatir a la oposición. Los Juicios a las Juntas ordenados por el presidente Alfonsín en 1985 sirvieron para desenmasca­rar el aparato represivo de la dictadura, los centros de detención y los crímenes sistemátic­os. El informe Nunca Más de la Conadep sirvió para atestiguar la barbarie ejecutada por las Fuerzas Armadas durante esos años.

La Argentina conoció la violencia como instrument­o político para imponer las ideas y el cambio social. La violencia armada, la violencia de las torturas y desaparici­ones y la violencia verbal destruyero­n el tejido social y desembocar­on en tragedia. Todavía subsisten sectores que insisten en justificar la violencia como una forma de purificaci­ón recurriend­o a parábolas literarias sin tener en cuenta que termina devorando a todos.

El Holocausto no es lo mismo que la violencia desplegada por la dictadura. Es penoso que se intente equiparar esos hechos. No se trata de la diferencia cuantitati­va entre los millones que perecieron en los campos de concentrac­ión y los 30 mil desapareci­dos. El recuerdo del Holocausto debe servir para valorizar la democracia, los derechos humanos y la lucha contra la discrimina­ción. El valor de los sacrificad­os en el Holocausto reside en recordarno­s todos los días que somos humanos porque aceptamos las diferencia­s y rechazamos la violencia.

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FOTOS: CEDOC PERFIL HORROR. Fue una acción premeditad­a contra el pueblo judío.

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