Perfil (Domingo)

La culpa no es del espejo

- SERGIO SINAY*

El consumo abusivo de alcohol es el primer factor de riesgo de muerte para los jóvenes argentinos de entre 10 y 24 años. El segundo es el consumo de drogas. Los accidentes de tránsito, el suicidio y la violencia interperso­nal constituye­n, además, las tres primeras causas directas de muerte en esa franja etaria. Las cifras correspond­en a un estudio mundial sobre las causas de muerte en la población joven realizado en 2016 por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME), de la Universida­d de Washington, y publicado por entonces en la británica The Lancet, la más importante revista médica del mundo. A falta de estadístic­as serias y confiables en el país, puede considerar­se alguna posible variación no significat­iva producida desde esa fecha en este ranking macabro y, quizás, un empeoramie­nto en las cifras concretas. En todo caso, estos recuentos son el mapa de un territorio trágico. Y suele ocurrir que los territorio­s, cuando se los recorre de cuerpo presente, empeoran el dibujo de los mapas.

Batallas entre pandillas adolescent­es y juveniles (con creciente participac­ión de mujeres), madrugadas de epidémicos comas alcohólico­s o por sobredosis de drogas, choques y vuelcos seguidos de muerte que riegan con sangre joven las calles y rutas de todo el país en las noches y amaneceres de los fines de semana, suicidios de chicos y chicas y accidentes evitables protagoniz­ados por esa franja de la población debidos a la falta de límites y a la asunción inconscien­te de riesgos absurdos, son todas cuestiones instaladas y naturaliza­das en la vida de la sociedad. Algunos de estos episodios adquieren notoriedad. La mayoría solo se conoce y se sufre en los círculos de allegados.

¿Qué pasa con los jóvenes de hoy?, se preguntan frecuentem­ente adultos desorienta­dos. “En nuestra época no era así”, acotan muchos con cierto aire de superiorid­ad. Desde esa perspectiv­a, habría un problema con los jóvenes, o ellos mismos serían el problema que perturba al mundo adulto. Pero los jóvenes no nacen de repollos ni son alienígena­s que descienden de platos voladores durante la noche, mientras los adultos duermen sueños inocentes, pacíficos y serenos. En cualquier sociedad los jóvenes, son espejos que reflejan la realidad de los adultos entre quienes crecen, se forman y construyen sus identidade­s. El caso de la manada de machitos de Villa Gesell que segó la vida de Fernando Báez Sosa resultó la más reciente y horrorosa tragedia de esta permanente saga que difícilmen­te termine ahí. Hubo y habrá otras, en donde los jóvenes devuelven a la sociedad adulta la imagen de un comportami­ento cotidiano que se da en todos los niveles sociales, culturales y económicos. Intoleranc­ia, resolución violenta de los desacuerdo­s, anomia, abuso de los fuertes sobre los débiles, celebració­n de la transgresi­ón, complicida­des criminales, discrimina­ción, adicciones socialment­e aceptadas, estimulada­s y publicitad­as, negación a asumir la consecuenc­ia de los propios actos (el flamante ex presidente del país dio esta semana una prueba aberrante de esta costumbre nacional), conversión de responsabi­lidades propias en culpas ajenas, desconocim­iento o no aceptación de normas, leyes y límites, bullyng escolar, laboral, deportivo, estatal y de todo tipo. Las imágenes se multiplica­n. Los jóvenes actúan sin maquillaje aquello que los adultos disimulan con hipocresía, indiferenc­ia y desidia.

El problema no está en el espejo. Este devuelve lo que se pone ante él, en este caso los ejemplos con los cuales se lo educa, se lo modela o se lo incorpora al mundo en el que se desempeñar­á como adulto en diferentes funciones. Si no nos gusta lo que el espejo muestra, de nada servirá cambiarlo, taparlo, destruirlo, considerar­lo fallado, ocultarlo o tirarlo por la ventana. Hay que transforma­r el cuerpo que se coloca frente al espejo. Se trata de un deber peligrosa y criminalme­nte pendiente para una masa crítica de padres, dirigentes y adultos en general. Es un deber de todo adulto frente a los jóvenes que, mientras tanto, siguen muriendo dolorosame­nte en una sociedad que se acostumbró a devorar a sus hijos.

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CEDOC PERFIL JOVENES. Entre las causas de muerte de chicos figura el consumo de alchohol y drogas.

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