La vida es bella
Tres fueron los campos de concentración en los que estuvo Ceija Stojka en la Segunda Guerra Mundial: Auschwitz Birkenau, Ravensbrück y BergenBelsen. Los sobrevivió a todos, junto a su madre y algunos de sus hermanos. Su padre, en cambio, fue asesinado por la Gestapo. La pequeña gitana tenía 10 años cuando fue encerrada en el primero, luego trasladada a los otros dos y, en 1945, ella y su madre fueron liberadas por los Aliados. Caminaron desde Alemania hasta Viena y ahí continuó su vida.
A los 54 años empezó a pintar y le dictó a su hijo –ella era analfabeta– su autobiografía. Una infancia entre cadáveres y hambre; alimentándose durante mucho tiempo con la salvia de los árboles para sobrevivir. Una rama será su firma para las pinturas con las que retrata ese horror. Una niña que se asomaba a las ventanas a ver fusilamientos, el humo de los hornos, la tragedia del Holocausto.
Desde ese lugar infantil vemos los trenes que llevan personas a los campos, los perros que destrozan
n} cuerpos, los soldados que golpean y matan. Nos hace asomarnos a esa misma ventana, para saber del exterminio de los gitanos en esa misma época. En Austria, el 90% de la población romaní y sinti fue asesinado. La artista realizó entre 1990 y 2012 más de mil dibujos y pinturas sobre papel, cartón o lienzo, y usa materiales acrílicos que aplica con pincel o con los dedos. Ella misma nos hace saber que hubo una vida feliz antes y después. Que las flores que pintó del lado de afuera del alambrado fueron esos augurios de esperanza. Cielos rosados, naranjas y violetas recuerdan los paisajes de antes de la guerra.
Arresto y deportación