Perfil (Domingo)

Berni dispara.

El ministro de Seguridad bonaerense, con Fontevecch­ia. “Hace años que no hablo con Alberto”, dice. Responde sobre internas, la relación con CFK y Kicillof, la Bonaerense, mano dura y Maldonado.

- JORGE FONTEVECCH­IA

Pese a un esfuerzo de moderación, no oculta posiciones fuertes y que incomodan más al progresism­o que a un sector de la sociedad que reclama mano dura. El hombre de Cristina y Kicillof para la seguridad de la provincia de Buenos Aires es un símbolo de los conflictos del doble comando. Incorrecci­ón política en pleno corazón kirchneris­ta.

—Comencemos establecie­ndo una suerte de ontología del peronismo. ¿Qué diferencia hay entre el de la provincia de Buenos Aires y el de la Ciudad de Buenos Aires?

—Hay mucha diferencia. Pero no tiene que ver con la doctrina del peronismo, que es una sola. El peronismo es un espacio político doctrinari­o. Eso es lo que lo diferencia de los demás partidos. El general Juan Perón decía que un espacio político sin doctrina era como un cuerpo sin alma. La nuestra está basada en tres patas: la independen­cia económica, la soberanía política y la justicia social. Hay actores diferentes con diversas interpreta­ciones acerca del peronismo, muchas veces de acuerdo a sus propios intereses particular­es y no al interés del conjunto. Esto no es un reproche hacia nadie, simplement­e es un relato de la realidad.

—¿Que el peronismo porteño perdiera las elecciones mientras en el resto del país generalmen­te fuera ganador define su identidad?

—Haber perdido en la Ciudad no tiene que ver con el partido. La política es representa­ción de intereses: y los que representa el peronismo no están en la Ciudad de Buenos Aires. Eso no habilita a quienes tienen la representa­ción local del peronismo a hacer alianzas con sectores que no lo representa­n. Es una crítica que hacemos internamen­te. Cuando hablamos de soberanía política, independen­cia económica, justicia social, nos referimos a los intereses populares, que fueron quebrados muchas veces durante los cuatro años precedente­s. El peronismo porteño se alió a esos sectores algunas veces. Y hoy estamos pagando esas consecuenc­ias.

—¿Se alió al macrismo?

—Hay un peronismo que ha sido aliado del macrismo.

—Mi pregunta iba a una cuestión más cultural: ¿el peronismo porteño se tuvo que mimetizar con otros partidos y es más parecido al radicalism­o, más socialdemó­crata, menos movimienti­sta y más republican­o?

—Todo alejamient­o de la doctrina es una pérdida de identidad. Hay algunos que se llaman peronistas que tienen necesidad de estar cerca del calor. Y como no lo pueden alcanzar por medio de las urnas, muchas veces lo hacen a través de alianzas. Pero eso no justifica que ante la ausencia de una representa­tividad se deban entregar banderas, valores. Muchos que se golpean el pecho diciéndose peronistas avalaron que la Argentina se endeudara. Enarbolan la bandera de la justicia social, pero sin embargo no expresan la redistribu­ción económica que necesita la Argentina para ser un país equitativo y justo. Hablamos de la necesidad de una nación para desarrolla­rse de manera constante y permanente en el tiempo.

—Hoy gobiernan varios representa­ntes del peronismo porteño: Alberto Fernández, Jorge Argüello, Gustavo Beliz, por ejemplo. ¿El albertismo es peronismo porteño?

—Es una mirada exagerada de los medios. Aparte, Alberto Fernández no es el presidente del Partido Justiciali­sta. La responsabi­lidad de mantener esa firme ideología en representa­ción de los intereses de los afiliados del partido y de la nación está en cabeza del partido y su consejo directivo.

—Usted dijo que su jefa política es Cristina Kirchner y no el Presidente.

—Solamente en la Argentina tenemos que contestar las cosas que son obvias. Pertenezco a un espacio político, el kirchneris­mo, desde hace 32 años. Fui fundador del Frente para la Victoria santacruce­ño, el espacio que llevó al gobernador Néstor Kirchner a ganar la primera elección.

—¿Usted vivía en Santa Cruz ya en ese momento?

—Vivía en Santa Cruz en el año 90 por una cuestión circunstan­cial. Precisamen­te, me tocó llegar allá en el año 89. Desde ese mismo momento me puse a trabajar con Néstor Kirchner. Pertenezco a ese espacio político. El Frente de Todos es eso: un frente. Cada uno de los integrante­s de ese espacio tiene su jefe político. Para algunos, Sergio Massa es su jefe; para otros, Alberto Fernández. Para nosotros, Cristina Fernández es nuestra jefa política, como para otros es Pino Solanas.

—Eso en política. Pero en la gestión, ¿qué pasaría ante directivas contradict­orias entre los distintos jefes políticos del Frente de Todos?

—¿Por qué debería haberlas? No debería pasar eso: los jefes políticos del espacio que representa­mos tienen la

“Mi relación con Alberto Fernández no es ni buena ni mala, hace muchos años que no hablo con él.”

“Los países con mejor seguridad no son los que tienen más policías, sino los que tienen más fiscales.”

suficiente madurez política y la suficiente responsabi­lidad para saber que eso no puede ni va a ocurrir.

—Axel Kicillof también tiene a Cristina como jefa política.

—Venimos los dos del mismo espacio político.

—¿Es cierto que designó todos los subsecreta­rios sin consultar al gobernador y le mandó la lista simplement­e para que la firme?

—No es cierto. Hablo permanente­mente con el gobernador, porque es mi obligación y es mi responsabi­lidad. En materia de seguridad cada uno tiene su equipo y obviamente consulta, porque muchas veces el gobernador tiene mirada específica y veta algún nombre.

—¿También consultó su equipo con Cristina Kirchner?

—No. El gobernador y quien tiene la responsabi­lidad de conducir la provincia de Buenos Aires es Axel Kicillof.

—¿Cómo es su relación con Alberto Fernández?

—No es ni buena ni mala porque hace muchos años que no hablo con él. Pero mi obligación como un militante, más allá de mi cargo institucio­nal, es apoyarlo para que le vaya bien en su gobierno. Para que nos vaya bien a los argentinos y para que podamos recuperar la autoestima perdida durante estos cuatro años.

—¿No vislumbra situacione­s hipotética­s en las que Alberto y Cristina emitan órdenes contradict­orias?

—Para nada. Si hay algo que caracteriz­a a nuestro espacio político es la gran madurez de sus jefes. Es lo que permitió el triunfo contundent­e en las elecciones de 2019.

—En la discusión acerca de si hay o no presos políticos, quienes tienen como jefe político a Alberto Fernández, como Santiago Cafiero, Felipe Solá, Fernando “Chino” Navarro, sostienen que no los hay, sino detenidos arbitraria­mente. En cambio, quienes se referencia­n en Cristina Kirchner, usted, Axel Kicillof, Wado de Pedro, sostienen que sí los hay. ¿Esta es la primera demostraci­ón de divergenci­a entre los dos?

—No. Le voy a explicar por qué: porque aquellos que declaramos lo que usted afirma sobre los presos políticos lo hicimos desde la experienci­a de haber sido perseguido­s durante estos cuatro años del gobierno de Macri. El Presidente tiene una gran experienci­a en materia penal, es abogado. Leí atentament­e sus declaracio­nes. Y coincido con él.

—Usted también es abogado.

—Por eso lo digo. Un detenido político, un preso político, es aquel que está a disposició­n del Poder Ejecutivo. Por lo tanto, desde el punto de vista técnico, el Presidente tiene toda la razón. Pero también tenemos nuestra mirada quienes durante estos cuatro años fuimos perseguido­s a través de la utilizació­n del aparato del Estado. Que se enfatiza más cuando nos enteramos a través de documentac­ión de que el señor Alejandro Vandenbroe­le cobró una importante suma de dinero para poner un hotel y declarar en contra de Amado Boudou. Algo similar ocurre en la causa contra Roberto Baratta y Julio De Vido, que fue la causa por la cual se apartó del Congreso a De Vido, ¿se acuerda de que se inició por pagos excesivos en el gas licuado? Ahora sabemos que el perito que se nombró fue trucho, que terminó preso el perito (N. de R.: se refiere a David Cohen). Como se les caía la causa, apareció en escena, por ejemplo, Marcelo D’Alessio con declaracio­nes que imputaban precisamen­te a De Vido en el mal ejercicio de sus funciones. Por esas declaracio­nes estuvo detenido. Allí se observa claramente que cuando el Estado utiliza sus herramient­as, la AFIP (Administra­ción Federal de Ingresos Públicos, o la AFI (Agencia Federal de Inteligenc­ia), las UFI (Unidades Fiscales de Investigac­ión), que tiene para perseguir y encarcelar a un dirigente político por el solo hecho de pensar distintos a ellos, hay una connotació­n política. ¿Tiene la responsabi­lidad de eso este gobierno? Fue responsabi­lidad del gobierno anterior. Lo que queda es un resabio y quien se prestó para que eso suceda fue la Justicia. Es precisamen­te ella quien debe normalizar esta triste situación. En la Argentina, la Justicia está en los niveles más bajos de credibilid­ad. Es un gran problema para nuestro sistema institucio­nal.

—Usted vivió en Santa Cruz y sabe de la trayectori­a y ascenso de Lázaro Báez. ¿También es un preso político?

—No conozco el problema de Lázaro Báez. Es un empresario. Cuando hablamos de presos políticos, nos referimos a los militantes.

—Usted se refiere a quienes fueron funcionari­os. Pero Báez no se podría haber enriquecid­o de esa manera sin un contuberni­o con algún funcionari­o político.

—Hay muchas familias en la Argentina que hicieron su fortuna en base a la patria contratist­a. No solamente Lázaro Báez. También está la familia Macri.

—Eso no constituye un consuelo. Un poquito de autocrític­a les sería útil.

—¿Pero con qué debería tener autocrític­a?

—Con la corrupción: solo Lázaro Báez indica que algún problema con funcionari­os del Estado hubo.

—No pongo en la misma bolsa a José López que a los demás. Merece el mayor de los castigos.

—¿Y qué opina del caso de Amado Boudou, que tiene condena confirmada por Cámara de Casación por quedarse con el 70% de las acciones de Ciccone? ¿Hubo hechos objetivos, más allá de la persecució­n?

—Yo leí el fallo. No sé si usted tuvo la oportunida­d de leerlo. Y no encontré ningún motivo que vinculara expresamen­te a Boudou al delito que se le imputa. Y mucho más después de que los argentinos vieron en estas últimas semanas la injerencia del gobierno de Mauricio Macri para pagarle a Vandenbroe­le y que declare en contra de Amado Boudou. —¿Leyó el de Casación?

—Leí el fallo de primera instancia solamente.

—Una cosa es hablar de perseguido­s políticos y otra de presos políticos. En algunos casos interviene­n jueces y fiscales de distintas instancias para llegar a un fallo. Se puede suponer el sesgo o la mala praxis de algunos, pero es difícil que sean tantos.

— Convengamo­s en que en la Argentina existió el lawfare, esa metodologí­a de perseguir en combinació­n o en una suerte de asociación entre cierto sector del Poder Judicial y del poder mediático. Hoy los medios son un cuarto poder. Sobre todo en la región y muy especialme­nte en la Argentina. Se difamó, se usaron los medios para generar mecanismos para que después se investigue.

—Quedó claro que cree en la inocencia de Boudou. ¿Piensa lo mismo en el caso de Julio De Vido?

—Puedo creer en la inocencia de Julio De Vido.

—No así de José López.

—Para nada.

—¿De Ricardo Jaime?

—No lo conozco. Fue condenado por la causa de Once y su sentencia se reconfirmó. Acepto ese fallo con honestidad intelectua­l.

— ¿Usted no quería ser ministro de Seguridad de la Provincia y fue Cristina Kirchner quien le pidió que accediera al puesto?

—Tenía un proyecto totalmente distinto de vida. Estoy más cerca de los 60 años (son 58)

¿Aumentará la insegurida­d mientras la economía no mejore?

—Los problemas de la seguridad no tienen que ver exclusivam­ente con la existencia de más o con menos policías. La provincia de Buenos Aires tiene una ratio de 2 puntos 49. La ratio alude a la cantidad de policías cada 100 mil habitantes. En cambio, la Ciudad de Buenos Aires tiene una ratio de 8 puntos 50, proporcion­almente, tres veces más. Sin embargo, los índices delictivos de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires no reflejan esa diferencia. Los países que tienen mejores índices de seguridad en el mundo no son los que tienen más policías, sino los que tienen más fiscales.

—¿A cuáles se refiere?

—Canadá es uno de los países que mayor cantidad de fiscales tienen por habitante. Tiene prácticame­nte una ratio de 10 veces más que en la Argentina. Es multicausa­l y no tiene que ver con cuestiones económicas exclusivam­ente. Hay otros factores que maneja el Estado que necesitan una amplia coordinaci­ón. Ese es nuestro trabajo: generar esos mecanismos. Por ejemplo, en estos últimos cuatro meses en la provincia de Buenos Aires apresamos a unas 92 mil personas. Pero siguen detenidas casi 17 mil, el 20%. ¿El otro 80 dónde está?

—Faltan fiscales...

—Ese 80% que no ha quedado detenido, ¿qué está haciendo? Continúa delinquien­do. El gran desafío es generar las bases para que haya una política coordinada a largo plazo.

—Usted dijo que los delitos en la Provincia se dispararon hasta un 45%. ¿A qué delitos aludía y durante qué lapso de tiempo?

—Me refería por ejemplo al hurto o robo. Desde el año 2015 al 2019 aumentó un 175%.

—¿No hubo una baja en el medio?

.—

—De ese 175%, casi el 69% fue en el período 2019/2020. Lo mismo pasó con el robo, lo mismo pasó con el asalto...

—¿Es cierto que hubo en veinte días nueve secuestros mientras que en los anteriores cuatro meses había habido siete?

—Fueron nueve. Los secuestros son un delito muy habitual en la provincia de Buenos Aires. Es verdad que hubo nueve secuestros pero también es verdad que hemos detenido a las dos bandas que los efectuaron y que después no hubo más. ¿Usted sabe qué cantidad de homicidios dolosos tiene la Provincia por año?

—No.

—Tiene una proyección para este año de 1.400 homicidios dolosos. 10% de ellos son femicidios. Fíjese que estamos hablando de casi cinco muertos cada dos días.

—¿Cuánto había en 2015?

—La tasa de homicidios en la Argentina viene bajando desde 2003 en adelante. En 2003 la tasa del homicidio era casi de 14 cada 100 mil habitantes. Y viene bajando. Hoy la provincia de Buenos Aires está en un 5,5. La Ciudad de Buenos Aires tiene 4,5, y cuenta con tres veces más policías y tiene tres veces más presupuest­o. No estoy diciendo que se trata de un mal funcionami­ento de la Ciudad de Buenos Aires, sino que hay un contexto general que excede lo que tiene que ver con acciones preventiva­s y recursos operativos.

—¿Cómo podría describir la mente de un ladrón: hace cálculos eligiendo el delito en función de sus posibilida­des, los costos y el rédito?

—Primero, nadie nace ladrón. Segundo, hay un contexto social que empuja a aquellos

“María Eugenia Vidal enfrentó a la mafia del juego clandestin­o para imponer la mafia del juego legal.”

“Lo único que tenemos en común en materia de gestión con Frederic es la palabra seguridad.”

“Alberto Fernández no preside el Partido. La responsabi­lidad de mantener la doctrina no es suya.”

a delinquir. ¿Cuál es su causa? En la Argentina no lo tenemos estudiado. Por eso, el gobernador nos está dando todo el apoyo para crear el centro de investigac­iones del delito y la violencia, centro que está a cargo del doctor Enrique de Rosa, uno de los investigad­ores psiquiátri­cos más importante­s de Argentina.

—¿Puede ser distinta la causalidad del delito en la provincia de Buenos Aires?

—Sí, absolutame­nte. Por eso es necesario comprender la génesis del delito de manera autóctona en cada uno de los países y fundamenta­lmente en cada región.

—¿El Conurbano sería un área específica?

—Tiene una alta densidad demográfic­a y una geografía que permite fácilmente el camuflaje del delito. Los delincuent­es pueden esconderse con mucha mayor facilidad que en el interior de la Provincia, una geografía muy complicada. Estoy convencido de que la gran mayoría de la gente no conoce lo que es el Conurbano profundo, el nivel de hacinamien­to, los asentamien­tos. Muchas veces la policía no puede entrar, pero no por miedo, sino porque no tiene la metodologí­a.

—¿Tres veces entraron ladrones a su oficina y usted mismo fue víctima de robo?

—Fue antes de asumir y hace muy poquito. Pero es algo del entorno, un exceso de confianza. Cualquiera tenía la llave de mi oficina. No tiene que ver con cuestiones políticas.

—¿Qué es lo que propuso relacionad­o con las drogas?

—Es un tema muy escabroso y muy difícil de entender. Hay que abordarlo paulatinam­ente. Primero, cuando hablamos de despenaliz­ación de consumo tenemos que saber que en la Argentina la despenaliz­ación está vigente de hecho, a partir del fallo denominado “Arriola”. La Corte Suprema determinó que no puede haber pena para aquellas personas que tienen en su poder cierta cantidad solamente para consumo personal. ¿Por qué? Porque se basa en un derecho constituci­onal que dice que las acciones privadas de los hombres que no ofendan la moral ni generen ningún perjuicio para terceros, solo son cuestionad­as por Dios y están exentas de la mirada de un magistrado. A partir de ese fallo, ser sorprendid­o en la calle con drogas en cantidades que demuestren que son de consumo personal está despenaliz­ado. Ahí ya tenemos el primer gran problema. El Poder Legislativ­o y el Judicial podrían resolver un problema que para nosotros es gravísimo: la superpobla­ción carcelaria producto de detencione­s en la calle con droga para consumo personal.

—Convertir el fallo en ley para que sea para todos.

—Lo que exijo es que los diputados entiendan que la policía no puede hacer una interpreta­ción de la ley. Ese es un rol de los jueces. Se debe modificar la Ley 23.737 para que ningún policía detenga a quienes tienen droga en su poder para consumo personal. Si me pregunta si estoy de acuerdo con la despenaliz­ación de las drogas, mi respuesta sería que primero hay que contestar para qué. ¿De acuerdo con la despenaliz­ación para que se consuma menos? No. Hablar de la despenaliz­ación del narcotráfi­co es aludir a las consecuenc­ias. Así hablamos de atacar un problema que es la violencia, la corrupción y las alteracion­es del orden y las economías regionales. El consumo es una cuestión que tiene que ver con políticas de salud pública, no con políticas de seguridad. Cuando hablamos de despenaliz­ación, nuestro mensaje es: “Señores, dejemos de lado todo el problema que tiene la violencia y la corrupción fundamenta­lmente y las alteracion­es del orden que genera el narcotráfi­co”. ¿Qué pasó en Estados Unidos en los años 30?

—Prohibido el alcohol.

—Cuando se lee la enmienda de Estados Unidos que prohíbe la producción y comerciali­zación de alcohol, parece una copia de la Ley 23.737. ¿Qué pasó entonces? Fueron los diez años más violentos de la historia de Estados Unidos, los diez años más corruptos. Apareciero­n todas las mafias, Al Capone entre ellas. ¿Cuál fue la consecuenc­ia? Estados Unidos tuvo que dar marcha atrás y permitir la comerciali­zación y la venta de alcohol. —Usted dijo que el daño que causa la marihuana es menor que el del alcohol.

—No tengo ninguna duda. Es una cuestión médica. Pero que quede claro y no se saque de contexto: la marihuana produce daño. Porque tiene una droga que se llama tetrahidro­cannabinol que produce la desmielini­zación del sistema nervioso central. El alcohol no solamente produce eso. Uno de los síntomas terminales del alcoholism­o es el flapping, más allá de los daños hepáticos de la cirrosis crónica. El alcohol trabaja también sobre lo orgánico.

—Afecta la mente y el cuerpo

Hay que mirar lo que pasó en Villa Gesell: esa desinhibic­ión que produce el alcohol genera casos de violencia. Nos rasgamos las vestiduras discutiend­o marihuana, discutiend­o cocaína. Son drogas que ya tienden a desaparece­r por una cuestión económica: la aparición en escena de las drogas de síntesis viene a resolver un montón de problemas que tienen las drogas naturales.

—¿Rosario puede anticipar que Argentina sufra lo que Colombia y México sufren por el narcotráfi­co?

—El problema surge de la manera con que los países se adhirieron a un sistema que propuso Estados Unidos sobre el combate a la droga. Comienza a partir del año 1980, con Richard Nixon, cuando declaró que el enemigo número uno de Estados Unidos era la droga. A partir de ahí nace la hipótesis de la necesidad de una confrontac­ión abierta

—Una guerra.

—Guerra que existió. Pero surgen datos interesant­es. Como que el 85% de la droga que se produce en Latinoamér­ica se consume en Estados Unidos. Pero los muertos los puso Colombia, México, Centroamér­ica, Brasil. Ese desplazami­ento de la violencia del narcotráfi­co se llama

“efecto globo”: si se aprieta el globo en una punta, el aire se desplaza a la otra. Ese desplazami­ento desde Brasil empezó a llegar hacia el sur, hacia la Argentina. Tomamos nota de eso y actuamos profundame­nte en su momento.

—¿Por qué Rosario? ¿Su puerto, el río Paraná y su conexión con Paraguay?

—Exactament­e. La vía de comerciali­zación de la cocaína por excelencia era Bolivia, a partir del eje Colombia-Perú-Bolivia. Paraguay cambió y hoy es un centro de distribuci­ón importante de cocaína y marihuana. Mucho tiene que ver con la hidrovía, porque el 95% del tráfico de drogas se da por vía marítima. Cuando empezamos a ver este fenómeno hace ocho años hicimos una fuerte intervenci­ón en Rosario que permitió detener a la banda más importante, Los Monos. No solo los detuvimos, sino que pudimos aportar las pruebas para que sean juzgados por el delito de narcotráfi­co. A partir de allí, Rosario empezó a tener un problema de violencia vinculado a la distribuci­ón, no a la fabricació­n: a eso se sumó una gran complicida­d de la policía. Esa complicida­d se fue trabajando y desbaratan­do. Así se llegó hasta el jefe de la Policía.

—¿El problema hoy es mayor? La ex ministra Patricia Bullrich remarcaba el éxito de haber incrementa­do los secuestros de droga.

—Primero: nadie puede pontificar sobre lo que no conoce. Si le pregunto cuánto se cosecha de trigo o de soja este año podremos llegar a una respuesta cuantifica­ble y certera. Pero si yo le pregunto cuánto es lo que circula de cocaína o de marihuana por la Argentina, no lo sabe ni usted, no lo sé yo. No lo sabe nadie. Por lo tanto, se utilizan índices internacio­nales que afirman que se confisca entre el 3% y el 5% de la droga que circula. Mayor incautació­n indica que hay mayor circulació­n. Hay un dato muy interesant­e y que me preocupa mucho. Hace muy poquito uno de los custodios de la ministra de Seguridad de la Nación fue descubiert­o con un kilo de pasta base. La noticia fue que se trataba del custodio de la ministra. Pero para aquellos que estamos en este tema, que sea custodio de la ministra lo único que refleja es la realidad de lo que contamos todos los días: el narcotráfi­co se infiltra cada vez más cerca del poder. Lo que nadie tomó en cuenta es que lo que se le decomisó no fue cocaína, sino pasta base. Más allá de la circulació­n, más allá de los decomisos, volvemos a tener la presencia en la Argentina de la pasta base. Y la pasta base genera mucha más violencia en su comerciali­zación que la cocaína terminada. Es mucho más rentable traer la pasta base a la Argentina y hacer todo el proceso de producción que en Bolivia. El efecto es que cada cadena de producción que se le agrega a la cocaína es una cadena de violencia más. No es algo gratuito.

—¿Por la devaluació­n ahora es más barato transforma­rla en droga terminada?

—Uno de los pasos más caros de la producción de cocaína es la transforma­ción de la pasta base a clorhidrat­o de cocaína. Resulta que es mucho más negocio traer la pasta base, hacer el traspaso a clorhidrat­o de cocaína aquí. Los precursore­s son mucho más baratos acá, un proceso que viene acompañado de una importante génesis de violencia. Tenemos que estar muy atentos a esta situación. Y eso implica realizar tareas de inteligenc­ia muy fuertes. ¿Vamos a terminar con el tema? No mientras sigamos con este paradigma de lucha contra el narcotráfi­co, cuyo efecto es muerte, fracaso y que el narcotráfi­co se siga expandiend­o a través del mundo. No hay un solo caso de éxito de lucha contra el narcotráfi­co en el mundo. Si no estamos dispuestos a sentarnos en una mesa, aunque parezca políticame­nte incorrecto, y empezamos a discutir un nuevo paradigma de cómo afrontar el problema del narcotráfi­co, vamos a seguir hablando de esto dentro de diez años igual que hoy.

—En 2015, usted dijo: “El juego, la prostituci­ón y la droga existen donde hay poder adquisitiv­o”. Ahora que

“El modelo de Zaffaroni sirve para los países nórdicos, no para la Argentina.”

“La pasta base genera mucha más violencia en su comerciali­zación que la cocaína terminada.”

“Si un comisario besa al llegar a la comisaría a un cabo al saludarlo, se perdió todo el respeto y el control.”

hay crisis económica, ¿el consumo de droga bajó?

—Estamos hablando de dos cosas distintas. Nadie juega donde no hay plata. Nadie consume drogas sin plata. Una de las consecuenc­ias de los problemas económicos en la sociedad es el consumo de droga barata, la aparición del paco, que no sigue siendo más que cocaína. Muchos tienen la fantasía de que es lo que queda en la cacerola en la cocción. Piensan que hacer cocaína es como hacer un flan. Pero se trata de algo mucho más sofisticad­o. No cualquiera puede cocinar cocaína. Por lo general, son licenciado­s en química. El paco es la pasta base que no tiene el proceso de clorificac­ión. Por lo tanto, es hidrosolub­le y se fuma. Así llega rápidament­e al cerebro. Hay una relación directamen­te proporcion­al entre velocidad de llegada al cerebro con liberación de serotonina. Como esa liberación es muy rápida, también decae al poco tiempo. Al decaer rápidament­e, genera un síndrome fuerte de abstinenci­a, eso es lo que se percibe entre las personas que consumen paco. Otra caracterís­tica que tiene la comerciali­zación del paco es su bajo precio, es una droga para aquellos que no tienen poder adquisitiv­o, aunque ese precio en altas dosis termina generando ganancias mucho más importante­s que la de la cocaína.

—El ex gobernador Felipe Solá les advirtió a María Eugenia Vidal y a Cristian Ritondo que no nombraran a Pablo Bressi. Según afirmó, Ritondo le respondió que nombrar a Bressi era “un pedido de la Embajada de Estados Unidos”. Se denunciaba que Bressi recibiría recaudacio­nes ya sea de droga o juego. ¿Qué hay de cierto sobre esos fondos millonario­s?

—Ritondo nombró a Bressi porque creyó y, según su propia declaració­n, porque se lo recomendó Estados Unidos. No es mi caso. Estoy en una etapa de observació­n. Hace dos meses que he sido ministro, más allá de que estudiamos permanente­mente el fenómeno de seguridad en la provincia de Buenos Aires. En la Policía de la Provincia de Buenos Aires se aplicaron muchísimas políticas que pueden ser buenas o malas. Pero el peor de los problemas es que nunca se concretaro­n. Empezamos con grandes purgas, con divisiones de la policía, policía 1, policía 2, bonaerense, local, comunal, distrital, pero nunca se terminó. Hay un ejemplo que puede pasar inadvertid­o pero es tremendo. A los pocos días de asumir junté en una reunión al jefe de policía, al jefe de personal y al jefe de planificac­ión. Entre los tres no se podían poner de acuerdo sobre el funcionami­ento de ciertas áreas. Había tantos parches que estaba rota la cadena de mando. Y en un organismo que funciona de manera vertical hay tres ejes que son imprescind­ibles, el mando, el comando y el control. No hay comando sin mando y no hay comando y mando exitoso sin control. Cuando usted pierde esas tres variables se queda sin conducción, que es lo que pasó con la policía de Buenos Aires. Hay un detalle que es muy fuerte. Veo a un comisario entrar a su comisaría y saludar con un beso al cabo. Se perdió todo respeto, se perdió todo orden. Es imposible conducir fuera de un marco de orden, fuera de un marco de respeto. La profesiona­lización tiene que ver con la capacidad de incorporac­ión de valores y por sobre todas las cosas con devolverle a la policía la cadena de mando. Esta semana estuve en Almirante Brown. Tienen mil policías locales. Se educaron para el puesto menos de cinco meses y salieron a la calle por necesidad. La sociedad reclama más policía, generamos la policía local, y sacamos en cinco meses un policía a la calle. Así, lo único que generamos son policías como Luis Chocobar. No nos olvidemos que es un policía local de la Ciudad de Avellaneda, una representa­ción de los casi 40 mil policías que ingresaron en esta situación en la provincia de Buenos Aires.

—Usted dijo que mano dura es diferente de mano descontrol­ada. ¿Hubo descontrol con Patricia Bullrich?

—Patricia Bullrich no tuvo ni mando ni control. El mando es una potestad unipersona­l que tiene que ver con un montón de atribucion­es de aquel que conduce. No tiene nada que ver con el comando, que es pluriperso­nal, que son las actividade­s que garantizan que el mando se ejecute. El control tiene que ver con la capacidad de generar acciones para que esa verticalid­ad y ese orden no salgan de su contexto.

—Usted dijo: “Si yo era ministro de Seguridad, a Santiago Maldonado no le hubiese sucedido lo que le pasó”.

—No tengo ninguna duda. Y lo afirmo con total y absoluta honestidad intelectua­l. Nunca dudé de que a Maldonado lo íbamos a encontrar en el río, nunca dudé. Nunca dudé de que la Gendarmerí­a podría haber hecho una desaparici­ón forzada de Maldonado.

—¿Nunca dudó de que la Gendarmerí­a podría hacer desaparece­r a una persona?

—Nunca. Lo dije siempre y me costó muchas discusione­s. Lo digo por el conocimien­to que tengo respecto al accionar de las fuerzas federales. Pero Maldonado muere por la acción incorrecta y antijurídi­ca del accionar de la Gendarmerí­a. Porque la Gendarmerí­a ingresó a una propiedad privada sin una orden para hacerlo. A partir de allí está encuadrada en lo que jurídicame­nte se denomina nexo de conectivid­ad. Si la Gendarmerí­a no hubiera ingresado, Maldonado no hubiera intentado huir y no hubiera cruzado el río. Por lo tanto hay una responsabi­lidad recurrente.

—También dijo: “Tuve que matar a bastantes delincuent­es y nunca tuve problema”. ¿Cómo fue eso?

—No es grato hablar del tema; pero, ante ciertas situacione­s como la toma de rehenes, uno tiene que tomar ciertas definicion­es. Y a los jefes de operativo les doy órdenes claras. Para tomar semejantes definicion­es hay que saber lo que se hace. Soy cirujano y le puedo asegurar que no hay peor cosa que abrir a una persona y operarla del corazón.

—¿Su primera relación con la muerte fue como médico?

—Tuve opor tunidad de aprender mucho con el doctor René Favaloro. Cuando el doctor Favaloro trabajaba en el Sanatorio Güemes. De él tengo dos anécdotas que me marcaron. Lo más importante para un cirujano es saber lo que nunca debe hacer con un bisturí. Es lo mismo que ocurre con la policía. Cuando afirmamos la pertinenci­a de practicar tiro todos los días. La instrucció­n en un tiro es saber lo que nunca debe hacer un policía cuando saca la pistola y cuándo la debe sacar y cuándo nunca la debe sacar. Eso es la principal enseñanza que deja una práctica de tiro, cosa que se había dejado de hacer durante mucho tiempo y que ahora volvimos a empezar a revisar a partir de que Fabricacio­nes Militares nos empiece a entregar el millón y medio de municiones que necesitamo­s todos los meses para volver a capacitar a la policía. No solamente para que cuando tire pegue, sino para que nunca saque la pistola cuando no la tenga que sacar.

—¿Lo que hizo Luis Chocobar es incorrecto?

—Claramente es incorrecto. Estoy seguro de que Chocobar no es un asesino, que ese día no se levantó y salió a la calle a matar. Lo que hizo fue con la mejor intención. Hay responsabi­lidad de parte del Estado, que fue quien lo llevó a la calle con una pistola y mal entrenado. Chocobar es una muestra de los 40 mil efectivos de la policía local que tenemos en la provincia de Buenos Aires. Decíamos que en Almirante Brown hay mil policías locales. ¿Sabe cuántos mandos intermedio­s hay hasta llegar al jefe? Ninguno. Explíqueme cómo mil policías locales pueden funcionar sin los mandos medios.

—Usted dijo que estaba de acuerdo con ponerle un 10 a la gestión de Patricia Bullrich. Pero en una escala del 1 al 100. Eso sería equivalent­e a ponerle un 1 en escala del 1 al 10. ¿Por qué ese aplazo?

— Lo primero que dijo la ministra Bullrich fue “se acabaron los piquetes en la Ciudad de Buenos Aires, a partir de ahora vamos a hacer el protocolo antipiquet­es”. ¿Qué pasó? Fracasó. Durante toda la campaña dijo que el problema del narcotráfi­co en la Argentina es que no hay ley de derribo, si en la Argentina hubiera ley de derribo se acabó el narcotráfi­co. ¿Qué fue lo primero que hicieron? Firmaron la ley de derribo. ¿Cuántos aviones derribaron?

—¿Ninguno?

—Exacto. Y la droga siguió, porque de hecho la ministra dijo tener récord en incautació­n de drogas. O sea, hay algo que está funcionand­o mal en su relato. Después dijo que “el problema de la Argentina es que el kirchneris­mo desradariz­ó toda la frontera y nosotros la vamos a controlar”. ¿Cuántos radares pusieron?

—¿Ninguno?

—Nuevamente, está en lo cierto. No pusieron ningún radar sino que nosotros habíamos generado a través de un convenio con el Invap. A partir de la financiaci­ón del gobierno nacional, el Invap desarrolló un radar tridimensi­onal de última generación. No solo lo desarrolló, sino que también lo homologó, que es lo más importante. Fue fabricado y lo empezamos a instalar. Lo primero que hizo Mauricio Macri cuando asumió fue ir al Fondo Monetario a pedir plata. La respuesta fue que le daban el dinero, pero debía detenerse el proyecto de fabricació­n del Arsat, porque Argentina no puede ocupar las órbitas geoestacio­narias que necesitamo­s para los satélites de geoposicio­namiento para dirigir nuestros misiles adonde los queremos mandar en el mundo. También pidieron desactivar el proceso de fabricació­n de radares porque es un negocio muy importante. Conclusión, no solamente no pusieron ningún radar sino que desactivar­on el proceso de radarizaci­ón de la Argentina. Y puedo seguir. ¿Se acuerda cuando fue a la frontera, a Orán, Salta, precisamen­te a

“El Conurbano tiene una geografía que permite fácilmente el camuflaje del delito.”

“Lázaro Báez hizo su fortuna en base a la patria contratist­a. Lo mismo sucedió con la familia Macri.”

un lugar que se llama Piedras Blancas? La frontera era un descontrol total, y la ministra apareció con el protocolo de importació­n para microempre­ndedores.

—¿Atribuye la mirada positiva sobre la gestión de Bullrich más a la acción de la propaganda que a hechos reales?

—Fue usted quien dijo “ninguno”. No yo. Lo dijo usted. No es una apreciació­n objetiva mía...

—Pero al mismo tiempo reconoce que bajó la cantidad de homicidios.

—Lo único que realmente bajó es la cantidad de homicidios. Pero ¿es un éxito del gobierno? Es el producto de una política de seguridad que los viene bajando desde el año 2003, nosotros en el año 2003, por eso cuando usted me pregunta cómo van a ser los delitos en la Provincia durante este año, lo proyectado es seguir creciendo, ¿por qué? porque venimos de una base. No se puede, no, no lo puede hacer, bueno, en estos casos es lo mismo. Las políticas de seguridad no son políticas económicas. En política económica usted toma la decisión a la mañana de bajar la tasa de interés y girar tan fácilmente un transatlán­tico tan rápidament­e. Las políticas de seguridad son políticas a largo plazo siempre. Y datos, como el homicidio, seguirán bajando.

—Pero no robos y hurtos.

—¿Pero cuál es el rol de un ministro de Seguridad? En mi caso, generar las reformas estructura­les necesarias y suficiente­s para generar las bases con una mirada hacia futuro. Generar políticas que puedan mantenerse a lo largo del tiempo, además de generar no solo expectativ­as nuevas: también resultados deseables.

—Sobre Eugenio Zaffaroni usted dijo que no compartía su postura en materia penal, y agregó: “Mi postura es totalmente contraria a las opiniones de Zaffaroni”. Explique esas diferencia­s.

—Nadie que haya estudiado con él puede desconocer su capacidad técnica, científica y su prestigio internacio­nal. El doctor Zaffaroni plantea un modelo. Y el tema es quién tiene que ejecutar, seguir ese modelo o no. Lo que describe podría funcionar perfectame­nte en los países nórdicos en los que no existe prácticame­nte la desigualda­d. En Argentina, el modelo propuesto por Zaffaroni, lejos de ser conducente, es contraprod­ucente. Y es más contraprod­ucente para la provincia de Buenos

Aires. Ese es mi desacuerdo, más allá de que rescato los valores profesiona­les y científico­s sobre derecho penal.

—En eso coincide con la ministra Sabrina Frederic. Ella también critica a Zaffaroni. Dijo: “La falsa oposición entre garantista­s y punitivist­as. Esa disyuntiva no permite entender, abordar ni prevenir los delitos”.

—Coincido en varias cosas con la ministra Frederic, pese a la intenciona­lidad por generar noticias. Como periodista, Fontevecch­ia, usted sabe que cuando no hay noticias, se precisa inventarla­s. Soy una persona frontal que digo lo que pienso. Coincido en muchas cosas con la ministra, lo que pasa es que tenemos dos funciones totalmente distintas. Lo único en común es la palabra seguridad. Pero ella es ministra de Seguridad de la Nación, y yo, ministro de Seguridad de la Provincia, dos realidades totalmente distintas, dos funciones totalmente distintas. Hablábamos de Patricia Bullrich. No puede mostrar éxitos de gestión en materia de seguridad ciudadana, porque a partir de que en el año 2016 se traspasó la Policía Federal a la policía de la Ciudad de Buenos Aires el Ministerio de Seguridad de la Nación perdió territoria­lidad. O sea, el Ministerio de Seguridad de la Nación no tiene responsabi­lidad territoria­l en materia de seguridad ciudadana en ningún lugar del país. Para la Constituci­ón, cada provincia es autónoma en cuanto a las definicion­es y decisiones y planificac­iones en materia de seguridad. El ministerio nacional tiene otras responsabi­lidades, atiende otros delitos, como el narcotráfi­co, la trata de personas, los delitos federales.

—No fue un invento de la prensa, usted dijo sobre el conflicto con Frederic: “Si uno ve la película entera, se da cuenta de que al final el Presidente y el gobernador me terminaron dando la razón, necesitába­mos coordinaci­ón”.

—Tampoco es un tema con la ministra: ella es la cabeza. Nadie puede desconocer que para que dos acciones sumen y no resten tienen que estar coordinada­s, sobre todo en materia de seguridad. Dos acciones policiales no coordinada­s restan en vez de sumar.

—¿Usted le dio la orden a su jefe de Policía provincial de detener a funcionari­os de las policías federales que estaban haciendo operativos en la costa en diciembre?

—Si no estaban bajo una coordinaci­ón, sí. Porque eso es un avasallami­ento de jurisdicci­ón. Obviamente que primero avisé y entendiero­n, por tanto no pasó. No ando con vueltas.

—¿Qué pasó entonces?

—Entendiero­n que había que coordinar. No lo digo ni hago en desmedro de nadie. No hay que olvidar que en los cuatro años de Mauricio Macri no hubo conducción. Ni conducción, ni mecanismos de coordinaci­ón. A partir del 10 de diciembre todo seguía como antes. Entendiero­n que había que cambiar.

—¿Dejó cesante a su vocero por un tuit que envió?

—Una semana antes le había explicado cómo funcionaba esto. Se equivocó. Lo reconoció. Pero esto es la Fórmula Uno; Ayrton Senna se equivocó, se comió la curva y se mató. Cuando uno está permanente­mente en la lucha contra el delito, el juego es constantem­ente contra el fleje. Hay que tener cuidado, cuando se interviene con los narcotrafi­cantes, o delincuent­es muy peligrosos. Uno delega algunas cosas. La conducción es delegar. Y delegar significa controlar. Yo delegué, controlé, no funcionó, y opté por ir por otro camino.

—El tuit en cuestión decía: “Lo que nos distingue de los aficionado­s es el método”. Previament­e usted había dicho (voy a leer textualmen­te): “Simplement­e aquellos que venimos de una rama profesiona­l sabemos que la diferencia entre el profesiona­l y el aficionado es el método. El método policial no solo tiene una doctrina, también una metodologí­a y la metodologí­a hay que cumplirla, porque si no, los resultados no son los esperados. Son cuestiones técnicas que no surgen de una improvisac­ión, sino de un modelo metodológi­co para la conducción policial”. Su vocero reprodujo una frase suya: “Lo que nos distingue de los aficionado­s es el método”. ¿Qué es lo que hizo mal?

—El tiempo.

—¿El tiempo actual es el de mostrar menos conflictiv­idad con el gobierno nacional?

—No se trata de mostrar menos conflictiv­idad. En un equipo de gobierno hay que discutir permanente­mente.

“En la Policía de la Provincia de Buenos Aires se perdió el mando, el comando y el control.”

Hacia adentro discuto permanente­mente, no me considero el dueño de la verdad. Así como a veces uno es responsabl­e de ciertas escaladas; en otros casos también tiene la responsabi­lidad de ponerles un límite a esas escaladas. Mi vocero le erró en el tiempo.

—Frederic dijo: “Berni inauguró una manera y Bullrich fue sucesora de ese estilo. Yo tengo otros elementos para sostener la gestión. Va a ser parte de un desafío mostrarle a la gente que se puede dar seguridad sin hacer una performanc­e o un acting”. Un acting. Y parecerse a Bullrich.

—Eso es lo que piensa la ministra. Tendrá sus motivos.

—En la Provincia trabajan 6.800 miembros de las fuerzas federales.

—Tenemos la informació­n de que son 6.800, ya empezamos a coordinar las acciones. Quienes tenemos experienci­a en esto sabemos que lo importante no es el inicio, sino el sostenimie­nto de las acciones policiales en el tiempo. Volvamos a juntarnos dentro de tres meses. Ahí le voy a decir cómo fue esa coordinaci­ón y cómo ha sido el compromiso del gobierno nacional en su incorporac­ión de las fuerzas federales en sus sistemas judiciales.

— ¿Había coordinaci­ón cuando el ministro era Ritondo?

—Si hubiera existido una coordinaci­ón, segurament­e hubieran ingresado a programas como el Operativo Sol.

—En el gobierno anterior el jefe político de la gobernador­a era también el presidente. Como ahora el gobierno provincial tiene como jefa a la vicepresid­enta, se le asignan a esa causa las discusione­s Provincia-Nación. ¿Es injusto?

—Es un pensamient­o totalmente erróneo. La descoordin­ación de las fuerzas en la Provincia viene de la época del gobierno de Mauricio Macri .— ¿Cuál es su evaluación de la gestión Ritondo?

—Sé lo difícil que es la provincia de Buenos Aires, pero creo que Ritondo fue un ministro más del gobierno de Vidal, que pagó con la plata de los bonaerense­s la generación de un relato que no tenía correlato en la realidad. Algo que no solamente vimos en materia de seguridad, sucedió en materia de educación, en materia de salud.

—Usted ironizó en enero: “Cómo mejoró la seguridad en este mes que la gobernador­a que antes tenía que vivir en un cuartel ahora camina tranquilam­ente por las playas de Pinamar”.

—Son los cinco minutos del día que uno se puede tomar para demostrar que todo ese relato de Vidal sobre las luchas contra las mafias, que tenía que vivir en un cuartel porque estaba amenazada de muerte por las transforma­ciones que había hecho, fue una mentira total. Me pregunto cuáles son esas mafias que la gobernador­a quiso enfrentar. Me gustaría conocer un nombre solo de una de ellas. La única mafia que enfrentaro­n, que ni siquiera era una mafia, era una pyme, fue el juego. Y eso fue porque el juego legal tenía muchos más intereses que el clandestin­o. Fue por una cuestión económica. Ni siquiera por una cuestión de seguridad. Enfrentó a la mafia del juego clandestin­o para imponer la mafia del juego legal. Me hago cargo de lo que digo.

—Dicen que en los operativos usted se hace llamar “Sierra Bravo”, la combinació­n de Sergio Berni, en el alfabeto radiofónic­o. ¿Es así?

—Claro. Y ahí tiene una diferencia. Siempre escuché decir a la ministra Bullrich que hay que apoyar a las fuerzas

“Hay lugares del Conurbano en los que la policía no puede entrar, dado el hacinamien­to.”

de seguridad. ¿Cómo las apoya usted? Haciéndose responsabl­e de lo que manda a hacer. Un ejemplo es el caso Maldonado, o el de Rafael Nahuel, de Bariloche. Hoy la Prefectura está procesada por el caso de Rafael Nahuel y segurament­e va a haber procesamie­ntos

“Me gustaría saber a qué mafias enfrentó realmente María Eugenia Vidal.”

por el caso de Maldonado. Cuando uno da una orden, la mejor manera de proteger a su gente no es ir después al Congreso y afirmar: “No voy a tirar un gendarme por la ventana”. La mejor manera de protegerlo­s es ponerse al frente, civil y penalmente. Por eso, cuando hay un operativo policial complicado, me pongo al frente. No solamente por una cuestión de respaldo, sino porque sé exactament­e lo que estoy haciendo, porque para eso estudio. Volvemos de vuelta al principio: esa es la diferencia entre el profesiona­l y el aficionado. Cuando usted está en una operación policial, la principal metodologí­a es la comunicaci­ón, que tiene una metodologí­a. El método es lo que genera muchas veces la diferencia entre el éxito y el fracaso en las confrontac­iones. Todo el mundo en la Policía Federal, Gendarmerí­a, Prefectura, sabe que cuando el que modulaba era Sierra Bravo se trataba del secretario de Seguridad. No era una locura, ni una fantasía de televisión. Sierra Bravo era el indicativo de quien estaba a cargo en esa operación. Sierra, de Sergio; y Bravo, de Berni. Como yo era Sierra Bravo, mi segundo era Golf Charly, Guillermo Calviño. Cada uno tenía su indicativo de llamada. Y era transversa­l para las cuatro fuerzas.

—Usted es teniente coronel del Ejército, campeón de karate, alpinista, buzo táctico, paracaidis­ta, rescatista, médico cirujano, abogado, político. El apodo es el Loco, el inalcanzab­le. ¿Se reconoce como alguien con caracterís­ticas fuera de la campana de Gauss?

—Soy un hacedor y una persona con vocación de servicio. La milicia y la medicina lo indican. Soy alguien que tiene una vocación.

—¿Percibe un rasgo extroverti­do en su personalid­ad o algo de necesidad hiperkinét­ica cuando autorrefle­xiona?

—No es algo hiperkinét­ico. Un buen soldado tiene que poseer un montón de atributos. Debe contar con la posibilida­d de saltar en paracaídas, bucear, manejar tropas en ámbitos geográfico­s complejos, así como un cirujano tiene que saber cómo operar una pelvis.

—En su campaña política cuando quiso ser gobernador logró polemizar por Twitter con el protagonis­ta de “House of Cards”, Frank Underwood, a quien terminó respondién­dole: “Bradenwood o Berni”. Tiene también la capacidad de llamar la atención.

—Eso fue algo especial. No sé si llamarle genialidad o...

—¿Suerte?

—No fue casualidad. Hablar de suerte es producto de la improvisac­ión. Esto fue buscado por en aquel momento por un colaborado­r que conocía mucho de comunicaci­ón, que hoy está trabajando en la provincia de Santa Fe. Lo hizo con mi consentimi­ento, era un riesgo que había que tomar. A diferencia de Patricia Bullrich, cuando asumo riesgos, lo hago a título personal. Cuando fue el partido River-Boca, ese partido famoso que se suspendió porque tuvo problemas la entrada de Boca a la cancha y se terminó jugando en España, la ministra Bullrich dijo: “El Presidente me pidió que se juegue con público visitante y lo vamos a hacer”. Le preguntaro­n si estaba segura y dijo: “El que no arriesga no gana”. Bullrich siempre arriesga con el pellejo de los demás, el pellejo de la sociedad, el pellejo de los gendarmes que mandó a desalojar a Santiago Maldonado, el pellejo de los prefectos que mandó a desalojar en Bariloche y mataron a Rafael Nahuel. Yo nunca pondría en riesgo el pellejo de un tercero. Eso nos ubica en planos completame­nte distintos.

—Jair Bolsonaro llegó a la presidenci­a luego de una campaña cuyo eje fue la seguridad. Francisco de Narváez le ganó una elección a Néstor Kirchner con propuestas en la materia. Usted quiso ser varias veces gobernador. ¿Tiene la aspiración de un cargo electivo importante?

—No. Este fue el último intento. Tengo casi 60 años, un hijo de 5 años al cual cada día que pasa empiezo a disfrutar mucho más fuerte. Hice una trayectori­a política, no llegué adonde quería llegar por diferentes razones. Hoy estoy donde estoy por pedido del gobernador Axel Kicillof a pesar de haberle dicho que mi voluntad era retirarme porque entendía que mi etapa y mi proceso político ya habían caducado. La necesidad de la provincia de Buenos Aires hace que hoy esté en este lugar, pero no tengo ninguna proyección hacia futuro.

—¿Qué pasó esa noche en la casa de Alberto Nisman cuando se descubrió su cadáver? Usted fue acusado de no haber procedido correctame­nte, de haber viciado las evidencias. ¿Cuál es su opinión acerca de lo que pasó?

—Todas aquellas denuncias fueron resueltas por la Justicia en un fallo que dice que mi presencia en ese lugar estaba totalmente justificad­a. Pero no hay mejor sordo que el que no quiere oír ni ciego que el que no quiere ver. ¿Cuál fue el mecanismo por el cual yo entré a la casa del doctor Nisman? Hubo un error tremendo de cadenas de notificaci­ón. Se suponía que el doctor Nisman estaba muerto en el baño y no había ningún documento legal que así lo certificar­a. Vivo en Zárate, a más de una hora de viaje. Cuando me enteré estaba en Zárate y decidí ir para allá. Cuando llegué al lugar, en vez del juez estaba la fiscal, porque para el código de procedimie­nto cuando el fallecido es un NN le correspond­e al juez. Pero cuando el fallecido es de identidad conocida le correspond­e al fiscal. Salí con un incidente en el baño que no estaba certificad­o que era el doctor Nisman, cuando llegué ya la madre había dicho que era él. En ese momento era todo muy confuso, calcule que esto empezó al mediodía, que fueron, que no tenían la llave, que fueron a buscar a la madre, que después la madre llegó, que llamó a un cerrajero, pero en el medio fue a buscar a una pariente. Era una serie de situacione­s muy difícil de explicar en tan poco tiempo de manera telefónica. Cuando llegué, ante tal confusión telefónica, le dije al jefe de la Prefectura que empecemos todo nuevamente. Porque no lograba entender. Me dice que ingresó y en el momento que estaba ingresando estaba saliendo el médico y la enfermera. Muy bien, ¿y qué le dijo el médico? El médico me dijo que en el baño había un paciente, en realidad no dijo paciente, sino el doctor Nisman, que estaba el doctor Nisman muerto y que él no iba a tocar nada. En casos así es cuando a uno le sale el instinto médico. Le digo: si no lo tocó, ¿cómo sabe que está muerto? Como cirujano, tengo muchísima experienci­a en atención de pacientes con heridas de arma de fuego a nivel craneal que se llama hipobolémi­co. Usted no puede determinar una muerte si no toca al paciente, a menos que haya ciertos síntomas que me parece medio morboso explicar ahora. Entonces, le pedí el certificad­o de defunción. Cuando me dice que no dejó certificad­o de defunción, le pregunté ¿se da cuenta de que estamos en problemas? Porque usted trata al doctor Nisman como si estuviera muerto y cuál es su instrument­o legal para certificar que el doctor Nisman está muerto. Allí fue cuando entré al departamen­to y me encuentro a la madre. En ese momento, tengo una obligación como médico de asistir a la víctima. Cuando llego y veo a la madre y la madre me dice, me relata un montón de situacione­s, me releva de mi secreto médico. Pero la conclusión es que el médico existió, el certificad­o no estaba y hasta tanto no entró la médica policial y certificó la muerte del doctor Nisman no había ningún documento legal sobre esa muerte. Lo único que hice y que creo que la Justicia entendió fue cumplir con mi obligación como médico.

—¿Hubiera hecho algo distinto viendo cómo terminó todo?

—Antes de entrar, un colaborado­r me alertó de que podría meterme en un problema. Mi respuesta fue: cuando uno sabe lo que hace, siempre puede explicar lo que hizo. Lo que nunca se puede explicar es lo que no se hace.

—¿Le aportó algo la serie de Netflix sobre el tema?

—Nada que no supiera. Creo que le aportó mucho a la sociedad, es una serie con un estudio muy veraz de la situación. Netflix tenía material para hacer algo mucho más elocuente, más importante y me dio la sensación de que fue una serie que estuvo destinada a aquellos que tienen un cierto conocimien­to sobre la causa AMIA. Que aquellos que no tienen un conocimien­to sobre la causa AMIA podrían perderse y no entender algunas cosas.

—¿Merece una serie más?

—Algo más llano, más para aquellos de otra generación. No nos olvidemos que la muerte del doctor Nisman está ligada a un suceso que pasó hace casi treinta años. Hay una generación que ni siquiera sabe lo que fue la AMIA, que todavía no logra entender qué se discute: si fue o no un coche bomba, porque nunca apareció, por ejemplo, el chasis. Tampoco apareció el cráter. No hay experienci­a en el mundo en que un coche bomba no deje un cráter, acá no hubo. Cuando se dice ¿y dónde está el chasis? y desde la Justicia le decían que está tres metros bajo tierra sepultado y con toda la tecnología que tenemos ahora no son capaces de ir a buscarlo es porque hay gato encerrado. A partir de allí todo lo que puso a la luz Netflix sobre ese tal Berro que supuestame­nte era el que conducía la Trafic fue un aporte. Me parece que es una serie con un gran contenido documental y merece una explicació­n mucho más grande. A mí no me aportó absolutame­nte nada. Pero la serie fue muy buena.

“En la Argentina existe una despenaliz­ación de hecho del consumo de ciertas drogas.”

“La noche de la muerte de Nisman lo único que hice fue cumplir con mi obligación como médico.”

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FOTOS: MARCELO ABALLAY SOBRE SU ANTECESORA: “Patricia Bullrich no tuvo ni control ni mando sobre las fuerzas de seguridad”.
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CRITICA A TODOS: “La formación de las policías locales en la Provincia generó que existan miembros como Chocobar”.
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INTERNAS EN EL FRENTE DE TODOS: “Somos un frente con varios jefes políticos: algunos siguen a Sergio Massa, otros a Alberto Fernández. Yo sigo a Cristina”.
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FOTOS: MARCELO ABALLAY ROSARIO: “Lo que sucede con el narcotráfi­co mucho tiene que ver con la hidrovía y la importanci­a de su puerto”.
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FOTOS: PABLO CUARTEROLO LAWFARE: “Cuando el Estado usa todas las herramient­as que posee para perseguir opositores, claramente hay una connotació­n política”.
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“UNA AUTOCRITIC­A A HACERNOS: representa­ntes del peronismo porteño han hecho alianzas con sectores diferentes de los históricos del peronismo. Hay un peronismo que fue aliado del macrismo”.

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