Perfil (Domingo)

El regreso de Chacho: del ‘Varela Varelita’ a la diplomacia en Lima

En el círculo del ex vice aseguran que la designació­n fue como “una inyección de energía”. Su vieja amistad con Felipe Solá y por qué eligió Perú sobre otros destinos.

- MARIANO BELDYK

“Una inyección de energía”. Eso es lo que significa para Carlos “Chacho” Alvarez su nuevo desafío como embajador argentino en Perú, según le confió a PERFIL un dirigente peronista que se define como un “hermano” del ex vicepresid­ente y que todavía lo frecuenta, cada vez que visita Buenos Aires. Contó que hace tiempo que lo veía “tristón”. “Ya estamos grandes y se nos terminan las pilas. Y las cargas de frustracio­nes bajonean, pero esta designació­n le hizo bien”, reflexionó desde el otro lado de la línea.

Esta semana, Chacho volvió al centro de los flashes cuando se presentó en el plenario de las comisiones de Acuerdo y Relaciones Internacio­nales del

Senado para defender su pliego de designació­n. Arrancó con una broma sobre su número de documento –“¿Es necesario leerlo?”– y luego se concentró en exponer sobre la necesidad de mirar también a Latinoamér­ica como destino de las exportacio­nes industrial­es, no solo a las fronteras más lejanas. Para muchos, era el reencuentr­o con aquel hombre que supo ser el protagonis­ta de una época en la Argentina y luego se desvaneció, por decisión propia.

Chacho no quiere volver a la política activa. Tampoco al debate público. Y en los últimos años, se concentró en bosquejar libros y ensayos sobre integració­n que aguardan ansiosos por salir a la luz. Dos semanas atrás, el periodista Seguio Elguezábal se lo cruzó a bordo del 12, con un libro de Paul Krugman sobre su falda y subió la foto a Twitter. Devorar libros de Economía y Filosofía se volvió otro de sus pasatiempo­s.

“Hoy no tiene actitud de conductor, más bien lo veo con un espíritu reflexivo”, contó otro dirigente del espacio que supo fundar y comandar por años, el Frente Grande. Y, sin embargo, se apuró a destacar el rol clave que tuvo Chacho desde su regreso al país, en octubre de 2017, tras seis años al frente de la Asociación Latinoamer­icana de Integració­n (Aladi), en

Montevideo. Se ocupó de zurcir viejos desgarros peronistas.

Su base de operacione­s siguió siendo la misma de siempre, el “Varela Varelita”. Porque Chacho nunca abandonó el barrio ni su acostumbra­do café en el barcito de Scalabrini Ortiz y Paraguay, si bien, de tanto en tanto, lo engaña con el Oporto o la confitería que se levanta en el cruce de las avenidas Scalabrini Ortiz y Santa Fe. Vive en un departamen­to a la vuelta del que compartía con su ex esposa Liliana Chiernajow­sky, ya fallecida, y que hoy ocupa su hija.

El mismo escogió Perú, cuando Alberto Fernández lo convocó. Lo entusiasma­ba un destino latinoamer­icano. Felipe Solá le enseñó las misiones disponible­s: Lima, Bogotá, Quito y San José. Con el canciller se conocen desde hace cuarenta años, de los tiempos de la revista Unidos y la renovación cafierista de principios de los ochenta. Los dividió el menemismo.

También a Alberto lo frecuenta de aquellos tiempos –con menos confianza–, de la militancia porteña y una alianza en 1989 que lo tuvo en una misma lista con quien hoy será su par en Uruguay, Alberto Iribarne. El vínculo se extendió a los años en los que el entonces jefe de Gabinete lo acercó a Néstor Kirchner e influyó en su designació­n al frente de la Comisión de Representa­ntes Permanente­s del Mercosur. Luego vendría la Aladi.

Cuando recibió este último ofrecimien­to, Chacho soñaba con volver a sus clases en la Universida­d de Quilmes. Aceptó y se puso a estudiar sobre Perú. En el Gobierno están convencido­s de que su presidente, Martín Vizcarra, se aproxima a Alberto en las posiciones externas y que su país es clave, tanto para ayudar a Venezuela como para pensar en una convergenc­ia entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico que integra.

Para cuando el Senado aprobó su designació­n el jueves, Chacho ya había desayunado con la Unión Industrial Argentina para analizar las potenciali­dades de cada sector, se había reunido dos veces con el embajador peruano en Argentina y reactivó viejos contactos peruanos en la Aladi para preparar su agenda en Lima.

Ahora solo le resta completar algunos trámites administra­tivos antes de partir rumbo a Perú. Lo acompañará Mayki Gorosito, una académica especializ­ada en temas de integració­n que alguna vez asesoró a Aníbal Ibarra y tuvo luego una larga trayectori­a en el ámbito del Mercosur. Con ella rehizo su vida hace ya algunos años y juntos se embarcarán en este regreso a la actividad pública de Chacho.

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UIA ACTIVO. Chacho ya se reunió con la UIA para analizar cómo potenciar las exportacio­nes a Perú.
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SENADO EXPOSICION. Esta semana, defendió su designació­n en el Senado.

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