Perfil (Domingo)

Buenas y malas noticias

El apoyo del FMI al Gobierno no cierra las tensiones y conflictos que persisten puertas adentro. Los roles de Guzmán, Kicillof y Cristina.

- NELSON CASTRO

El FMI le dio al Gobierno la mejor noticia de la semana, cuando expresó en su comunicado que la deuda de la Argentina no es sostenible, por lo que les sugirió a los acreedores privados que debían aceptar la renegociac­ión de sus acreencias con una quita “apreciable”. Y para eso, que no fue magia, hubo un protagonis­ta muy importante: el papa Francisco.

De eso habló el Sumo Pontífice en la extensa reunión que mantuvo con Alberto Fernández el 31 de enero. A quien el Papa le contó en persona y en detalle su compromiso en ayudar al Gobierno en la compleja y difícil renegociac­ión de la deuda fue a Alicia Barrios, la periodista de mayor llegada a Francisco. Y esa decisión no solo se concretó a través de las gestiones ante la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, durante la reunión que sobre el tema de la deuda organizó la Santa Sede el 5 de febrero, sino que se extendió a la canciller alemana, Angela Merkel, una admiradora ferviente de Francisco, a quien visitó doce veces. Era un contacto que Alberto Fernández ya había buscado establecer durante su gira europea en su condición de presidente virtualmen­te electo post PASO.

Guzmán contra reloj. Sin embargo, las cosas dentro del Gobierno no son simples. Las tensiones están. Uno de los que está en la mira es el ministro de Economía, Martín Guzmán. La fecha del 31 de marzo, puesta como tope para el arreglo con el FMI, le pone presión. “Su función es arreglar lo de la deuda. Si no lo logra, su futuro va a ser difícil”, confirman desde despachos importante­s de la Casa Rosada. En ámbitos empresaria­les y financiero­s vernáculos consideran un error haber puesto el 31 de marzo como fecha tope para cerrar esa compleja negociació­n.

El viernes 21 fue un buen día para el ministro. Durante su reunión en Riad con Georgieva se avanzó en la elaboració­n de un nuevo acuerdo con el FMI. Eso sí, a cambio de la inclusión del famoso y vilipendia­do artículo IV, que le permite al organismo audi

INTERNAPAN­ORAMADEUDA­ES tar las cuentas argentinas. Por aceptar esto mismo, a Mauricio Macri lo lapidaron. Otra vez, la vigencia del teorema de Baglini: cuando llegan al gobierno, los opositores se parecen a los oficialist­as que los precediero­n.

A pesar de estos avances, las diferencia­s de cr i ter ios persisten en relación con la estrategia de renegociac­ión de d iver sos aspectos de la deuda. En el equipo económico hay discusione­s sobre algunos desmanejos financiero­s. Por eso surgen internas dentro del propio gabinete del ministro respecto de cómo se maneja la relación de la deuda en pesos versus la deuda en dólares. Esto generó gran conflictiv­idad con el secretario de Finanzas, Diego Baosturre, a quien se le asigna toda la responsabi­lidad de los fracasos en la reestructu­ración del bono AF20. No es bueno maltratar a los que financiaro­n al Estado. Algún día se los puede volver a necesitar.

Estos desmanejos de la Secretaría de Finanzas generan ruido. El diálogo tanto con los acreedores locales como con los extranjero­s no es bueno. Los que están dispuestos a acompañar una refinancia­ción de sus deudas ven diferencia­s apreciable­s entre lo que dice y plantea la gente del Instituto Patria y lo que expresa el pensamient­o de AF.

Por los rincones del GBA. Las cosas están complicada­s y difíciles en ese territorio indómito. Lo que mejor funciona por allí es la tarjeta alimentari­a. Pero con eso no alcanza. De eso se habló –y mucho– en la reunión que mantuviero­n Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Hay problemas con el Fondo del Conurbano que está generando una tensión creciente entre la Provincia y la Nación. Para plantear la restitució­n del Fondo del Conurbano se necesita apoyo político y financiero. Ese fue el objetivo de la reunión. Kicillof está buscando apoyo. El gobernador sostiene que Guzmán está parado arriba de la caja a la que, además, le puso un candado. Y eso dificultó –y dificulta– la reestructu­ración de la deuda bonaerense. Sin ese arreglo es imposible hacer gestión. “Si se acuerda la reestructu­ración, se libera guita para ponerla en la calle en esquemas productivo­s”, señala con toda crudeza un senador provincial del FdT.

Este episodio ha resentido la relación entre el gobernador y el Presidente. Algo no quedó bien después del debate por el pago del Bono 2020 emitido en 2011 durante la ad

DEUDA Martín Guzmán ministraci­ón de Daniel Scioli. “Axel esperaba otra cosa de Alberto. Se lo está respetando demasiado a Guzmán”, se escucha decir en las cercanías del gobernador.

Siempre las internas. Esta semana fue el turno del aumento, o no, de las tarifas de los servicios públicos y del precio de los combustibl­es. El tema es más profundo que el contrapunt­o de declaracio­nes radiales que hubo entre el Presidente y su jefe de Gabinete. Santiago Cafiero afirmó que, en junio, va a haber un aumento de tarifas, mientras que AF dijo que eso hoy no está en carpeta. No es lo mismo.

Pero la interna más profunda no es esa sino la que se genera con Cristina Fernández de Kirchner por el precio de los combustibl­es y el rol de YPF. La vicepresid­enta habla permanente­mente sobre el tema con el ex presidente de la petrolera estatal, Miguel Galuccio. Es sabido que no siente afecto ni respeto por el actual titular de la empresa, Guillermo Nielsen, a quien, de hecho, le copó la segunda línea de la compañía con miembros de La Cámpora. Nielsen casi ni se habla con ellos. Galuccio le señaló a CFK que el aumento de combustibl­es se debe concretar porque, si no, la situación de YPF se va a tornar muy complicada.

Es conocida la postura del Presidente de no confrontar con CFK. “Alberto no quiere oír hablar del albertismo”, confiesa uno de sus cercanos. La pregunta que cabe hacerse es: ¿a qué costo?

Hasta aquí, la vicepresid­enta le ha venido marcando la cancha a AF en varios temas claves. El único gesto significat­ivo que tuvo en resguardo de la autoridad presidenci­al fue no firmar ningún decreto durante el tiempo en que estuvo a cargo del Ejecutivo durante el viaje de AF por Europa. Pero después impuso su criterio en relación con los recortes presupuest­arios a los fondos de la Capital, se entrometió imprudente­mente en la renegociac­ión de la deuda con el FMI y estuvo –y está– activa con las designacio­nes de funcionari­os en las segundas líneas que, en algunos casos, actúan como comisarios políticos y traban la gestión de los superiores a los que deberían responder. “Tengo la tranquilid­ad de tener a Cristina a mi lado”, dijo Alberto Fernández esta semana. ¡Qué frase intranquil­izadora!

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DIBUJO: PABLO TEMES
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