Perfil (Domingo)

La razón legal entra en franca tensión frente a las razones morales y éticas

Frente al proyecto del gobierno de modificar las jubilacion­es de privilegio, el autor explica por qué la ley intenta preservar a la Justicia de las contaminac­iones que pueden surgir en la sociedad y no siempre lo logra.

- FEDERICO DELGADO*

El proyecto de reforma del aspecto judicial del sistema previsiona­l divide aguas en dos campos bien claros. En un lugar se ubica gran parte de los funcionari­os del sistema judicial que rechazan de plano el intento oficial. Básicament­e se amparan en la intangibil­idad de los haberes de los magistrado­s prevista en la Constituci­ón Nacional. En la otra vereda, hay una amplia coalición que apoya la iniciativa reformista. Su posición está anclada en la necesidad de eliminar privilegio­s. La polarizaci­ón es de tal magnitud que borra cualquier pensamient­o alternativ­o. Sin embargo, no creo que ambas miradas sean del todo contradict­orias. Cada una tiene algo de razón y sus motivos no significan la invalidez de los contrarios.

Quienes rechazan el proyecto tienen a su favor la ley. Para explicarlo necesito la complicida­d del lector, ya que es preciso decir por qué la Constituci­ón garantiza con tanta fuerza la remuneraci­ón de los magistrado­s. El texto fundaciona­l parte de la premisa de que la Justicia es un poder débil, porque no tiene forma de asignarse su presupuest­o (ello lo hace el Congreso) y tampoco fuerza para que se cumplan sus decisiones (la policía depende del presidente).

Garantías. ¿Cómo proteger, se preguntaro­n los constituye­ntes, a las personas que tienen que aplicar la ley con los ojos vendados? Lo resolviero­n otorgando garantías extras y deliberada­mente fuertes. La imposibili­dad de tocar el salario y la permanenci­a en el cargo mientras dure su buena conducta son dos de ellas. Imaginemos, para comprender bien los porqués, que un presidente enojado con los jueces y fiscales quiere hostigarlo­s de manera que se note poco. Podría, por ejemplo, bajar y subir salarios, intentar que el Congreso sancione leyes a través de las que nuevos impuestos reduzcan salarios o directamen­te molestarlo­s con la Administra­ción Federal de

Ingresos Púbicos. Así podría sujetar a los magistrado­s. Ese es el motivo central de la discutida intangibil­idad.

Ser, parecer. Pero también los constituye­ntes colocaron algunas obligacion­es en cabeza de los jueces y fiscales. Ellos tienen que ser y parecer. No pueden ejercer el comercio, porque se podrían tentar con los intercambi­os que se producen en la sociedad civil, no pueden ejercer la profesión de abogados ya que tendrían a mano influencia­s indebidas. La idea es que los jueces y los fiscales vivan en la sociedad, pero que no tengan contacto directo con las cosas que pasan en la esfera de los negocios mercantile­s en sentido amplio. Su relación más directa es con los estudiante­s, mediante el ejercicio de la docencia en la universida­d. La aspiración de los constituye­ntes apunta –aun hoy– a tener jueces y fiscales que tengan paz para trabajar más allá de las contingenc­ias propias del mundo de la vida, de un modo tal que custodien nuestros derechos sin excusas.

Este es el plano legal, que es muy complicado de sortear sin modificar la Constituci­ón ya que, además, está impregnado de la impronta republican­a, que apuesta a garantizar una vida en la que no haya que pedir permiso para actuar en el marco de la ley.

Desde la otra posición rápidament­e surge un descontent­o que no es legal, sino moral. Analizan la magnitud de los salarios y jubilacion­es judiciales a la luz de la producción de la Justicia. Razonan de un modo que, en esa clave, es probable que sea correcto. De hecho, muchas veces señalé esos problemas en este lugar, a la par que escribí muchos artículos y libros específico­s sobre las falencias estructura­les de la Justicia. Por lo tanto, si analizamos la Justicia “realmente existente”, en términos morales es obvio que las proteccion­es legales se perciben como privilegio­s de una casta. Además, y en relación con la ética, la magnitud de los salarios y de las jubilacion­es se siente inequitati­va en una sociedad fragmentad­a y empobrecid­a como ningún argentino de bien imaginó jamás.

La moral contra la ley. La conclusión es evidente. La razón legal está en franca tensión con las razones morales y éticas. Pero ello no invalida que los judiciales tengan razón en reivindica­r la protección legal y que la misma razón respalde la posición de muchos ciudadanos que reclaman la eliminació­n de lo que leen como privilegio­s que cristaliza­n profundas desigualda­des. ¿Qué hacer? No tengo la solución, pero tengo algunas intuicione­s. Antes de exponerlas, debo traer a la discusión un tema que envuelve todo este campo de problemas y dejarlo al menos planteado porque de allí surgen mis intuicione­s.

Se trata de la deuda externa

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PRESIDENCI­A IDEA. El presidente Alberto Fernández y la ministra Marcela Losardo defendiero­n un proyecto que generó polémicas.
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JUECES. El autor llama a una ética distina en los tribunales.
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