Perfil (Domingo)

PENURIAS DE UN HOMBRE QUE VIVE SOLO

- Christian Camblor

Estoy convencido de que los hombres que vivimos solos deberíamos unirnos en un sindicato, en una ONG o, al menos, meno en un barcito una vez por semana para hacer catarsis ca grupal. Suena machista, pero no es fácil ser hombre y vivir en esa condición. Para empezar, debemos asumir cuestiones básicas bá de la física: lo que dejamos en un lugar queda ahí y no regresa a donde debería estar guardado. Si dejamos un bife de chorizo a medio terminar en un plato sobre la mesa, cuando regresemos a nuestro sufrido hogar, permanecer­á ahí, salvo que tengamos una mascota o un duende que guste del bife de chorizo.

También hay que asumir –y cuesta– una suerte de sensación de estar en minoría, de ser una rara avis del género: los hombres, a riesgo de generaliza­r, no suelen estar solos. Y confesémos­lo: no se bancan esa condición, o simplement­e no se “encuentran” ocupando la cama sin otra persona al lado. Mis dos amigos del secundario, por caso, se separaron para “rehacer” sus vidas poquitos meses después, con otras parejas que les provocan semejantes quejas que las anteriores.

A propósito: ¿vieron que socialment­e queda establecid­o que uno pudo “rehacer” su vida una vez que volvió a estar con alguien? ¿Antes de eso, cómo era la vida de uno? ¿Estaba uno “deshecho”?

Y finalmente, la prueba más dura de todas, el domingo. Porque el viernes uno quizá se inventó una salida con algún amigo de esos que quiso escapar 15 minutos al “yugo” de la pareja, y el sábado pegó una cita o café con alguien, con más o menos suerte. Pero después viene el domingo, con sus 24 horas, su vacío inmenso. Y es ahí cuando preferimos, aunque sea por un día, tener esposa y suegra para poder mentir que nos hacemos mala sangre, y no pensar que nuestro living está siendo atravesado por esas plantas rodadoras que atraviesan los desiertos en las películas del Lejano Oeste.

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