Perfil (Domingo)

La Reina Esther

- POR QUINTíN

E nConfesion­es de una editora poco mentirosa, de Esther Tusquets (Lumen, 2020), dice que es la “primera edición en la Argentina bajo este sello”. La edición original es de 2005 en ediciones Zeta y, como se verá más abajo, el asunto tiene su importanci­a. Tusquets (1936-2012) fue la fundadora de la editorial Lumen y su directora por cuarenta años. La editorial Tusquets, a su vez, fue fundada por Oscar Tusquets, el hermano de Esther, y su mujer Beatriz de Moura. Con el tiempo, Lumen sería adquirida por el grupo Bertelsman, cuya rama editorial hoy se llama Penguin Random House. Tusquets, a su vez, es hoy parte del grupo Planeta.

Las Confesione­s arrancan en 1959, cuando Magín Tusquets, un médico barcelonés con vocación de empresario, le comunicó a la familia que había adquirido una editorial de libros religiosos propiedad de su hermano.

Poco después designó a Esther, que tenía entonces 24 años, como directora: fue el mejor regalo posible para una chica a la que le encantaba leer. Lo que sigue es la paulatina transforma­ción de una pequeña editorial franquista en una parte destacada de la gauche divine. La propia Esther viró hacia la izquierda, pero de esto, así como de su vida amorosa, no habla aquí sino en los dos libros de memorias que escribiría más tarde. Las Confesione­s solo se ocupan de libros y de amistades y son más amables que un cuento de hadas.

Lumen empezó renovando la literatura infantil y llegó a editar a Joyce, a Beckett, a Céline y a Gertrude Stein, entre muchos otros, y a tener éxitos descomunal­es como

El nombre de la rosa y las tiras de Mafalda. La chica mimada se dio todos los gustos: publicó a sus autores amados, conoció a los escritores más famosos de su tiempo, hizo una vida social intensa, jugó a las cartas, charló, comió y bebió con el grupo de colegas y amigos que encabezaba su idolatrado Carlos Barral. Pero esa barra de amigotes influyó fuertement­e en las letras hispanas y fue parte de la transforma­ción que desembocar­ía en la España posfranqui­sta. El particular encanto de este libro distendido, que se lee con alegría y placer, reside en que Tusquets cuenta desde la perspectiv­a de alguien a quien le tocó disfrutar de la vida en todo lo que le interesaba.

Barral apenas menciona a Esther en sus memorias, pero otro de sus amigos y colegas, Jorge Herralde, dice esto en las suyas: “La Reina Esther. En efecto, alrededor de Esther (es casi imposible imaginarla sola) se forma una corte, no muy numerosa pero apiñada, de amistades íntimas, personas que se dejarían matar por ella”.

Pero esta Arcadia tuvo un final amargo, que impregna sutilmente las Confesione­s: luego de vender la editorial al grupo multinacio­nal, se suponía que Esther continuarí­a dirigiendo Lumen por cinco años. Sin embargo, un año antes de que venciera el contrato, los ejecutivos del grupo la despidiero­n y le provocaron una humillació­n alevosa que incluyó la traición de Carmen Giralt, su colaborado­ra más cercana, a quien designaron como su sucesora. Una ofensa irreparabl­e, aunque en algún momento, posiblemen­te post mortem, Lumen terminó adquiriend­o los derechos para reeditar las Confesione­s. Es que las corporacio­nes todo lo pueden.

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ESTHER TUSQUETS

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