Perfil (Domingo)

Primicias sobre el arte

- POR DAMIáN TABAROVSKY

Hoy amor, como siempre/ el diario no hablaba de ti, ni de mí”. ¡Qué temón! ¿De quién era la canción? No me acuerdo, pero desde hace días me paso canturrean­do ese tema. Curioso, justo yo que he desarrolla­do un sistema de lectura veloz de los diarios: las páginas de Política de la mayoría de los periódicos no las leo porque ya no hay noticias sino solo operacione­s en contra del Gobierno. Las de Economía tampoco las leo por razones ídem. Las de Internacio­nales tampoco, porque usan lo que sucede afuera solo como excusa para operar en contra del gobierno argentino. La de Espectácul­os tampoco (los diarios de los multimedio­s la usan como house organ de su canales de TV) y la sección Deportes tampoco (no me van a contar lo que ya vi por televisión). Así que suelo llegar de la tapa a la última página en un tiempo equivalent­e al que antes tardaba en leer dos páginas o incluso menos. Pues qué problema, porque esta semana pensaba versar sobre algo que hubiera leído en los diarios. ¿Qué puedo hacer entonces? Ya sé. ¡Cambiar de tema!

Entonces, en los 1.997 caracteres con espacios que me quedan pasaré a discurrir sobre algo de lo que pronto hablarán el resto de los medios, fiel al estilo del diario PERFIL, siempre afecto a las primicias: la exposición de Remedios Varo, que se inaugura en marzo en el Malba. Mejor dicho, no sobre la exposición –porque obviamente aún no la vi– sino sobre la obra de Varo, que sí conozco por más de una muestra vista en México, incluida una gran retrospect­iva en el museo Tamayo. Nacida en Girona, España, muerta en

México en 1963, fue una de las más grandes –si no la más grande, junto a Leonora Carrington– pintora surrealist­a. Pareja de Benjamin Péret, fue capturada por los nazis en París. Tras una serie de peripecias rocamboles­cas logró escapar a México, donde residió hasta su muerte. En la ciudad entonces llamada Distrito Federal se vinculó a César Moro, a la propia Carrington y por supuesto a Octavio Paz (como un trader del capital simbólico, para Paz, como para Neruda, las amistades eran sobre todo inversione­s estratégic­as a futuro). Hacia fines de los 50 recién pudo realizar su primera exposición, en la que ya presentaba varios de los temas que recorren su obra: la llamada del misticismo, el juego con la alquimia y una gran influencia de Freud y el psicoanáli­sis. Una de sus grandes obras –tal vez mi favorita– es Mujer saliendo del psicoanali­sta, en la que la tensión entre el yo de la artista y su inconscien­te se divide en tres cabezas, en especial una que lleva en la mano izquierda, a punto de dejar caer en un pequeño pozo de agua. Consultada sobre el asunto, Varo respondió: “Soltar es lo que se debe hacer al salir del psicoanáli­sis”.

Marcada a la vez por los grandes maestros españoles como El Greco, le dio al surrealism­o tintes escabrosos, que no desaparece­n siquiera cuando la obra se presenta, a primera vista, como más cercana a lo fabuloso, a cierta pincelada etérea y liviana. Prácticame­nte nunca logró vivir de la pintura. Siempre realizó trabajos artísticos de superviven­cia, sobre todo como ilustrador­a publicitar­ia. También pintó instrument­os musicales y muebles, realizó los decorados de la película La aldea maldita, de Florián Rey, y –según cuenta la leyenda– falsificó por encargo cuadros de Giorgio de Chirico.

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REMEDIOS VARO

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