Subir al tren
Por Federico Recagno Presidente Fundación Éforo
El tren, con sus metales sus durmientes, con los rieles y las vías trazando un camino hacia el horizonte, ha sido el símbolo del desarrollo de los países.
El ferrocarril impulsó avances, uniendo pueblos, conectando personas de diversas actividades y sueños. Los trenes obligaron hacer puentes túneles. El tren iba al encuentro, ésa era su tarea.
llegó muy lejos llevó muy lejos ilusiones y trabajo.
La Argentina no fue ajena las promesas de los “caballos de hierro”. La red ferroviaria trazó dibujos en el territorio, pero, en los 90, el menemismo pegó de lleno al ferrocarril en particular al Estado en toda su estructura. Fueron apareciendo, como nunca antes, funcionarios que se apropiaron de lo de todos y, en algunos casos, lomo de la corrupción, convirtieron los sueños ilusiones en peligros latentes y, a la larga, mortales.
Un 22 de febrero de 2012 ocurre la Tragedia de Once. Los 52 muertos centenares de heridos nos hicieron ver, palpar, que los trenes también pueden llevarnos a la tristeza, al desamparo y la muerte. Para este tren sin frenos bastó con que algunos funcionarios y empresarios se pusieran de acuerdo en contra de todos los demás. Algunos de ellos, hoy, tienen el descaro de decir que son presos políticos.
Es oportuno recordar que las tragedias nos hablan de lo que pudo evitarse, lo advirtieron por entonces los organismos de control. Los familiares, los sobrevivientes de la tragedia, nos dicen que la oportunidad del presente, el tren que no hay que dejar pasar, es el de la justicia. Subamos todos.
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