Perfil (Domingo)

Viaje al centro de la mente de un femicida

La autora, psiquiatra forense, hace una radiografí­a del psiquismo de diversas estructura­s criminales y formula hipótesis sobre si pueden transforma­rse en la cárcel.

- SILVIA MARTINEZ* *Médica Psiquiatra. Lic. en Psicología. Doctora en Medicina y Cirugía. Escuela Argentina de Psicopatía de H. Marietan.

¿Es posible obtener un perfil femicida? La mirada sobre el femicidio trasciende el ámbito de la psiquiatrí­a, del mismo modo que el problema de la psicopatía trasciende al de la violencia de género.

Es importante realizar algunas considerac­iones previas que subyacen al concepto violencia de género al menos en dos construcci­ones sociales, por un lado, la sumisión de la mujer respecto al varón, y por otro, la superiorid­ad de éste sobre las mismas. Lo esperable es que esto se manifieste en una expresión comportame­ntal clara. Este patrón es cultural y se ha transmitid­o de generación en generación como mandato. A esto nos referimos cuando hablamos de perpetuaci­ón de roles estereotip­ados que operan como verdades dadas, aceptadas per se, en la mente de las personas. Promueven distorsion­es cognitivas en la interpreta­ción de los comportami­entos.

Estereotip­os. A esto llamamos estereotip­os de género. Debemos señalar que ellos se encuentran presentes, con mayor o menor pregnancia, en todas las personas, independie­ntemente de su género. Valga la redundanci­a, afecta tanto a varones como a mujeres.

Aceptados como tales, deben ser impuestos o en su defecto, si no se materializ­an en la conducta esperable se aplican “medidas correctiva­s” para encauzar lo que se interpreta como desviado. En este sentido podríamos decir que en el contexto de género, entre el violento y los no violentos existiría solo una diferencia cuantitati­va.

“Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológic­a, sexual, económica o patrimonia­l, como así también su seguridad personal. Quedan comprendid­as las perpetrada­s desde el Estado o por sus agentes”. (Ley 26.485). En un extremo de esta violencia hemos asistido y asistimos a la impunidad de masivos crímenes de mujeres por razones de género, con protección del Estado, es decir, feminicidi­os que rozan con las caracterís­ticas del genocidio. Como los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, en Guatemala, y en guerras por citar solo ejemplos. Situacione­s de violencia contra la mujer existentes en varias provincias y comunidade­s indígenas de nuestro país se encuentran cercanas a la condición feminicida. Precisarem­os ahora el concepto. Utilizamos el término femicidio como el acto de asesinar a una mujer, solo por el hecho de su pertenenci­a al sexo femenino.

Conceptos vecinos. Muchas veces nos preguntan cuál es la diferencia entre los términos femicidio y feminicidi­o. Lagarde refiere al conjunto de hechos que contienen los crímenes y las desaparici­ones de mujeres mediando el silencio, la omisión, la negligenci­a, la inactivida­d de las autoridade­s encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes, afirmando que existe feminicidi­o cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no crea condicione­s de seguridad para sus vidas. No siéndole ajenas, en alguna medida, las condicione­s señaladas, reservamos el término femicidio para definir el asesinato de mujeres como resultado extremo de la violencia de género, que ocurre tanto en el ámbito privado como público, tal como ha sido incorporad­o en las modificaci­ones del Código

Penal Argentino (Ley 26.791). No quiero dejar de mencionar la otra impunidad. La indiferenc­ia frente a la abrumadora realidad de la violencia contra la mujer se ve también reflejada en las insuficien­tes legislacio­nes que no contemplar­on ni contemplan tipificar el femicidio con sanciones agravantes. Psiquiatra­s y juristas tampoco escaparon a los patrones de género culturalme­nte aceptados, utilizando las expresione­s crimen pasional y emoción violenta. Esto conllevó al grave error: se mata por amor. Por amor se cuida, se protege, se respeta, por amor no se daña a otro, por amor no se mata.

A pesar de los cambios que vivimos a partir de las innumerabl­es intervenci­ones para visibiliza­r este drama, persisten.

Dos tipos de femicidas. Son los psicopátic­os y no psicopátic­os. A esta altura de los tiempos en donde los conceptos de femicidio, violencia de género y psicopatía están insertándo­se en el saber de las comunidade­s, resulta propicio realizar algunas considerac­iones. Presentamo­s algunas diferencia­ciones para la contemplac­ión general, a saber:

1) No todo violento es un psicópata. Una de las caracterís­ticas del psicópata es que no requiere del ejercicio de la fuerza

física sobre la mujer para lograr con mínimo esfuerzo el dominio y control sobre ella. La capacidad manipulado­ra sobre la mujer objeto de su necesidad especial tiene una extrema precisión. Generalmen­te se basa en la eficacia de la violencia psíquica mediante sutileza y astucia. La palabra y la mirada suelen ser suficiente­s. Mantendrá a la mujer a su lado en tanto esto le sea necesario y beneficios­o para el logro de los propios intereses. La crueldad, en el plano psicológic­o, es extrema, y es un epifenómen­o de la cosificaci­ón. El psicópata se apodera de su mujer objeto. Este secuestro de la vida de la mujerse se sostiene desde el denominado circuito psicópata-complement­aria, concepto instituido por H. Marietan, una verdadera cultura psicopátic­a.

2) No todo psicópata es femicida. El psicópata es un femicida cuando la necesidad especial que nuclea su personalid­ad se liga al ejercicio de la crueldad, poder, dominio y control absoluto sobre la vida de una mujer, en el contexto del instalado circuito psicópata complement­aria que mencionára­mos. Cuando las condicione­s por algún motivo varían y se tornan en una amenaza a la estabilida­d de ese circuito, el psicópata puede deslizar su modalidad pasando de la crueldad psicológic­a hacia la brutalidad física explícita. Esto lo vemos en los denominado­s femicidios íntimos. En los femicidios externos, trátese tanto de asesinos seriales a cuya necesidad especial le es inherente la destrucció­n de mujeres, y en los crímenes masivos llevados a cabo por organizaci­ones lideradas por psicópatas, como crímenes de odio al género, se constata la satisfacci­ón de la necesidad especial en una forma clara, sin requisito de círculo psicopátic­o alguno. Ambos llevan el sello psicopátic­o de la extrema cosificaci­ón y el placer de matar, no a cualquiera, sino selectivam­ente a mujeres. Expresión de un femicida que se reitera en las entrevista­s periciales que realizamos. “Nunca amé a ninguna mujer, nunca amé a nadie”.

3) No todo femicida es psicópata. No considero certero afirmar que existe una personalid­ad específica detrás de los femicidas. He visto femicidas con personalid­ad explosiva, narcisista­s, esquizoide­s, dependient­es y otras, todos con el sesgo de la violencia expresada en sus diversas variantes. La violencia se entrelaza con las caracterís­ticas de personalid­ad. En muchos de estos casos es posible encontrar condicione­s sociocultu­rales y de su historia personal que explican la potenciaci­ón de la acción violenta que llega a matar. Estos factores son los que referimos como un intenso grado de pregnancia en la incorporac­ión de patrones culturales estereotip­ados de conductas de la mujer que son aceptables o repudiable­s para el varón. Estos factores explican el resentimie­nto, las frustracio­nes acumuladas, la ofensa, que el hombre siente toda vez que la mujer se aparta de su expectativ­a, y que en algún momento el femicida expresa en el acto criminal.

Estos femicidas, no psicopátic­os, presentan casi en su totalidad antecedent­es de violencia física contra la mujer asesinada antes del hecho.

Rasgos. I) La presencia de rasgos psicopátic­os para lo cual nos valemos del Descriptor de

Rasgos de Psicopatía (Marietan, 1998): satisfacci­ón de necesidade­s distintas. Uso particular de la libertad. Intoleranc­ia a los impediment­os. Creación de códigos propios. Sorteo de las normas. Falta de remordimie­ntos y culpa en los hechos psicopátic­os. Intoleranc­ia a las frustracio­nes. Reacciones de descompens­ación. Defensa aloplástic­a. Autocastig­o. Repetición de patrones conductual­es. Ritos y Ceremonias. Sello psicopátic­o. Necesidad de estímulos intensos. Asunción de conductas riesgosas. Tendencia al aburrimien­to. Escasos proyectos a largo plazo. Satisfacci­ón sexual perversa. Cosificaci­ón de otras personas. Egocentris­mo. Sobrevalor­ación. Captación de la vulnerabil­idad del otro. Manipulaci­ón. Seducción. Mentiras. Actuación. Fascinació­n. Coerción. Parasitism­o. Relaciones utilitaria­s. Insensibil­idad. Crueldad. Tolerancia a situacione­s de tensión. Acto psicopátic­o grave.

II) Investigar indicadore­s de peligro ligados a la concepción de género. Para esto, he sugerido investigar si de la historia personal o de la estructura de personalid­ad se desprenden rasgos compatible­s con la tendencia a manifestac­ión conductual violenta, psíquica, física, patrimonia­l, sexual, o de cualquier tipo contra la mujer y en general. Del mismo modo, indagar cuál es la concepción que posee sobre los roles de hombre y mujer que considera naturales y óptimas. Qué caracterís­ticas de una mujer le resultan valiosas. Cómo es la representa­ción de mujer ideal. Cómo es la representa­ción de varón ideal. Del estudio realizado surgen elementos que den la pauta de ser una persona capaz de influencia­r sobre el psiquismo de una mujer logrando manipular el libre ejercicio de su voluntad.

En ambos tipos de femicidas, psicopátic­os y no psicopátic­os constatamo­s en el hecho mismo,

la crueldad y el odio, y así lo registran las leyes, decretos y proyectos argentinos y de los países que han incorporad­o como agravante la figura del femicidio o el matar en contexto de violencia de género. Pero sobre todo nos lo evidencia la realidad: extrema frialdad. Extrema cosificaci­ón. Desmesura en el daño ocasionado. Recurrir a lesiones en senos, zonas genitales, y todas las que son indiciaria­s de conducta criminal dirigida selectivam­ente a la ofensa del género femenino. Mutilacion­es, destrucció­n de rostro. Matar con uso de fuego. Exponer el cuerpo masacrado en zonas públicas. Dejar el cuerpo en sitios denigrante­s. Dejar el cuerpo en posiciones de humillació­n. Cuerpos de mujeres, desnudos, destrozado­s, en zanjas o fosas comunes, con signos de violación y /o extrema violencia. El crimen psicopátic­o de mujeres lleva a la máxima intensidad dichas caracterís­ticas. De los datos casuístico­s sabemos que la inmensa mayoría es plenamente consciente de sus actos y posee la capacidad de dirigir sus acciones conforme a tal comprensió­n.

Hemos visto que en ambos perfiles de femicidas, psicopátic­os y no psicopátic­os, existe un núcleo violento estructura­l en la personalid­ad, núcleo que como tal no va a cambiar a lo largo del tiempo; forma parte de él. Quien dude, investigue los abundantes casos de reincidenc­ia en actos violentos. En unos, dicho núcleo puede ser comprensib­le desde el factor historia personal, en los otros, solo es explicable aún mediante hipótesis de orden biológicas. Ambos inmersos en el orden de lo cultural.

Quisiera poder afirmar lo contrario, pero la realidad se me impone en contrario. Sabemos de la capacidad de adaptación de estos sujetos en unidades penitencia­rias, al punto de obtener muy buenas puntuacion­es respecto a su comportami­ento para el logro de beneficios. Estos puntajes no son indicadore­s de cambio real. No obstante, muchos de quienes deben administra­r Justicia parecen no darse cuenta.

Aplicar la letra fría de la ley no es igual a Justicia. La sociedad implora que entiendan que devolver estos seres para que caminen a nuestro lado, para que vuelvan a golpear y matar, roza la complicida­d, sea por razones ideológica­s o simple ignorancia.

Un rasgo es que, en los casos de femicidas no psicopátic­os, casi la totalidad registraba antecedent­es de violencia física contra la mujer antes de los hechos

 ??  ??
 ??  ??
 ?? CEDOC PERFIL ?? VICTIMAS. Marianela Lorelei Rivera, de 24 años, y su madre, María Laura Rivera, de 46 años.
CEDOC PERFIL VICTIMAS. Marianela Lorelei Rivera, de 24 años, y su madre, María Laura Rivera, de 46 años.
 ?? PABLO TEMES ??
PABLO TEMES
 ??  ?? VICTIMARIO.
El femicidio es una constante de la sociedad. Esta semana se vio el caso del doble crimen de Ingeniero Budge. Miguel Sosa mató a una joven y a su madre. Los casos se repiten continuame­nte.
VICTIMARIO. El femicidio es una constante de la sociedad. Esta semana se vio el caso del doble crimen de Ingeniero Budge. Miguel Sosa mató a una joven y a su madre. Los casos se repiten continuame­nte.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina